Hay personajes en Marvel que mueren. Hay personajes que mueren mucho. Y luego está Charles Xavier, que juega en su propia liga. El fundador de los X-Men no cae una vez ni dos: cae tantas veces que ya parece una mecánica del guion, como si al pobre Chuck le hubieran puesto un botón de “apagado narrativo” que los guionistas no pueden dejar de pulsar. Es casi una tradición mutante. Un ritual cósmico. Un “ya tocaba”.
Lo mejor es que cada muerte tiene su propio drama, su propia sorpresa, su propio “esta vez sí parece definitivo”, y aun así, como buen personaje Marvel, siempre regresa como si Krakoa lo hubiera contratado de influencer de la resurrección. Lo curioso es que muchas de estas muertes fueron épicas, otras fueron un desastre emocional, algunas dieron luz a universos alternativos enteros y un par duraron menos que un descanso entre clases en la Mansión Xavier.
Así que hoy vamos a repasar, con el cariño friki que nos caracteriza en Cinemascomics, todas las veces que el Profesor X murió en los cómics, por qué cayó, cómo regresó y qué locuras cósmicas dejó a su paso. No hace falta preparar pañuelos: tú sabes que vuelve. Él sabe que vuelve. Todos sabemos que vuelve. Y aun así, cada muerte nos pega un golpecito en el corazón.
La primera vez que el profesor dejó a los X-Men huérfanos
En los primeros años de los mutantes, Marvel quiso marcar territorio a lo grande. La portada de X-Men Vol. 1 #42, publicado en marzo de 1968 y firmado por Roy Thomas al guion y Don Heck en los lápices, explotaba con ese típico tono dramático sesentero: letras enormes, promesas de que aquello “no era un truco ni un sueño” y un mensaje directo al corazón de los lectores. Allí, en pleno combate contra Grotesk, el Profesor Xavier actuaba extraño, casi sombrío, como si supiera que estaba escribiendo su propio final. Y así ocurrió: murió evitando que una máquina capaz de destruir la Tierra llegara a activarse.
Los lectores creyeron que Marvel acababa de romper su propia continuidad de un puñetazo. Funeral solemne, testamento, lágrimas… todo estaba ahí. Pero dos años después, cuando llegó X-Men #65, se reveló la locura maravillosa que solo los cómics pueden permitirse: Xavier había fingido su muerte para preparar la defensa de la Tierra ante una invasión alienígena. Dramático, excesivo, maravilloso. Muy Marvel.

Una muerte con alienígenas, clones y un Xavier recién estrenado
La segunda caída del Profesor X llegó en Uncanny X-Men #167, publicado en marzo de 1983, en plena etapa dorada escrita por Chris Claremont y dibujada por Paul Smith, una dupla que hoy se considera legendaria. Era un momento clave para los mutantes: la etapa clásica había renacido con fuerza, la alineación contemporánea empezaba a tomar identidad propia y la narrativa de Claremont se movía entre terror biológico, traumas emocionales y ciencia ficción cósmica sin pedir permiso a nadie.
En medio de esa tormenta, Xavier se convirtió en el epicentro del horror cuando los X-Men descubrieron que llevaba dentro de sí un embrión de la raza Brood. La escena de su transformación fue brutal, casi grotesca, con Xavier luchando desesperadamente contra la criatura que intentaba dominar su cuerpo. Acabó cayendo en combate, consumido por la infección alienígena, y durante unas páginas todo parecía perdido.
Pero Claremont jamás dejaba un final sin giro. La muerte se convirtió en una transición y, gracias a la tecnología Sh’iar, el Profesor X renació en un cuerpo clonado completamente funcional. Fue un momento histórico para los X-Men porque aquella resurrección le devolvió algo que llevaba décadas perdido: la capacidad de caminar.
De un número a otro, Marvel no solo devolvía a la vida a su mentor, sino que lo reinventaba físicamente, rejuvenecido y dispuesto a reconstruir el sueño mutante desde un terreno distinto. Lo que empezó como una caída desesperada terminó siendo una de las resurrecciones más icónicas de toda la franquicia.

La muerte que todos creyeron real… hasta que dejó de serlo
La muerte que muchos consideraron definitiva del Profesor X llegó en Uncanny X-Men #200, fechado en diciembre de 1985, obra de guion de Chris Claremont con lápices de John Romita Jr. y tinta de Dan Green. Aquella edición doble ofrecía un cambio de ciclo para la Patrulla-X: Xavier abandonaba la Tierra para encarar su cura al lado de Lilandra, mientras el mundo mutante quedaba bajo la sombra del juicio de Magneto y la caída del fundador.
En la portada, Romita Jr. plasmó una escena visualmente poderosa que resumía volúmenes de conflicto: Xavier desvanecido, los X-Men luchando y una sensación de final irreparable. Pero incluso en ese aparente cierre, Claremont ya estaba moviendo piezas hacia un renacimiento inevitable.
Xavier no moría para ser un héroe estático, moría para abrir un nuevo capítulo, para que Magneto tomara el relevo y para que la saga mutante entrara en un terreno más oscuro y político. Esa caída del líder no fue solo emocional, fue estructural: el mentor desapareció y el equipo cambió de eje, generando una de las transformaciones más audaces de la historia mutante.

La vez que murió antes de formar a los X-Men
La muerte más trascendental a nivel cósmico en la historia del Profesor X llegó en X-Men Vol. 2 #41, publicado en febrero de 1995, escrito por Fabian Nicieza y dibujado por Ron Garney junto a páginas de Andy Kubert, dos artistas que en aquella época marcaban el tono visual del universo mutante.
La trama partía de un error devastador: Legion, el hijo inestable de Xavier, viajó al pasado para asesinar a Magneto antes de que se convirtiera en amenaza. Lo que nadie esperaba es que Charles, aún joven, aún lleno de esperanza, se interpusiera para salvar a su amigo. Ese instante, dibujado con una mezcla de shock y solemnidad, cambió por completo la historia del universo Marvel. El Profesor X murió antes incluso de crear a los X-Men, rompiendo la línea temporal como si fuese cristal.
La consecuencia fue monumental. Con Xavier muerto, Legion desapareció al instante —una paradoja borrando a otra paradoja— y el mundo nació torcido. Fue Magneto, no Charles, quien fundó los X-Men; y sin la brújula moral del Profesor X, sus decisiones no frenaron el ascenso de Apocalypse.
El resultado fue una distopía salvaje, la legendaria Age of Apocalypse, uno de los eventos más celebrados y oscuros de la historia mutante.
No fue simplemente una muerte: fue el acto que dio origen a un universo entero. Solo cuando Bishop regresó al pasado para impedir aquel asesinato, la realidad volvió a recomponerse… y con ella, Charles Xavier recuperó su vida. Pero nadie olvidó que su muerte, por primera y única vez, había sido genuinamente irreversible hasta que el tiempo mismo decidió corregirla.

Las muertes del Universo Ultimate, que sí dolían porque allí la gente no volvía
La sexta “muerte” del Profesor X se registra en Ultimate X-Men #78, publicado el 17 de enero de 2007 bajo el sello Ultimate y escrito por Robert Kirkman con arte de Ben Oliver.
En esta versión alternativa del universo mutante, donde las reglas son más drásticas y la muerte parece no tener retorno, el guionista empuja al límite la narrativa: el Profesor Xavier aparece devastado tras un ataque de la unidad Six Pack, el terreno está cubierto de escombros y cuando el polvo se disipa, el cuerpo chamuscado de Charles yace en Finlandia.
La escena lo dice todo: un hombre al que la esperanza le fue arrancada de golpe. Esa muerte sí parecía definitiva… o al menos mucho más grave que las anteriores. En un universo donde la resurrección es una opción casi olvidada, este momento abría un nuevo capítulo de caos mutante, traición y consecuencias irreversibles. Xavier no solo dejó de existir como mentor, dejó de existir como símbolo. Y aunque la historia tuvo giros que matizaron ese adiós, la sensación fue de caída sin red.

Cuando Bishop apretó el gatillo y el sueño de Xavier quedó roto
La muerte más explosiva —y también la más engañosa— del Profesor X dentro de la continuidad principal llegó en X-Men #207, publicado en marzo de 2008, escrito por Mike Carey y dibujado por Chris Bachalo, en pleno clímax del evento Messiah Complex. La historia había llevado a los X-Men, los Purificadores, los Merodeadores y medio mundo mutante a una guerra desesperada por el primer nacimiento después del Día-M. El ambiente era tan tenso que una simple chispa podía detonar una tragedia. Y esa chispa fue Lucas Bishop, un hombre obsesionado con evitar su propio futuro apocalíptico.
Cuando Bishop apuntó su arma hacia la bebé Hope, falló por un margen mínimo, y el disparo se incrustó directamente en la cabeza del Profesor Xavier. La escena es brutal: el tiempo parece detenerse mientras Charles cae al suelo, con Cyclops observando en shock cómo el sueño mutante se derrumba con su mentor. Durante horas, lectores de todo el mundo creyeron que Mike Carey había firmado un punto final monumental.
Pero Marvel jugó su carta inesperada. Aunque el número presentaba la muerte como definitiva, el desenlace posterior reveló que Xavier había entrado en un estado profundo, casi liminal, del que solo consiguió regresar gracias a Exodus y los Acolytes, que recuperaron su cuerpo y trabajaron para “reparar” su mente dañada. No dejó de ser una muerte, pero una de esas muertes peculiares que solo Marvel puede ejecutar: dramática, traumática… y reversible cuando la historia lo necesita.

La caída definitiva del Profesor X en el Universo Ultimate
En el universo Ultimate, donde la muerte suele ser definitiva y la tragedia es una regla editorial, la caída de Xavier en Ultimatum #2 (2008) fue una ejecución directa y sin romanticismo. Con Jeph Loeb al guion y el hiperrealismo agresivo de David Finch en los lápices, la historia mostraba a Magneto desatando un cataclismo mundial tras la muerte de sus hijos. En un último intento por detenerlo, Xavier se presenta ante su viejo amigo para razonar con él… pero comete el peor error posible: compara sus actos con los de Hitler.
Magneto no lo duda ni un segundo. En una escena helada,
silenciosa y feroz, le rompe el cuello. No hay resurrección. No hay
clon. No hay deus ex machina. Simplemente muere. Y con él se apaga
para siempre el faro moral del Universo Ultimate.
Una de las muertes más definitivas, crueles y simbólicas de toda la
historia mutante.

Avengers vs. X-Men — La muerte más famosa de Xavier
La muerte que definió una era llegó en Avengers vs. X-Men #11 (2012), escrita por un auténtico “equipo de vengadores” de guionistas: Bendis, Brubaker, Fraction, Aaron y Hickman, con un Olivier Coipel en estado de gracia dibujando uno de los momentos más devastadores del universo Marvel moderno. El Phoenix poseía a Cyclops, retorciendo sus intenciones y empujándolo al borde de la locura. Charles, como siempre, creyó que podía salvarlo. Se equivocó.
En una de las páginas más famosas de la historia reciente de Marvel, Cyclops —poseído por la Fuerza Fénix— lanza un estallido óptico que mata al hombre que lo educó como a un hijo. El silencio de esa escena ha quedado grabado en el universo mutante. Y la muerte no terminó ahí: el Red Skull robó el cadáver de Xavier y extrajo su cerebro para usar su poder psíquico. Fue macabro, retorcido y tan Marvel como puede ser. La resurrección posterior, en un cuerpo joven tomado de Fantomex, solo añadió más rareza a esta etapa convulsa.

Krakoa y la muerte más inútil
La muerte más reciente —y paradójicamente la menos dramática— aparece en X-Force Vol. 6 #1 (2019), escrita por Benjamin Percy con el estilo sucio, oscuro y visceral de Joshua Cassara. El amanecer de Krakoa prometía un nuevo futuro para los mutantes… pero la celebración duró poco. Un comando enemigo irrumpió en la isla y asesinó al Profesor X de un disparo limpio mientras portaba su icónica máscara cerebral.
La escena impactó más por el símbolo que por el hecho en sí, porque las Resurrection Protocols ya existían. En Krakoa, morir era un trámite burocrático. Para el número siguiente, Charles volvía a estar en pie, renacido como si nada. Su muerte fue el detonante narrativo para la formación definitiva de X-Force como brazo oculto de la nación mutante, más una declaración temática que un evento irreversible. Aun así, ver caer a Xavier en el nuevo mundo que él había ayudado a crear dolió… incluso sabiendo que volvería en cuestión de páginas.

El patrón que nadie puede negar
Tampoco se ha librado de morir fuera de las viñetas. En el cine hemos visto caer a distintas versiones del Profesor X más de una vez: en X-Men: La decisión final Jean Grey desintegra su cuerpo cuando la Fuerza Fénix se descontrola, aunque una escena postcréditos revela que ha logrado transferir su mente al cuerpo de un paciente en coma de Moira MacTaggert, y en Doctor Strange en el multiverso de la locura la variante del Profesor X del universo Illuminati muere de forma brutal a manos de la Bruja Escarlata, que le rompe el cuello dentro de su propio plano mental.
A eso hay que sumar su final en Logan, donde un Xavier envejecido y enfermo es asesinado por el clon X-24 en una de las escenas más trágicas de toda la saga mutante.

En animación tampoco ha tenido una vida tranquila: en la clásica X-Men: The Animated Series termina al borde de la muerte tras el ataque de Henry Peter Gyrich y solo sobrevive gracias a la tecnología de los Shi’ar, lo que enlaza directamente con su ausencia al inicio de X-Men ’97.
En Wolverine y los X-Men una explosión en la Mansión Xavier lo deja desaparecido y en coma durante buena parte de la serie. Incluso cuando parece que se ha ido para siempre, el Profesor X siempre encuentra la forma de regresar… aunque sea en otro cuerpo, en otro universo o en otro plano de la mente mutante colectiva.
A estas alturas, Charles Xavier debe tener tarjeta de fidelidad en el Más Allá. Cada muerte añade una capa a su leyenda. Cada resurrección recuerda que es uno de los pilares fundamentales del universo mutante. Y cada versión de él, ya sea clonado, rejuvenecido, alternativo o espiritual, demuestra que Marvel lo considera demasiado importante como para dejarlo ir.
Lo divertido es que también demuestra lo contrario: que los guionistas disfrutan demasiado haciendo caer al fundador de los X-Men, como si su sacrificio fuese el latido emocional que hace avanzar a los mutantes una y otra vez.
Quizá esa es la verdadera gracia: Xavier es tan crucial para los X-Men que su ausencia crea historias increíbles. Y su retorno, aún más.
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