Nueva entrega del paso de la moneda de plata por diferentes épocas de la historia reciente, desde la Segunda Guerra Mundial a la época de la pandemia por Coronavirus. Panini Comics completa el ciclo actual de esta antología de terror entrelazando todo lo visto anteriormente.
Una moneda para condenarlos a todos
La capacidad para hacer el bien o el mal está en la mente humana de cada uno. Cuando alcanzamos la edad adulta debemos ser completamente capaces de reconocer si nuestro comportamiento y acciones conllevan que giren hacia movimientos que enriquecen nuestra sociedad o si por el contrario la empeoran. Los pecados capitales son buen ejemplo de ello. La soberbia, la avaricia, la gula, la lujuria, el orgullo, la envidia y la pereza pueden marcar la diferencia más allá del “no matarás”, reflejo último de otros componentes que nos llevan hasta la ejecución.
Ese final, el que nos deja las manos ensangrentadas, tiene una motivación previa, existe una causa. Normalmente es movido por el deseo de tener más, o por venganza resultado de ira acumulada. Antes de eso ha llegado la sensación de sentirnos más que otros, de vernos perjudicados por un sistema que no nos da lo que nos merecemos, de un desequilibrio entre esfuerzo y resultado desvirtuado por la visión de aquellos que parecen tenerlo fácil para conseguirlo todo. En realidad estamos convirtiéndonos en una parte del problema, en lugar de combatirlo.
La moneda de plata parece darnos lo que necesitamos, lo que deseamos. Lo hace de forma sencilla pero no nos habla del precio a pagar, no viene con un manual de instrucciones que nos advierta. Lo tendrás todo pero a cambio de aquello que más aprecies, bien sea tu vida, la de un ser querido o la de todos aquellos que te rodeen. Es peor que un pacto viciado con el Diablo, sus tiempos de respuesta no dejan margen a disfrutar del deseo, es algo inmediato, prácticamente acción-reacción.
Si cae en tus manos no podrás escapar de su principal objetivo, alimentarse de nuestras miserias, de nuestros peores instintos, de esos pecados capitales de los que ya hemos hablado. De la envidia por otro negocio que va mejor que el nuestro y la avaricia por mejorar la caja, de la lujuria de ir de flor en flor sin reconocer al hijo que va a nacer, del orgullo de creerse superior a la acción de un objeto maldito…
El universo que se cruza en nuestro camino
Hasta ahora apenas hemos podido ver la interrelación que existe entre muchas de las historias a las que habíamos podido asistir en las páginas de los volúmenes anteriores, más allá de la pista dejada por el puritano con el que prácticamente se inició esta serie. Ahora, por fin, tenemos a nuestro alcance hilar como la moneda ha ido encadenando pasajes luctuosas, como hay continuidad entre las manos de los que tuvieron la mala fortuna de recogerla de otras desgracias anteriores. También la capacidad de transferencia maliciosa, entregarla para provocar sus efectos en otros, ver como obtiene su recompensa y después ponerla de nuevo en circulación en otras aparentemente inocentes manos.
Pero la moneda de plata extrae lo peor de cada uno de nosotros, rebusca en nuestro interior y aunque suele dar fácilmente con lo que necesita, hasta la mejor de las personas tiene un momento de debilidad, un desliz que abre un hueco insalvable. Incluso en un paraje nevado, camino de Berlín en 1945, va a conseguir pervertir una responsabilidad hasta volverla contra aquel que se enfrenta a la muerte junto a sus compañeros. Es impresionante como un simple objeto de pequeño tamaño es capaz de producir tal sensación de terror en aquellos que nos adentramos en estas páginas, sin escudo que nos proteja, siendo conscientes de que sucumbiríamos igual que cualquiera de los protagonistas de estas tramas.
El gran descubrimiento
Michael Walsh es para mí la gran sorpresa de La moneda de plata. No había reparado anteriormente en su presencia, a pesar de la carrera que lleva a sus espaldas, sobre todo en pequeñas intervenciones en Marvel, aparte de un más dilatado paso por Kate Bishop Ojo de Halcón. Sus caracterizaciones de horrores sobrenaturales repletos de inquietantes ojos elevan nuestra mente al más irracional Lovecraft. Su capacidad para afrontar narraciones en tan diferentes épocas le dotan de profundidad, ambienta perfectamente situaciones cotidianas junto a otras que elevan la extraordinaria carga que sufren los portadores de la moneda. No en vano recibió el Premio Eisner en 2022 por esta obra precisamente.
Además ha conseguido relacionarse con potentes guionistas para ambientar todo este conjunto que alcanza las quince entregas en la actualidad. Los cuatro que le acompañan en el presente volumen no son nombres cualquiera. Desde James Tynion IV (The nice house on the lake, El Departamento de la Verdad) a Pornsak Pinchetshote (The Sandman Universe), pasando por Stephanie Phillips (Hiedra Renacida o Wonder Woman) y Johnnie Christmas (Black Hammer Visiones), sin que ninguno repita de anteriores entregas. Juntos alcanzan un desenlace que promete darnos más en el futuro, pero de momento Walsh se toma un descanso para ejercer de padre, por lo que ponemos punto y aparte a estos volúmenes que nos han enseñado que el terror puede surgir del objeto más pequeño pero convertirse en la pesadilla más grande de todas.
