¿Y si Tarantino no se equivocó, sino que estaba jugando contigo desde el principio? La escena más famosa de Kill Bill: Vol. 2 es también una de las más malinterpretadas. Y no, no tiene nada que ver con espadas ni con sangre, sino con un discurso sobre Superman que, veinte años después, sigue generando debate. Pero ¿y si todo el mundo se ha confundido con su verdadero sentido?
Muchos han acusado a Tarantino de no entender al Hombre de Acero. Lo cierto es que el director entendía perfectamente a Superman… y a su villano también.
Así arranca el famoso discurso sobre Superman
Cerca del final de Kill Bill: Vol. 2, el personaje de Bill, interpretado por David Carradine, lanza un monólogo aparentemente filosófico mientras espera que el suero de la verdad haga efecto en Beatrix Kiddo (Uma Thurman). Entre confesiones, recuerdos y veneno emocional, aparece el tema inesperado: Superman.
Según Bill, Clark Kent es el verdadero disfraz. Es un personaje débil, torpe y cobarde porque así es como Superman nos ve a nosotros: “Clark Kent es una crítica a la humanidad”, dice. Su razonamiento es frío, directo… y tremendamente equivocado. ¿Pero quién se equivoca realmente? ¿Bill o Tarantino?
No es Tarantino hablando… es un villano envenenado
Durante años, muchos interpretaron que ese discurso reflejaba la visión real de Quentin Tarantino sobre los superhéroes. Al fin y al cabo, es un director que ha usado a sus personajes como altavoces de sus opiniones en otras películas (Pulp Fiction, Jackie Brown, etc.).
Pero esta vez es diferente. Bill no es un filósofo. Es un asesino narcisista que ha secuestrado a su exnovia, la ha torturado psicológicamente y está a punto de matarla. Y su lectura de Superman no es una tesis académica. Es un reflejo de su propio cinismo.
¿Qué dice realmente esa escena?
Bill compara a Superman con Beatrix Kiddo. Según él, así como Clark Kent es un disfraz para ocultar a un dios entre los humanos, la vida de Beatrix como esposa y madre era una máscara para esconder a la asesina que realmente es.
Es un paralelismo inteligente, sí, pero no universal. Lo que Bill está proyectando es su forma de ver el mundo: una donde los poderosos desprecian a los débiles. Y como él desprecia a la gente común, asume que Superman también lo hace. Pero eso no es lo que representa Superman.
Superman jamás miraría por encima del hombro

Cualquier lector de cómics lo sabe: Superman no ve a los humanos como inferiores. Son su familia. Su historia. Su origen emocional. Clark Kent no es solo un disfraz. Es la forma en que Kal-El honra a quienes lo criaron: Jonathan y Martha Kent. Es la conexión que lo mantiene humano. Su parte más vulnerable, y también la más auténtica.
Tarantino sabe esto. Por eso no es casual que sea Bill quien diga lo contrario. Porque esa es la gracia: el villano proyectando su propia podredumbre moral en un icono que representa todo lo contrario.
El metadiscurso de Tarantino: ficción dentro de la ficción
Aquí es donde el análisis se pone más interesante. Tarantino distingue entre dos tipos de películas en su universo: las que ocurren en su “realidad” y las que los personajes de esa realidad podrían ver en el cine. Kill Bill, con sus samuráis imposibles y escenas de anime, es una película dentro de ese “universo de películas”.
Eso significa que Kill Bill no pretende retratar la realidad ni la verdad de los personajes que idolatra. Todo está pasado por el filtro del espectáculo, el exceso y el cine como arte exagerado.
Entonces, ¿por qué tomarse en serio el discurso de Bill? Justamente por eso: porque no hay que hacerlo.
El mismo discurso dice más de Bill que de Superman

Bill cree que Superman desprecia a los humanos porque él mismo lo haría. Cree que Beatrix no puede escapar de su pasado porque él tampoco lo hizo. Cree que nadie cambia, que nadie merece redención. Y en ese último punto es donde el discurso se rompe.
Porque Kill Bill no va de venganza. Va de amor, pérdida, maternidad, identidad y transformación. Beatrix sí cambia. Superman también. Clark Kent no es una farsa: es una elección. Una forma de estar en el mundo desde la empatía. Y eso, a ojos de Bill, es incomprensible.
¿Y qué nos dice esto de Tarantino como autor?
Que Quentin Tarantino, lejos de burlarse de Superman, lo eleva como símbolo de esperanza en una película sobre violencia. Que utiliza a Bill no como portavoz, sino como espejo oscuro. Y que, como siempre, nos invita a pensar más allá del diálogo cool y el montaje brillante.
Kill Bill tiene capas. Y esta es una de las más interesantes, porque enfrenta dos formas de ver el mundo: el cinismo elegante de Bill, contra la ternura que se esconde en la figura del superhéroe más poderoso.
¿Y tú, de qué lado estás? ¿Ves a Superman como una crítica a la humanidad o como su mejor versión? ¿Te parece que Bill tenía razón… o que Tarantino te estaba troleando desde el principio?
La próxima vez que veas esa escena, recuerda: no todo lo que dice un personaje de Tarantino está hecho para ser creído. A veces, está ahí para que lo cuestiones.




