En Cadáveres, Longharvest Lane es testigo a lo largo de cuatro épocas diferentes de la aparición de un cadáver similar cuyo misterio será investigado por cuatro policías diferentes que se enfrentan a sí mismos y a su sociedad.
Es una pena que hayamos tenido que esperar a la serie de televisión de Netflix para poder echar el guante a Cadáveres, pero ya lo dice el refrán: “más vale tarde que nunca”. ECC Comics agrupa los ocho números en un único volumen de tapa dura que hará las delicias de aquellos que adoren hacer comparaciones.
Igual pero diferente
Y es que precisamente eso es lo primero que nos viene a la mente cuando tenemos una misma historia en diferentes formatos, buscar las diferencias, preguntarnos si se trata de una buena adaptación cuando pasa a otro medio. Pero aquí tenemos el origen, la piedra sobre la que empezó a girar todo, ese callejón en Longharvest Lane cuyo nombre ya nos va dando alguna pequeña pista, muy figurada, sobre lo que está por venir, sobre esa “larga cosecha” que marca los pasos de una trama endiablada que va entretejiendo cuatro momentos diferentes en el tiempo en los que aparece un denominador común… y no han sido los únicos, hubo bastantes más.
Partir de una situación común, en torno a un aparente asesinato, es lo que reúne de alguna forma en Cadáveres a cuatro detectives de la policía de Londres cuyas vidas transcurrieron a lo largo de momentos tan dispares como 1890, 1940, 2014 y 2050. Cada uno con su idiosincrasia particular, fruto de su época, de la disparidad y plenitud de razas que pueblan el otrora Imperio Británico, cuya influencia ha permanecido y enriquecido a la sociedad inglesa, demasiado encorsetada a veces pero tan diversificada por sus conquistas coloniales.
El Reino Unido de Gran Bretaña ha tenido posesiones en los cinco continentes, muchas de las cuales todavía abrazan la bandera de la Commonwealth, a pesar de ser países que lograron su independencia hace mucho tiempo.
Un cuerpo masculino, una postura que se repite
cadáveres comic
Si algo destaca en la historia que Si Spencer nos narra en Cadáveres, junto a los dibujantes Dean Ormston, Phil Winsdale, Megan Hetrick y Tula Lotay, es la forma y también el fondo. Lo primero que tenemos es ese misterio inexplicable que lleva a aparecer al mismo cuerpo fallecido en el mismo lugar en diferentes tiempos, un hombre, caído de medio lado, con laceraciones y aspecto de haber sido asesinado.
Ya tenemos el misterio. Seguramente para cualquier otra obra no necesitaríamos mucho más pero este comic busca amplificar mucho más su alcance, realmente quiere hacer ver la gran variedad de culturas, la evolución de las mismas y la integración necesaria para poder vivir en una misma sociedad, con sus problemas, sus contradicciones pero también con la enorme cantidad de puntos que todos tenemos en común, da igual de donde vengamos. Nuestras diferencias pueden hacernos únicos…
…pero a la misma vez, nuestros protagonistas comparten rasgos parecidos, todos tienen algún aspecto que les marca por el momento en el que viven. El inspector Edmond Hillinghead es homosexual, en un instante de la historia en el que no está muy bien visto.
El inspector Charles Whiteman es un judío huido de Polonia que ha anglificado su nombre pero no puede evitar que se le señale por ello. La subinspectora Shahara Hasan se siente inglesa pero su herencia musulmana la cosifica de cara a la lucha contra el racismo que combate en las calles. Y por último, la joven detective Maplewood, superviviente de un apocalipsis que ha dejado como poso una onda de energía tan poderosa que apenas deja pensar, debe conseguir superar sus carencias si quiere llegar a comprender lo que la rodea.
Técnicamente eficaz
cadáveres comic
La elección de un dibujante para cada una de las épocas dota de una fuerza y una brillantez a la obra que la hace destacar. Rápidamente podemos identificar en qué momento estamos, independientemente de que nadie nos recuerde la fecha.
Es como ver desde distintos filtros la evolución de un trazo arcaico que pasa por diferentes fases del arte, como encontrarnos con el salto del Románico al Gótico, de ahí al Renacimiento y un paso más adelante el Barroco pero aplicado a las eras del cómic, desde un estilo de dibujo gacetillero, de esos periódicos cuyo papel amarilleaba en poco tiempo, a los clásicos del Siglo XX, para acabar en unas ilustraciones realistas que combinan muy bien con nuestra época actual y ese toque semi-ciberpunk del 2050.
Volviendo al principio, las diferencias entre cómic y medio audiovisual son grandes, la serie de Netflix ha añadido más contenido incluso del aquí presente, ha enriquecido algunas historias y otras las ha suavizado. Pero te guste más una versión u otra, lo cierto es que este volumen narra una crónica que, independientemente del momento en que transcurra, nos deja un poso de diversidad, de abrazar a cada uno como es, de buscar una unidad que muchas veces parece estar muy alejada.
Un positivo grito contra el odio, venga de donde venga, de la homofobia, del antisemitismo, de la xenofobia o de cualquier otra figura que pueda crearse en el futuro. Seas quien seas, vengas de donde vengas y pienses como pienses… respeta, porque es así como “se te ama mucho”.
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