Howard Phillips Lovecraft nunca fue famoso en vida. Ni respetado. Ni mucho menos rico. Murió en 1937 convencido de que su obra apenas había dejado huella. Casi un siglo después, su nombre está por todas partes, incluso cuando no aparece en los créditos.
Cada vez que una historia te dice que el universo es demasiado grande para comprenderlo, que hay cosas antiguas esperando en la oscuridad o que el conocimiento puede destruirte, Lovecraft está ahí, sonriendo desde alguna esquina cósmica con tentáculos.
Y eso lo convierte en uno de los autores más influyentes —y más irónicos— de la cultura pop moderna.
Un escritor raro, incluso para su tiempo
P. Lovecraft nació el 20 de agosto de 1890 en Providence, Rhode Island, y murió el 15 de marzo de 1937 en la misma ciudad. Vivió casi toda su vida allí, encerrado entre libros, cartas y una mente que nunca dejó de imaginar horrores imposibles.
Fue un hombre profundamente introvertido, marcado por problemas de salud, una infancia complicada y una visión muy pesimista del ser humano. Creció leyendo ciencia, astronomía y literatura gótica, y pronto desarrolló una idea que lo separaría del resto de escritores de terror de su época: el verdadero miedo no está en los monstruos, sino en nuestra insignificancia.
Es importante decirlo sin rodeos: Lovecraft tenía ideas racistas y xenófobas, reflejo de su contexto histórico y personal. Su figura no es cómoda ni ejemplar, y eso forma parte del debate actual sobre su legado. Pero su impacto cultural va mucho más allá de sus prejuicios, y es precisamente ahí donde reside su importancia.
Antes y después de Lovecraft: el terror cambia para siempre
Antes de Lovecraft, el terror solía ser reconocible. Vampiros, fantasmas, hombres lobo, asesinos. Todo daba miedo, pero todo podía entenderse, combatirse o destruirse. Lovecraft rompe esa lógica.
En su obra, el ser humano no importa. No es especial. No es el centro del universo. Es apenas un accidente cósmico, atrapado en una realidad gobernada por entidades tan antiguas y vastas que ni siquiera se molestan en fijarse en nosotros.
Ese concepto dio origen al llamado horror cósmico o terror lovecraftiano, un tipo de miedo basado en lo incomprensible, lo infinito y lo inevitable.
Aquí no hay héroes que salvan el día. Hay personajes que, con suerte, sobreviven… aunque jamás vuelven a ser los mismos.
Cthulhu: el monstruo que se comió a su creador

De todos los horrores que Lovecraft imaginó, uno eclipsó al resto: Cthulhu. Apareció por primera vez en La llamada de Cthulhu (1928), publicado en la revista Weird Tales.
Cthulhu no es un villano clásico. No tiene planes, no habla, no busca dominar el mundo. Simplemente existe, dormido en la ciudad sumergida de R’lyeh, esperando el momento en que las estrellas sean propicias.
Su diseño —una mezcla imposible de pulpo, dragón y pesadilla— se convirtió en un icono cultural. Hoy aparece en camisetas, memes, figuras, videojuegos e incluso bromas de oficina. Lo irónico es que representa exactamente lo contrario a lo simpático: la aniquilación de la lógica humana.
Un universo compartido antes de que eso fuera normal
Lovecraft no escribía historias aisladas. Creó un universo interconectado, algo muy poco habitual en su época. Libros prohibidos como el Necronomicón, ciudades malditas como Arkham, Innsmouth o Dunwich, y entidades como Azathoth, Yog-Sothoth o Nyarlathotep aparecían una y otra vez, creando una mitología coherente y perturbadora.
El Necronomicón, por cierto, no existe. Es un libro ficticio tan bien construido que durante décadas hubo lectores convencidos de que era real. Ese nivel de inmersión dice mucho del talento de Lovecraft para hacer creíble lo imposible.
Murió pobre… y empezó la leyenda
Lovecraft murió con 46 años, enfermo y prácticamente arruinado. En vida apenas ganó dinero con sus relatos, que publicaba en revistas pulp por cantidades irrisorias. Nunca vio su obra convertida en fenómeno.
Pero tras su muerte ocurrió algo clave: su obra quedó en gran parte libre de derechos, lo que permitió que otros autores, cineastas y creadores la adaptaran, expandieran y reinterpretaran sin grandes barreras legales. Ahí empezó la verdadera invasión.
Lovecraft en el cine: un matrimonio complicado
Adaptar a Lovecraft al cine siempre ha sido difícil. Su terror es más atmosférico que visual, más mental que físico. Aun así, hay películas fundamentales. Re-Animator (1985), dirigida por Stuart Gordon, convirtió uno de sus relatos en una obra de culto llena de humor negro y gore desatado. The Call of Cthulhu (2005) apostó por una adaptación muda y sorprendentemente fiel al espíritu original. Más recientemente, Color Out of Space (2019), protagonizada por Nicolas Cage, recuperó El color que cayó del cielo, uno de sus relatos más inquietantes.
Y aunque no adapten directamente sus textos, películas como Alien, The Thing, Annihilation, Event Horizon o The Lighthouse respiran Lovecraft en cada escena.
Series: el horror cósmico entra en casa

Durante años, parecía imposible trasladar este tipo de terror a la televisión. Hasta que llegó Lovecraft Country (2020), producida por Jordan Peele y J. J. Abrams.
La serie mezclaba horror lovecraftiano con crítica social, abordando de frente los aspectos más incómodos del legado del autor. Fue ambiciosa, imperfecta y valiente.
Otras series como True Detective (temporada 1), Stranger Things o incluso Rick and Morty utilizan conceptos claramente inspirados en Lovecraft: entidades antiguas, realidades ocultas y un universo indiferente.
Cómics: Lovecraft se cuela en Marvel y DC
El cómic ha sido uno de los medios donde Lovecraft ha encajado con mayor naturalidad. En Marvel, personajes como Shuma-Gorath, enemigo de Doctor Strange, están directamente inspirados en los Mitos de Cthulhu. El propio Dormammu comparte rasgos claros con las deidades cósmicas lovecraftianas.
En DC, autores como Alan Moore exploraron el legado del escritor en obras como The Courtyard, Neonomicon y Providence, llevando el horror cósmico a terrenos adultos y perturbadores.
Incluso Batman ha coqueteado con este tipo de terror en historias donde Gotham se enfrenta a amenazas que van más allá de lo humano.
DC Comics
Videojuegos: el medio perfecto para Lovecraft
Si hay un medio que entiende a Lovecraft, es el videojuego. La sensación de indefensión, locura progresiva y descubrimiento encaja perfectamente. Call of Cthulhu: Dark Corners of the Earth recreó Innsmouth con una atmósfera opresiva y asfixiante.
Bloodborne es, sin decirlo abiertamente, uno de los juegos más lovecraftianos jamás creados. Dioses antiguos, conocimiento prohibido y horror cósmico disfrazado de acción. Otros títulos como The Sinking City, Eternal Darkness, Amnesia o incluso ciertos arcos de World of Warcraft beben directamente de su imaginario.
Por qué Lovecraft sigue importando hoy
Lovecraft sigue vivo porque su mensaje encaja demasiado bien con nuestro tiempo. Un mundo enorme, incomprensible, lleno de fuerzas que no controlamos y verdades que preferiríamos no conocer.
En una era de superhéroes invencibles y finales felices, Lovecraft nos recuerda algo incómodo: no somos especiales. Y quizá por eso, casi cien años después, seguimos regresando a él. Porque cuando el universo parece demasiado grande, demasiado extraño y demasiado indiferente… H. P. Lovecraft ya estuvo allí antes.
¿Dónde descubriste tú a Lovecraft por primera vez? Cuéntanos en comentarios y síguenos en Google News para más historias que deberían permanecer dormidas… pero no lo hacen.


