A veces una carrera de cine se construye con decisiones imposibles, saltos al vacío y amistades que aparecen cuando más las necesitas. Eso fue lo que reveló Ana de Armas durante su esperada charla en el Festival Internacional del Mar Rojo en Arabia Saudí, donde repasó su viaje desde La Habana hasta convertirse en una de las artistas más versátiles —y queridas— de Hollywood.
En un escenario abarrotado, la actriz se abrió con una honestidad desarmante, recordando los tropiezos, los milagros y los giros accidentales que terminaron convirtiéndola en algo que jamás imaginó: una estrella de acción.
Una amistad inesperada que cambió sus primeros pasos en Hollywood
Ana recordó el día en que coincidió con Keanu Reeves por primera vez, recién llegada a Los Ángeles y sin hablar casi una palabra de inglés. Ambos protagonizaron Knock Knock, el thriller de Eli Roth que, sin saberlo, marcaría el comienzo de una relación que ella describe como “una amistad preciosa”.
Al recordar aquella época, sonó entre divertida y vulnerable. Apenas podía comunicarse, los rodajes eran más agotadores por la barrera del idioma que por las propias escenas, pero Keanu —dice— la trató con una amabilidad que jamás olvidará. Era su primer contacto real con Hollywood y, en medio del caos, encontró en Reeves una brújula.
Reencontrarse con él en Ballerina, el spin-off de John Wick, fue algo más que una coincidencia profesional. “Diez años después, volver a trabajar juntos, en ese universo que ellos han construido con tanto cariño… fue cerrar un círculo”, confesó.
Convertirse en actriz de acción… sin planearlo jamás
La parte más sorprendente de su charla llegó cuando Ana admitió que su carrera en el cine de acción fue pura casualidad. Nunca se vio a sí misma saltando, peleando o realizando secuencias de riesgo. Pero todo cambió con No Time to Die. Luego vinieron The Gray Man, Ghosted y, finalmente, Ballerina, donde llevó su cuerpo al límite.
El entrenamiento fue brutal, según contó, una especie de maratón físico que parecía no terminar nunca. Empezó meses antes del rodaje y continuó mientras las cámaras ya estaban grabando. Cada día aprendía algo nuevo, improvisaba movimientos, repetía coreografías que no había ensayado con antelación. Fue extenuante… pero también liberador. “Aprendí muchísimo. Me encantó descubrir hasta dónde podía llegar”, dijo con una sonrisa que mezclaba orgullo y incredulidad.
Ana de Armas en Ballerina (2025)
De La Habana a Hollywood: un viaje lleno de huidas hacia adelante
Parte del encanto de Ana de Armas es que nunca ha ocultado la fragilidad de sus comienzos. Creció en Cuba rodeada de amigos, risas y pequeñas actuaciones improvisadas para el vecindario. No había dudas: quería ser actriz. Tampoco había alternativa.
Mientras estudiaba teatro, consiguió su primer papel para cine. Era algo prohibido para los alumnos, pero la oportunidad fue demasiado grande como para dejarla pasar. Aun así, tuvo que dejar la escuela temporalmente y separarse de sus compañeros. A su manera, fue su primer salto al vacío.
El segundo llegaría poco después, cuando decidió mudarse a Madrid con apenas 300 euros en el bolsillo, tres maletas y la sensación de que el mundo se le venía encima. En España, tras dormir en el sofá de una amiga, estalló en una serie que la convirtió en rostro conocido. El éxito fue inmediato… y, curiosamente, asfixiante. Durante años le ofrecieron el mismo tipo de papeles, sin posibilidad de crecer. Por eso, volvió a hacer lo que siempre ha hecho cuando se siente atrapada: irse.
La apuesta por Los Ángeles y el renacer de su carrera
Llegar a Hollywood supuso empezar desde cero. Nadie conocía su trabajo. Nadie sabía quién era. Su carrera en Cuba y España parecía haberse evaporado en el aire. Aprendió inglés con esfuerzo, audicionó sin descanso y pasó meses reinventándose.
Ese esfuerzo tuvo una recompensa gigantesca cuando Denis Villeneuve la eligió para Blade Runner 2049. Para ella, fue como estar en un sueño. Trabajar con Ryan Gosling, Harrison Ford y Roger Deakins le recordó por qué amaba tanto esta profesión. “Me sentí una niña otra vez”, dijo.
Y luego llegó No Time to Die, donde apenas necesitó quince minutos en pantalla para robarse la película. Aquella secuencia frenética, que nació sin guion definido, cambió su vida de forma irreversible.
“Blonde” y el papel que lo transformó todo
Blonde
Su interpretación de Marilyn Monroe fue un punto de no retorno. Ana habló del miedo, de la presión, del respeto casi religioso al abordar a un icono tan complejo. La preparación fue enorme, un proceso largo y exigente que terminó convirtiéndose en una especie de viaje íntimo hacia lugares que no sabía que podía habitar. La nominación al Oscar no fue un premio en sí misma, sino un reconocimiento al acto de valentía que supuso aceptar el reto.
El impacto de Blonde sigue marcando su carrera. La actriz confesó que, a veces, nota que Hollywood intenta encasillarla de nuevo, esta vez en personajes de acción, cuando su trabajo ha sido, precisamente, lo contrario: escapar siempre de lo cómodo.
“A veces la industria te ofrece cosas que no son lo que tú quieres hacer”, dijo. “Y ahí es cuando tienes que perseguir tú misma lo que viene después.”
Ana de Armas no piensa quedarse quieta. No piensa repetir roles. Y no piensa elegir el camino fácil. Si algo dejó claro en su charla es que su carrera ha nacido de decisiones pequeñas pero valientes, de amistades que abrieron puertas y de una determinación feroz por seguir creciendo.
Su historia no es solo la de una actriz que conquista Hollywood. Es la de alguien que nunca deja de saltar al vacío para ver qué hay al otro lado. Síguenos en Google News para no perderte ninguna historia del mundo del cine.


