One Piece es, sin discusión, una de las historias más queridas del anime mundial. Durante más de dos décadas, la tripulación de Luffy ha navegado por mares de aventuras conquistando millones de corazones. Sin embargo, en Netflix parece que los vientos no soplan tan a favor, y las cifras más recientes de audiencia muestran un descenso. ¿Está perdiendo fuerza el anime más famoso de todos los tiempos en la plataforma? La respuesta es más compleja de lo que parece.
Lo primero que hay que destacar es que One Piece en Netflix sigue siendo una de las franquicias más vistas. Entre 2023 y 2025 acumula la friolera de 174,1 millones de visualizaciones, un dato que muchos animes envidiarían. Pero al mirar con lupa los números anuales, la curva de popularidad empieza a torcerse. En 2023 se registraron 77,9 millones de vistas, en 2024 bajó a 71,4 millones, y en la primera mitad de 2025 apenas llegó a 24,8 millones. El contraste es evidente y abre el debate sobre qué está fallando.
El gran señalado por los fans es el Arco de Egghead, la saga más reciente del anime One Piece.
La primera parte, estrenada en 2024, consiguió 5,6 millones de reproducciones; la segunda, ya en 2025, se quedó en 2,6 millones. Si ponemos esas cifras al lado de Demon Slayer: Kimetsu no Yaiba, que con su arco del Distrito del Entretenimiento alcanzó 19,4 millones, o de Sakamoto Days, que despegó con 24,4 millones en medio año, la diferencia resulta abrumadora. ¿Acaso One Piece está perdiendo el brillo que lo convirtió en un fenómeno global?
La respuesta no es tan sencilla. El problema no es la calidad del anime, que sigue siendo alabado por la crítica y la comunidad. El verdadero talón de Aquiles parece estar en la estrategia de lanzamiento de Netflix. Mientras en Japón los episodios de One Piece se estrenan los domingos y en Crunchyroll se pueden ver ese mismo día, en Netflix llegan con seis días de retraso. Esa demora es letal en una era donde las redes sociales arden en cuestión de minutos con spoilers, teorías y memes. Para los fans, esperar casi una semana es como quedarse fuera de la fiesta.
One Piece
Además, el parón entre octubre de 2024 y abril de 2025 tampoco ayudó.
Medio año sin nuevos episodios es mucho tiempo para un fandom acostumbrado a seguir religiosamente las aventuras de los Sombrero de Paja cada semana. Ese vacío alimentó la desconexión y probablemente empujó a muchos espectadores hacia otras series disponibles en el mercado. Al fin y al cabo, el catálogo de anime es cada vez más competitivo y las alternativas nunca faltan.
Lo curioso es que Netflix sí ha sabido demostrar que el anime puede funcionar en su plataforma cuando se gestiona con inteligencia. Ahí están ejemplos como Dandadan, que con un simulcast consiguió 27,1 millones de visualizaciones, o Record of Ragnarok: Season 2, que con todo y ser de 2023, sumó 1,6 millones en 2025, rivalizando con el mismísimo One Piece. La diferencia es evidente: la puntualidad y la estrategia de estrenos importan tanto como el contenido en sí.
Esta situación resulta todavía más llamativa si recordamos que el live action de One Piece en Netflix fue un éxito rotundo. La adaptación con actores reales rompió las expectativas, se convirtió en tendencia global y renovó el interés por la saga. La primera temporada arrasó en audiencia y ya estamos contando los días para ver la segunda, que promete explorar arcos clave con un nivel de producción todavía más ambicioso. Esa disparidad entre el éxito del live action y el tropiezo del anime deja claro que el potencial existe, pero Netflix no lo está aprovechando del todo.
One Piece
Otro punto que genera dudas es el futuro del remake animado que prepara WIT Studio, titulado The One Piece.
Desde su anuncio, la información ha sido escasa, y muchos recuerdan con cierta desconfianza el destino de Moonrise, otro proyecto del estudio que pasó casi inadvertido en la plataforma. Sería un error imperdonable que algo tan esperado como un remake de One Piece no recibiera el apoyo promocional adecuado, sobre todo después de ver cómo la franquicia puede tambalearse si la estrategia falla.
Lo positivo es que One Piece sigue teniendo un público fiel y apasionado. La base de fans es gigantesca y está dispuesta a seguir acompañando a Luffy hasta encontrar el legendario tesoro. Pero para mantener ese entusiasmo en la era del streaming, Netflix tiene que ajustar las velas. El retraso de seis días en los estrenos puede parecer poco, pero en un mundo hiperconectado, es la diferencia entre sentirte parte de la conversación global o quedar relegado al margen.
En última instancia, el problema de One Piece en Netflix no es de contenido, sino de gestión.
La serie sigue siendo un coloso creativo, con personajes entrañables, batallas épicas y un universo que no deja de expandirse. El reto está en cómo hacer que todo eso llegue al espectador en el momento oportuno. La lección es clara: el tiempo es oro, y en el caso de One Piece, el tiempo es aventura.
Si la plataforma quiere que el barco de los Sombrero de Paja siga surcando los mares del éxito, deberá replantear su estrategia. Porque al final, el público no ha perdido el interés en One Piece; simplemente ha encontrado otros barcos en los que embarcarse mientras espera que Netflix se decida a zarpar a tiempo.
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Sin olvidar que la versión de acción real es un éxito tremendo y estamos esperando con muchas ganas la segunda temporada que llegará en 2026.
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