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Reseña MARVEL Colección Los Eternos Tomo 4: El crepúsculo de los dioses. Marcando el ritmo con música de ópera

Colección Los Eternos 4 El crepúsculo de los dioses

Cuarta entrega del coleccionable en tapa dura de Los Eternos que prosigue con la resolución de la llegada de la Cuarta Hueste de los Celestiales en las páginas de Thor. Panini Comics entona a Wagner como paso previo a la salvación de la humanidad.

El anillo del nibelungo

Richard Wagner fue un gran compositor, dramaturgo, poeta, ensayista, teórico de la música y también director de orquesta, muy prolífico y de profunda influencia y legado. Entre otras muchas obras de renombre compuso la conocida como tetralogía del anillo del nibelungo, obra que sirvió a Roy Thomas de inspiración para llevarla a las páginas de la serie dedicada al Dios del Trueno. Wagner precisamente había utilizado la mitología nórdica como fuente para alcanzar al mismísimo Yggdrasil musical con su obra.

Dividido en cuatro óperas denominadas El Oro del Rin, La Valquiria, Sigfrido y El Ocaso (o Crepúsculo) de los Dioses, el ciclo del Anillo aparece reflejado en las páginas de Thor recorriendo esa historia a través de la narración que el antiguo Ojo de Odín le hace al poseedor de Mjolnir y vástago del Padre de Todos. Aunque la adaptación engloba los diez números USA de este tomo, no será hasta los dos últimos, el que conmemora el número 300 y el siguiente, cuando hagan acto de presencia los Celestiales y muy en segundo plano, siendo generosos, la presencia de Los Eternos.

A todas luces una aventura de Thor

Por lo tanto nos encontramos ante un comic donde apenas vamos a poder disfrutar de la presencia de los Ikaris, Sersi, Thena y compañía pues su papel es más que residual. Lo que si resulta de vital importancia es que, por fin, se resuelve la trama que envolvía al juicio que estaba llevando a cabo la Cuarta Hueste de los Celestiales, afectando a la raza humana y el resto de pobladores del planeta Tierra. Un mérito que ya no hay que atribuir a Thomas sino a la dupla de guionistas formada por Ralph Macchio y Mark Gruenwald.

Ambos consiguen finalizar el Ocaso de los Dioses y aportan una solución original al complejo entramado que había tejido Jack Kirby en la colección original de Los Eternos. Parecía una empresa complicada de abordar para los miembros de una raza de inmortales poderosos que aun así no daban apariencia de conseguir hacerse plenamente con la situación. Qué mejor manera que recurrir a los dioses de los diferentes panteones presentes en el universo Marvel para conseguir resolver semejante entuerto.

Del Ragnarok a resolver quién es la madre del Dios del Trueno asgardiano

Los que nos criamos en los años ochenta bajo el paraguas de las publicaciones del Thor de Walter Simonson ya nos encontramos con la resolución a la pregunta sobre quien era la madre del Dios del Trueno y no era precisamente Frigga la respuesta. Pues bien, esa revelación tuvo lugar en la resolución de la saga de los Celestiales, en las páginas finales de este tomo en unos episodios que contaron con el dibujo de, un muy cumplidor, Keith Pollard, que ya había relevado a John Buscema en el tomo anterior de esta colección de Los Eternos.

Pollard no engrandece excesivamente su labor durante la adaptación de El anillo del nibelungo, pero si da una coherencia gráfica a una narración repleta de poses, para mayor gloria de Thor. Al final se completa el círculo que completa la llegada y partida de la Cuarta Hueste de los Celestiales sin necesidad de acudir a más que dos series, la que Kirby inició y la del poderoso Dios del Trueno, con un maravilloso Roy Thomas que se atrevía a adaptar cualquier cosa, no solo obras literarias sino también libretos de música que inspiraron los dioses.

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Jesús Salvador Gómez
Destetado en unos recreativos jugando al Ghost N’ Goblins y criado bajo el prisma del comic nacional de Ibañez, Escobar, Vazquez… y los clásicos Don Miki de Disney, su vida cambió el día que cayó en sus manos el número 45 de Spider-Man de Comics Forum. Desde entonces Marvel entró en su vida para no abandonarla jamás, al igual que lo han hecho los videojuegos. Amante de las etapas míticas de Claremont, Byrne, Miller, Stern o Simonson, confiesa sin pudor que su mujer es una parte culpable de que cumplida la cuarentena siga embebido por unas aficiones que no le abandonarán jamás.
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