Matt Murdock / Daredevil ha vuelto a salvar el día en su barrio pero ahora debe asumir su responsabilidad por la muerte de Leo Carraro. Panini Comics tiene el placer de seguir con la publicación de una de las series del momento, la que nos habla de Daredevil.
La Batalla de la Cocina del Infierno ha terminado con una victoria para Daredevil y todos los que colaboraron con él, incluido el Alcalde Wilson Fisk. Ahora toca afrontar las consecuencias de lo que hemos venido viendo desde que se inició esta etapa, aunque eso suponga que Matt pueda acabar entre rejas por un turbio asesinato del que todavía quedan muchas páginas por rellenar antes de que sea esclarecido. Para Daredevil sería fácil convertirse en un fugitivo, ocultarse tras la máscara, pero aquí se narra lo más cercano a la vida real que podemos ver a día de hoy en un comic de superhéroes. La conciencia y la moral imperan en el personaje, no le va a resbalar como una gota de agua de lluvia, le va a dejar una marca severa incluso en el alma.
Chip Zdarsky consigue agotar todos los adjetivos calificativos positivos hacia su obra. Lo que está haciendo en esta colección hacía mucho tiempo que no se veía. Consigue dotar a los personajes de una profundidad infinita, hace que nos encariñemos con ellos, que empaticemos, con sus virtudes y defectos, sobre todo con sus defectos. Consigue sacar verdadera inspiración, extrae la vena heroica que llevamos dentro y al mismo tiempo va tejiendo aquello que engrandece al héroe, una galería de villanos a la altura, verdaderos maestros de la maldad. En la sombra los Stromwyn, de cara a la galería y sin esconderse Wilson Fisk.
El drama se masca en el ambiente, aquí la ligereza que podemos encontrar en cualquier comic de Spiderman no existe, ni siquiera cuando el trepamuros aparece en estas páginas. Los diálogos son interesantes, nada superfluos, vinculantes. Los momentos épicos no residen únicamente en los combates, aparecen en cualquier oficina legal, tienen lugar en medio de una calle destrozada. El respeto y el dolor se respiran a cada paso que Daredevil da a través de los pasillos de una comisaria. A veces parece demasiado bueno para ser cierto, este comic es jodidamente maravilloso y Marvel debería tomar ejemplo de él.
Y si Zdarsky está en estado de gracia que podemos decir de Marco Checchetto. Le echamos de menos cuando se ausenta (menos si su sustituto es Jorge Fornés, entonces gozamos como nunca) aunque por suerte no es el caso de este número, pero sí lo será en los dos siguientes (el número 22 USA y el Annual #1 a publicar en la colección en diciembre y enero). Se mueve como pez en el agua entre ruinas humeantes pero consigue trasmitir crudeza en cualquier escena, incluso con golpes que nos duelen a los lectores. Hace verdaderamente enorme a Wilson Fisk, retrata al Búho con un aspecto temible y hace que no nos importe que le dediquen una serie a Cole North o una estatua en el Departamento de Policía de Nueva York como ejemplo de integridad pero también como defensor de lo que está bien frente a lo que conlleva un componente delictivo.
Daredevil está disfrutando de una etapa que pasará a la historia de la editorial en particular y de los comics en general. Cuando Zdarsky se canse que le den lo que quiera, como si quiere revitalizar a Drácula o al Hombre Lobo. Lo que toca lo convierte en un diamante en bruto que va puliendo poco a poco hasta dejarnos boquiabiertos. Matt Murdock lo estará pasando mal pero los lectores estamos disfrutando, como niños pequeños que se maravillan con la novedad que les puede suponer probar un nuevo sabor o el tacto de una superficie que nunca antes habían tocado.