El cortometraje Insalvable no solo incomoda por lo que cuenta, sino por cómo obliga al espectador a mirarse a sí mismo. Con más de 60 selecciones en festivales, numerosos premios y su inscripción para competir al Goya a Mejor Cortometraje de Ficción, el nuevo trabajo de Javier Marco se ha convertido en uno de los títulos clave de la temporada. En Cinemascomics hablamos con su director y guionista para desgranar el origen de la historia, su dilema moral y ese final abierto que está dividiendo al público.
«Estar en la carrera de los Goya es bonito… y también una espera»
Para Javier Marco, el momento actual mezcla ilusión y nervios. La inscripción a los Premios Goya supone, ante todo, una oportunidad para que el corto llegue a más gente. “Cuando haces un cortometraje lo que quieres es que se vea. Que esté a disposición de los académicos ya es un paso muy bonito”, explica. Pero reconoce que también hay una parte inevitable de incertidumbre: la espera, las fases, la sensación de no poder hacer mucho más que confiar en el recorrido del trabajo.
Con años de experiencia en el mundo del corto, Marco admite que ahora lo vive con algo más de calma, aunque la emoción sigue ahí. Especialmente cuando empiezan a llegar mensajes de gente que ha visto Insalvable y necesita comentarlo.
Una anécdota real… llevada al peor escenario posible
El origen del guion —que firma junto a Belén Sánchez-Arévalo— parte de algo sorprendentemente cotidiano. “Unos amigos nos contaron que habían salvado la vida a una persona y que, en agradecimiento, esa persona les invitó a comer a un sitio muy lujoso de Madrid. Fue una experiencia preciosa”, recuerda Marco. A partir de ahí surgió la pregunta clave: ¿y si esa persona salvada fuera la peor posible?
Ese giro lo cambió todo. Insalvable nace de darle la vuelta a una historia real para explorar la moralidad humana, el abuso de poder y la manipulación. No desde lo explícito, sino desde la incomodidad constante. Desde la sensación de que algo no encaja, aunque nadie esté haciendo nada claramente ilegal.
Un corto que no quiere darte la respuesta
Uno de los rasgos más comentados del corto es su negativa a ofrecer una solución clara. Marco lo tiene claro: “Nos interesan las historias que te dejan pensando, que te obligan a posicionarte”. Aunque como guionistas ellos tenían una respuesta personal sobre qué harían en esa situación, el contacto con el público les demostró que no existe una única lectura.
En los coloquios tras las proyecciones, las opiniones se dividen de forma radical. Hay quien ayudaría sin dudarlo y quien no lo haría bajo ningún concepto. Para el director, ahí está la riqueza de la propuesta: el espectador hace el mismo recorrido emocional que Mauro, el personaje interpretado por Javier Pereira.
La cena como encerrona psicológica

Toda la acción de Insalvable se concentra en una cena que empieza como un gesto de agradecimiento y termina convertida en una auténtica trampa emocional. Mauro pasa de sentirse afortunado —por estar en un lugar al que nunca podría acceder por su situación económica— a querer marcharse cuanto antes. El problema es que no puede.
“El corto es un duelo entre dos personas”, explica Marco. Una tiene el poder, la otra no. Y quien lo tiene lo ejerce sin levantar la voz, convencido incluso de que está ayudando. Ángel, el personaje de Pedro Casablanc, no se ve a sí mismo como un villano. Desde su punto de vista, está devolviendo un favor. Desde el de Mauro, algo huele mal.
La oferta que nunca se explica del todo
Uno de los elementos más inquietantes del corto es la propuesta laboral que Ángel pone sobre la mesa. No se concreta, no se detalla y nunca llega a verbalizarse con claridad. Y eso es deliberado. “Queríamos dejar esa parte turbia sin aclarar”, señala Marco. La ambigüedad obliga al espectador a rellenar los huecos con sus propios miedos y prejuicios.
El resultado es que cada persona imagina algo distinto. Algunos ven una oportunidad real, otros una amenaza encubierta. Esa diferencia de percepciones es parte del juego narrativo de Insalvable.
Un final abierto que multiplica el debate
Sin entrar en detalles, el corto culmina con un segundo dilema todavía más incómodo que el primero. La situación se repite, pero las circunstancias han cambiado, y la decisión pesa el doble. Marco reconoce que le sorprendió descubrir cuánta gente afirma que no ayudaría en ese momento final, algo que él mismo no esperaba al escribir el guion.
Ese choque de opiniones es, precisamente, lo que buscaban. Que la película no terminara cuando aparecen los créditos, sino que continuara en forma de discusión, reflexión y debate personal.
Un recorrido que da sentido a todo
Desde su estreno en primavera, Insalvable ha pasado por festivales como Málaga o Medina del Campo y ha acumulado premios y reconocimientos. Para Marco, más allá de los galardones, lo más valioso son los mensajes de espectadores que confiesan haberse sentido removidos. “Eso te da energía para seguir contando historias”, admite.
Con la carrera hacia los Goya en marcha, el director tiene claro qué le gustaría que el público se llevara del corto: una pregunta incómoda, sin respuesta fácil. De esas que no se olvidan al salir del cine.
Porque Insalvable no busca agradar. Busca enfrentarte a una decisión. Y dejarte a solas con ella. ¿Tú qué harías en el lugar de Mauro? ¿Ayudarías de nuevo… o esta vez mirarías hacia otro lado? Te leemos en comentarios.


