After Life estrenó su segunda temporada hace unas semanas en Netflix, dirigida y protagonizada por el humorista Ricky Gervais
Tony llevaba una vida perfecta. Pero tras el repentino fallecimiento de su esposa, en vez de suicidarse decide llevar al límite lo que se puede o no hacer y empieza a hacer y decir todo lo que le da la gana. Algo que será complicado cuando todo el mundo decide intentar salvar a la buena persona que conocían.
¿Qué cuenta la segunda temporada?
After Life fue un éxito en su estreno, una idea que aunaba la comedia con el sentimiento de dolor que genera la pérdida de un ser querido. En esta segunda temporada, Gervais hace un hueco más grande al drama olvidando un poco la comedia, y a mi juicio, acierta. Vemos unos días más en la vida de Tony, ni más ni menos, pero aún así tiene un encanto propio. En esta temporada los personajes secundarios se ven más desarrollados, aunque algunos caen el tópico o lo forzado. Tenemos a Gervais siendo borde y ácido y de golpe, pasa al llanto, un tobogán de sentimientos.
En la segunda temporada de After Life, Gervais juega con las condiciones del formato y las que él mismo se impone, convirtiéndolas en herramienta expresiva, del mismo modo que obtiene sustancia emocional del humor más negro y cruel imaginable. Tony juzga las verdades filosóficas a las que se enfrenta, criticando a la ciudadanía británica y debatiéndose entre el suicidio o el futuro mejor. Eso sí, nos encontramos con una serie repetitiva que Gervais justifica diciendo que así es la vida. En parte estoy de acuerdo y en otra tengo la sensación de que se ha agotado una idea buena que ya tiene a repetirse y a no ofrecer nada nuevo.
La segunda temporada de After Life cuenta con seis capítulos breves, que hacen que hacen que eso que la hace repetitiva sea llevadero y que las lágrimas y las risas hagan que tengamos ganas de una tercera temporada.
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