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Crítica Juego Sucio

Crítica de Play Dirty (Juego sucio): Shane Black vuelve al turrón navideño con Mark Wahlberg en modo “te robo, te remato y te dejo un chascarrillo”

Mark Wahlberg se mete en el atraco más salvaje de Shane Black en Play Dirty, ya disponible en Prime Video.
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Hay películas que no quieren cambiarte la vida, solo dejarte con una sonrisa torcida y olor a pólvora en la chaqueta. Play Dirty (Juego sucio) es de esas. La nueva gamberrada de Shane Black —padrino del “buddy/action” con pólvora y mala leche— aterriza en Prime Video con un objetivo clarísimo: reivindicar el placer culpable del cine de atracos ochenteros, pero barnizado con el cinismo de 2025 y la cadencia macarra del director de Lethal Weapon, Kiss Kiss Bang Bang y The Nice Guys. ¿Sale el cóctel? Sale… chisporroteando. A veces te quema el paladar, a veces sabe a “ya lo he probado”, pero te lo bebes igual.

Así arranca: caballos, maletines y una traición en ropa interior

Shane Black no pide permiso: abre con un robo en un hipódromo que se va al infierno en cuestión de segundos. Parker (Mark Wahlberg), ladrón profesional con brújula moral hecha de acero y dinerito, entra a trabajar con su equipo, y cuando parece que la cosa se complica lo justo para fardar, Zen (Rosa Salazar) decide que no está aquí para hacer amigos: se marca un strip, bang & bye que deja a Parker con un cadáver en la conciencia, un botín volando y una promesa de venganza. Es la energía “Shane Black™”: violencia seca, línea ingeniosa, y Navidad de fondo como recordatorio de que lo bonito también corta.

En diez minutos ya sabemos a qué hemos venido. Wahlberg está cómodo en su carril de tipo lacónico con sonrisa de “no me tientes”, Salazar firma una entrada de personaje que literalmente explota la película y la cámara se mueve como si también quisiera huir de la policía. El tono es el de siempre: cínico, bromista y con un puntito misántropo que a Black le sienta fetén.

Lo que hace única esta película: Parker por fin muerde

Parker no es un invento de hoy: es el protagonista duro y sin remordimientos de 24 novelas de Donald E. Westlake (bajo el seudónimo Richard Stark). Lo han interpretado Lee Marvin, Mel Gibson, Jason Statham… y ahora Wahlberg, que quizá no tenga el magnetismo inquietante de Marvin, pero sí esa frialdad de “si me miras mal, te tiro por la azotea” que aquí funciona porque Black no edulcora. Su Parker no es carismático por simpático, es carismático por eficiente. Quiere el plan, el botín y la salida. Si en el camino alguien cae, es martes.

El “mordisco” de Play Dirty está en su casualidad homicida: la película asume que la violencia en este mundo es un idioma y lo habla con soltura. De pronto te encuentras riendo en un beat cómico y, en el mismo plano, un empujón convierte a un secundario en meteorito humano. No es para todos, pero esa falta de temblor es parte del sello.

Un reparto de lujo… con un ladrón que roba la película

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Copyright: © Amazon Content Services LLC – Brenda (Claire Lovering), Zen (Rosa Salazar), Ed (Keegan-Michael Key), Grofield (LaKeith Stanfield), and Parker (Mark Wahlberg) in PLAY DIRTY. Photo Credit: Jasin Boland/Prime © Amazon Content Services LLC

El equipo que Parker monta para el “golpe gordo” incluye a Grofield (LaKeith Stanfield), actor de teatro experimental cuando no está saboteando sistemas de seguridad con una calma de seda; Ed y Brenda (Keegan-Michael Key y Claire Lovering), pareja de ladrones con diálogo milimetrado; Stan (Chai Hansen), conductor que baila Boney M. mientras huye; y Lozini (Tony Shalhoub), capo corporativo que ha convertido el crimen en un PowerPoint. Chukwudi Iwuji aparece como millonario con gusto por reliquias imposibles y Nat Wolff se divierte como secuaz con vocación de muñeco de pruebas.

Pero el secreto peor guardado es que LaKeith Stanfield se come la pantalla. Su Grofield habla bajito, viste más cool que la propia película y parece flotar hasta que entra la mala leche. Cada escena suya sube el “octanaje de personalidad”. Si nos dicen que mañana hay spin-off con él haciendo heists para financiar una versión posdramática de Hamlet en Illinois, compramos entradas.

El plan (y el McGuffin) que nos mete en la madriguera

La alianza Parker-Zen, contra pronóstico, cristaliza ante un botín de leyenda: la figura dorada de la “Dama de Arintero”, rescatada de un galeón del siglo XV y custodiada como si la propia historia llevara alarma. Por el medio, un dictador latino con manos largas y una operación que implica Naciones Unidas, un convoy imposible, un tren de basura que vuela y una caja fuerte de aleación dura como la conciencia de Parker.

Black encadena set pieces: persecución que pisa hipódromos, asalto subterráneo de manual, atraco con relojería de Ocean’s y descaro de Bad Boys, y un clímax que reafirma su mantra: si algo puede salir mal, saldrá divertido. La película no busca la verosimilitud: busca el ritmo, el chiste a destiempo y la imagen loca que te encaja el sofá. A ratos, el CG canta y el “New York australiano” se le ven las costuras, pero la coreografía manda.

Shane Black, santo patrón de los tiros con guiño

Lo que distingue a Black de sus imitadores de streaming es la música de sus diálogos. Hay timing, hay “setup-punch” en dos líneas, y hay una cadencia navideña que en su cine no es decoración, es temperatura. Aquí vuelve a equilibrar sarcasmo y set piece, aunque la ambición le desborda: dos horas y cinco minutos que podrían respirar un pelo. Aun así, cuando la cosa amenaza con volverse “heist by numbers”, Stanfield, Salazar o un remate cruel le devuelven el pulso.

El otro rasgo Black está en el olfato para los códigos. Play Dirty sabe que el público de hoy ha visto mil atracos. Por eso no intenta “explicar” cada engranaje; prefiere la broma lateral (ese “deja de decir m.p.h.”) y el cuchillito moral: Parker es un profesional que no confunde justicia con espectáculo. Si se alía con Zen para “un bien mayor”, no se convierte en santo. Sigue siendo Parker.

Parker vs. Wahlberg: ¿carisma o autopiloto?

¿Funciona Wahlberg? Sí… en el registro Wahlberg. Su Parker no tiene el magnetismo taciturno de Marvin en Point Blank ni la electricidad amarga de Gibson en Payback, pero entrega un ladrón eficiente, mirada de acero y una ironía menos chispeante de lo que el guion pide (la sombra de Robert Downey Jr., que estuvo ligado al proyecto, se nota). ¿Molesta? No. ¿Te imaginas a otro? También. Lo bueno es que alrededor todo ruge lo suficiente para que no importe tanto.

¿Y la polémica? Entre el “blast” y el “meh” hay una sonrisa torcida

La recepción viene partida por la mitad: hay quien la aplaude como el regreso con músculo de Shane Black, y quien ve un atraco inflado y funcional. La verdad —y aquí nos ponemos el gorro Cinemascomics— es que las dos cosas son ciertas: Play Dirty es más sabrosa y personal que la media de “acción de plataforma”, más ingeniosa que sus clones, menos fina que la cima del propio Black. Te da lo que promete y, cuando se queda sin aire, sabe correr con estilo.

La química que paga la entrada (y el plus friki)

copyright: © amazon content services llc - parker (mark wahlberg) and grofield (lakeith stanfield) in play dirty. photo credit jasin boland prime video

Copyright: © Amazon Content Services LLC – Parker (Mark Wahlberg) and Grofield (LaKeith Stanfield) in PLAY DIRTY. Photo Credit Jasin Boland Prime Video

Wahlberg + Stanfield funciona como eje de buddy movie, Wahlberg + Salazar enciende ese tira y afloja de balas y principios que pide el género, y Shalhoub borda el mafioso que ha externalizado su alma al departamento de contabilidad. De propina, cameos que guiñan a los muy frikis, una partitura con perfume setentero que te dice “esto es cine de poli-ladrón con traje y sangre”, y un desfile de chistes homicidas que no piden perdón.

¿Y entonces… merece la pena?

Si buscas una heist movie quirúrgica, con lógica suiza y moral kantiana, no es aquí. Si te va el atraco como parque de atracciones, con prosa afilada, personajes bigger-than-life y violencia que se ríe en voz baja, dale al play sin miedo. Play Dirty (Juego sucio) es entretenimiento con colmillo, nostalgia ochentera con resaca 2025 y un recordatorio: Shane Black sigue sabiendo mezclar pólvora con punchlines mejor que la mayoría.

Y sí, la Navidad vuelve a ser su escenario favorito para preguntarnos quién es el Grinch: ¿el dictador que intenta robarle a un país su tesoro? ¿El millonario que quiere comprar historia al peso? ¿O este Parker que te desea Feliz Año Nuevo mientras te quita el botín?

¿Y ahora qué?

El cierre deja puerta entreabierta a más Parker. No nos dolería ver otro trago de este cóctel si Black ajusta el metraje y deja que Stanfield y Salazar respiren aún más. Con un puntito extra de estilo visual (a veces el look de streaming se impone) y dos páginas menos de trama, podría ser un pepinazo.

Hasta entonces, en Prime Video ya tienes tu dosis de crimen navideño con sarcasmo. No te cambiará el mundo, pero te lo hará más canalla durante dos horas.

Sangre, chistes y un Parker que no firma autógrafos. Si quieres debatir el final (o quién roba la peli de verdad), te leemos en comentarios. Y si te ha gustado la crítica, síguenos en Google News para no perderte ni un atraco más.

Juego Sucio (Dirty Party)

NOTA CINEMASCOMICS

TOTAL

En Juego sucio, un thriller lleno de acción del director Shane Black con Robert Downey Jr. como productor ejecutivo, un experto ladrón lleva a cabo el mayor robo de su vida. Parker (Mark Wahlberg), junto a Grofield (LaKeith Stanfield), Zen (Rosa Salazar) y un equipo experto, se ven involucrados en un golpe que los enfrenta a la mafia de Nueva York en esta arriesgada misión. Completanelreparto Keegan-Michael Key, Chukwudi Iwuji, Nat Wolff, Thomas Jane y Tony Shalhoub.

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carlos gallego guzmán

Carlos Gallego Guzmán

Carlos Gallego Guzmán ISNI: 0000 0005 1791 9571 es fundador y director de Cinemascomics.com, medio líder en información de cine, series, cómics y cultura pop en español. Con más de una década de experiencia en el sector digital, ha desarrollado una línea editorial centrada en grandes franquicias como Marvel, DC, Star Wars, ciencia ficción y animación. Su trabajo ha sido referenciado por múltiples plataformas y bases de datos internacionales, consolidando su identidad digital a través de identificadores oficiales como Wikidata e IMDb.

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