Capítulo final de El cabronazo, obra de Rick Remender, con lápices de Roland Boschi. En la que el mayor héroe del Planeta Tierra es el hombre más desagradable que la ha pisado nunca. Panini Comics pasa la mopa y saca el desinfectante para limpiar todo el desastre provocado por el egoísmo de un ser enfermo.
El Cabronazo Volumen 3. Por apenas 30 monedas
Desde el comienzo de la serie hemos sido testigos de la baja calidad moral de la que hace gala el protagonista principal. Sin ir más lejos, Ernie Ray Clementine nos dejó en el anterior tomo con una traición absoluta hacia los preceptos aceptables de lo que se espera de un héroe. Todo a cambio de su propia satisfacción personal. De sus intereses depravados en los que todo pasa por una buena dosis de priva y por copular con toda mujer que le deje enterrar su miembro viril entre lo que se haya justo debajo de su Monte de Venus… o cualquier otro agujero que desee tapar. Un degenerado en toda regla, prácticamente destinado a morir solo con unas ideas que apenas le sostienen un día más dentro de la sociedad.
Pero hasta el mayor de los locos tiene un momento de lucidez para entender aquello que le rodea. Ser consciente de que a pesar de ser una gota dentro del océano tiene algo que decir, coherente, iluminador, justo antes de volver a caer en sus propias divagaciones. Aunque solo sea un momento de exaltación de la amistad, del amor para todos, de brindemos por lo que está por venir y que esto sea lo mejor para todos. Ernie Ray no ha dejado de ser quien es desde el momento en que le conocimos pero en situaciones desesperadas hasta el mayor de los cabronazos puede tomar el camino recto antes de seguir bebiendo, fumando y jodiendo.
La distopía fundacional
Los avatares de la historia han llevado a Ernie a verse envuelto incluso en realidades disfuncionales que han devuelto a Estados Unidos a unos años cincuenta del Siglo XX donde vuelve a reinar el temor por el comunismo y se abrazan medidas propias del fascismo, con persecuciones, racismo e intolerancia. Prácticamente se ha desatado una nueva Guerra Civil por la maldita polarización que existe hoy en día a nivel mundial. Todo se ha reducido a seguir a un bando, unos colores, unas siglas, a prescindir del pensamiento crítico y dejarse arrastrar por lo que dicen aquellos cuyo discurso más me convence… y ojo con contradecirlo en mi presencia que por ellos… mato.
Y claro, ni todo es blanco ni todo es negro (cada uno que ponga el color que quiera). La realidad es que nos engañan para el beneficio de unos pocos, de aquellos cuyo miedo a perder su sillón es su única motivación mientras fingen deberse a los ciudadanos a los que representan, una temática que cada vez se extiende más en los comics como dura crítica a una clase política deficiente, ineficaz y corrupta.
Una alocución en contra de ese sistema solo puede venir de alguien que no cree en nada de eso, que es consciente, dentro de su deficiente sistema de valores, de la individualidad de cada ser, de no tener que ser arrastrados por lo que dice nadie para poder tener nuestra propia opinión, surgida de la experiencia, de una mirada concienzuda a lo que sucede a nuestro alrededor, sin buscar el beneficio propio inmediato por unirme a la corriente que no beneficia al conjunto de todos, solo al de unos pocos caraduras polarizados por la cartera llena.
Héroe por accidente
Rick Remender fabula con una utopía en la que el más discapacitado de los hombres es capaz de encontrar razones suficientes para dar un vuelco a la situación. Y remarcamos la palabra utopía porque el final de este comic va a despertar más de una sonrisa al mismo tiempo que destapa el plan original de los autores que ya se encontraba al inicio de la narración de este relato pasado de frenada. No podemos decir que sea un recurso que nunca se haya utilizado pero sí responde a la mayor de las ironías que podíamos imaginar, una vez que hemos ido conociendo al nauseabundo Ernie Ray.
Para los episodios finales de El cabronazo, y saltándonos la tendencia de todos los episodios anteriores, tenemos a un único dibujante para llevar a cabo la representación visual de la obra, el francés Roland Boschi, que ya firmara uno de los capítulos del primer tomo. Va a llevar al personaje hasta el culmen de sus detestables sueños más húmedos, a cumplir con la misión de abrir los ojos de todos los demás y poder celebrarlo como es debido, con una mujer dispuesta a darlo todo por él, en un impresionante muscle car volador y con la paz mundial como recompensa. ¿Es el final que merece Ernie Ray? Seguramente sí, aunque todo pueda ser susceptible de parecer todo lo contrario. Al final echaremos de menos seguir viendo a este cabronazo ir contra cualquier conducta moral respetable.