Cassandra Nova continúa amenazando a la raza mutante, y mientras los U Men atacan la Mansión ella conquista el imperio espacial más grande para acabar con todos los X Men.
Grant Morrison continuó manejando a los Hijos del Átomo en la revolución que cambió para siempre a los mutantes. Segundo arco de unos X-men que sigue todos los edictos que Chris Claremont había grabado a fuego en el ADN de la serie, y los lleva al extremo, para retorcer su universo hasta convertirlo en un futuro glorioso, y una trampa mortal, todo a la vez.
El mayor genocidio mutante de la historia solo era el principio del plan de Cassandra Nova, aunque han detenido su recorrido, la villana toma un desvío y aprovecha la situación para sustituir un poder terrestre por un imperio galáctico, un arma grande, por un arma enorme. Mientras, los humanos que quieren ser mutantes, y los despedazan para serlo, los U Men, siguen buscando órganos, ¿y qué mejor lugar que un instituto lleno de ellos?
Los X-men estaban en lo más alto, y seguía manteniendo un nivel increíble con un Grant Morrison en estado de gracia que manejaba la serie como quería, siempre recurriendo a la usual táctica de Claremont de abrir siempre tramas y de presentar personajes nuevos que tenían un uso en el futuro para el escocés. Los Cucos aterrizaban en la historia mutante, y era para quedarse, Jean volvía a escuchar el Fénix, y los poderes mentales de los mutantes se desplegaban hasta límites insospechados. Una batalla entre los seres más poderosos de la galaxia, y un secreto revelado que lo cambia todo. Era el segundo arco argumental, y Morrison seguía sorprendiendo.
Y llegan los refuerzos a los lápices
Continuaba Frank Quitely en los lápices, empezó y acabó la historia, pero tuvo ayuda de dos autores ahora bien conocidos en X-men, eso que en aquellos años aún no tenían la misma fama, infamia en el caso de uno de ellos. Igor Kordey y Ethan Van Sciver. Siempre se achacó a Kordey falta de limpieza, de detalle y de ser rápido pero no compararse al resto de autores de la serie, pero desde luego, para el tiempo que tuvo, deja un arte notable que le permite contar con soltura todo lo que Morrison necesitaba contar, y eso, es bastante más difícil de lo que la gente cree.
Dentro de este tomo nos encontramos la aventura más recordada de la saga, la que lleva al interior de la mente de Xavier, donde Jean Grey y Emma Frost intentan resolver uno de los misterios mejor guardados por el patriarca mutante. Quitely convirtió un delirio mental de Morrison, que mezclaba metáforas, simbología, y silogismos dentro de un guion, en un cómic lleno de tantas referencias y potencia que ataca la vista del lector, y se mete en su mente de tal forma, que las batallas mentales de cualquier telepata se comparan con este capítulo maravilloso, raro, y sobre todo poderoso.
Y así llegamos al final de un arco brutal, tanto en argumento como en arte, en el que el universo cambia para los X-Men, y su futuro, parece lleno de luz, y de sombras. El Fénix asoma, y la muerte siempre acompaña a ese ser inmortal.
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