‘El jovencito Frankenstein’ del fallecido Gene Wilder creó un género que actualmente no existe: la buena parodia
Una de las películas cómicas más famosas y recordadas después de 42 años es sin duda El jovencito Frankenstein, una película que nos permite hablar sobre la relación entre el género y la parodia pero sobre todo, de la buena y real parodia.
La consolidación de la industria cinematográfica norteamericana se fue desarrollando conforme los grandes estudios de Hollywood se especializaron en distintos géneros para poder competir libremente y, al mismo tiempo, poder ejercer un monopolio acorde a su especialización. Desde la década de los treinta, los Estudios Universal se encargaron de realizar y perfeccionar el cine. La incorporación del sonido, la superación de la crisis financiera sentaron las bases del cine clásico.
Se desarrollaron cánones para estas películas y los efectos que permitirían al espectador reconocer una película de estas características. Contaban con un tipo de discurso narrativo y una determinada estética que permitía clasificarlas para crear una audiencia más definida.
Sin embargo, la declinación, el desgaste o las modificaciones que fueron sufriendo los géneros como consecuencia de cambios sociales y culturales en el seno de la industria, coincidieron con la etapa final del cine clásico a mediados de los cincuenta. La etapa siguiente consistió en una reformulación de lo hecho dando lugar a la utilización de la parodia como forma de introducir una nueva mirada. Y sin lugar a dudas, la película modelo de este nuevo género es ‘El jovencito Frankenstein’ protagonizada por Gene Wilder y escrita por Mel Brooks.
Y … ¡se hizo el humor!
La renovación de películas dio lugar a este género ya que la parodia existe cuando hay algo anterior que parodiar. Su objetivo es transgredir lo establecido, en este caso, al mismo género, para revertirlo, invertirlo, desdoblarlo o reformularlo desde el humor y el absurdo. La parodia no existe en sí misma, tiene una relación de dependencia con aquello que parodia.
El jovencito Frankenstein fue co-escrita por Mel Brooks junto a su amigo, actor y protagonista, Gene Wilder (1933). El film es una parodia no sólo sobre la primera versión de Frankenstein,de James Whale, basado en la famosa novela, sino también sobre el periodo clásico del cine de terror que brilló en Hollywood durante los años treinta y cuarenta, como hice mención al inicio.
Esta película toma como punto de partida al doctor Frederick Frankenstein, nieto del famoso científico que dio vida al monstruo, y del cual reniega su parentesco al cambiar la pronunciación del apellido por “Fronkonsteen”. Cierto día, se entera que ha recibido la herencia de su abuelo, tras lo cual deberá viajar hasta su castillo en Transilvania.
Muchos son los diálogos repetidos de esta mítica películas y muchas escenas que quedan en el recuerdo. El jovencito Frankenstein no sólo está considerada dentro de las cien mejores películas cómicas americanas seleccionadas por el American Films Institute, sino que también fue elegida para su conservación en el National Films Registry de la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos.
Y es que lo que Brooks consiguió con esta película es, a parte de crear una parodia inexistente hoy en día, juntar y mezclar géneros con una maestría inigualable.
Desde la Mazmorra de Cinemascomics, los Emisarios de la Verdad se despiden de Gene Wilder recordando esta gran parodia del cine clásico.