Frank Castle nunca ha sido un superhéroe. No lanza telarañas, no vuela, no lanza rayos. Lo suyo es más crudo, más sucio, más real. Cuando la justicia falla, él aparece con una sola idea en mente: acabar con los culpables… uno por uno.
Y si alguna vez ha habido una versión del Castigador que se aleja del universo Marvel tradicional, es la que nació bajo el sello MAX. Un espacio sin filtros donde la oscuridad del personaje no se censura. Donde no hay cameos ni chistes. Solo sangre. Y propósito.
Punisher MAX: cuando Marvel dejó de tener miedo
En 2001, Marvel decidió crear un sello exclusivamente para lectores adultos. Su nombre: MAX. Y fue allí donde Frank Castle encontró, por fin, el espacio que necesitaba. Nada de superhéroes. Nada de disfraces. Nada de redención. Solo guerra.
Bajo la batuta de Garth Ennis, Punisher MAX nos mostró a un Castle más humano… y más brutal. Un personaje que ya no lucha por cambiar el mundo, sino para impedir que el mundo lo consuma a él también. Durante más de 60 números y varias miniseries, esta colección se convirtió en la biblia moderna del antihéroe absoluto.
Y es dentro de este universo, completamente separado del UCM que conocemos, donde nacieron algunas de las historias más potentes, violentas y emocionalmente devastadoras del personaje.
Welcome Back, Frank: la biblia de la violencia moderna

Aunque técnicamente parte del sello Marvel Knights, Welcome Back, Frank (2000) es el pistoletazo de salida temático del tono que luego explotaría en MAX. Es imposible hablar del Castigador sin mencionar esta obra maestra. Castle regresa a Nueva York y se enfrenta a la familia Gnucci, una organización mafiosa grotesca y poderosa.
Gracias a las fotos del set, sabemos que la familia Gnucci estará presente en el especial de The Punisher, lo que ha hecho saltar todas las alarmas entre los lectores veteranos. Sin embargo, todavía no está claro cuánto del arco original veremos adaptado en pantalla. ¿Serán solo guiños o veremos una versión completa del infierno que Castle desató sobre ellos?
Lo que sí está claro es que Welcome Back, Frank no es solo un festival de disparos. Es una crítica despiadada a la corrupción sistémica, a los falsos héroes y a una ciudad podrida desde dentro. El humor negro y la brutalidad gráfica se mezclan con una narrativa fría y precisa. Nada sobra. Nada se explica dos veces. Y el Castigador no necesita hablar para que el mensaje quede claro.
Born: la guerra que nunca terminó

También publicada bajo el sello MAX, Born (2003) nos lleva a la guerra de Vietnam, al momento exacto en que Frank Castle se rompe. No se convierte en el Castigador de la noche a la mañana. Pero ahí empieza todo. En el barro. En la selva. En el corazón del horror.
Castle es un comandante implacable, temido por sus hombres. Pero lo que empieza como una guerra externa se convierte en una interna. Y entonces aparece una voz. Una voz que le habla desde dentro, que le dice lo que nadie se atreve: naciste para esto.
Marvel podría adaptar esta historia en forma de flashback, como secuencia emocional dentro del especial. Bastaría una escena en medio de la oscuridad para mostrarnos al hombre que existía antes del monstruo. Una batalla. Una decisión. Un silencio atronador. Born no es una historia bélica. Es un espejo que refleja al Castigador que vendrá. Y ese reflejo da miedo.
The Slavers, Mother Russia y Barracuda: el Castigador sin filtros

Las historias más duras llegaron con la colección regular de Punisher MAX, y si Disney+ realmente quiere romper su molde, aquí tiene material de sobra.
En The Slavers, Castle se enfrenta a una red de trata de mujeres. Es una historia fría, sin giros fantásticos ni alivios cómicos. Solo dolor. Y venganza. La ejecución sistemática de los responsables no se presenta como heroísmo, sino como la única respuesta posible en un mundo donde el horror se normaliza.
En Mother Russia, lo vemos en una operación al límite: infiltrarse en una base militar para rescatar a una niña expuesta a un arma biológica. Aquí Castle no solo mata, también piensa. Es estratega, es ejecutor… y por momentos, casi un padre. Hay humanidad en sus actos, incluso cuando los cubre de plomo.
Y luego está Barracuda, el enemigo más carismático, desagradable y magnético del Castigador. Un psicópata con una sonrisa de tiburón, que habla como un predicador y mata como un tiburón hambriento. Su enfrentamiento con Frank no es solo físico: es ideológico. Dos visiones del caos enfrentadas. Y una sola sobrevivirá.
¿Y si el Castigador no fuera un héroe?
Lo que hace únicas todas estas historias no es la sangre. Es la ambigüedad. Frank Castle no busca salvar el mundo. No está intentando ser mejor. No pide perdón. Solo actúa.
Y ahí es donde el lector (y pronto el espectador) se encuentra en conflicto. Porque una parte de nosotros lo entiende. Lo aprueba, incluso. Porque hay cosas que sabemos que el sistema no resolverá jamás. Y es ahí, en ese momento incómodo, donde el Castigador se vuelve poderoso.
Por eso su regreso con Jon Bernthal es tan relevante. Porque no se trata solo de traer de vuelta a un personaje querido. Se trata de recuperar un tono. Una visión. Una pregunta sin respuesta.
¿Puede Disney+ mostrar esto?
The Punisher (2026)
Con series como Moon Knight, Echo y Daredevil: Born Again, Marvel Studios ha empezado a explorar territorios más crudos, alejados del humor fácil y el espectáculo familiar. Pero hasta ahora, siempre ha mantenido un pie dentro de lo seguro.
El especial de The Punisher puede ser la oportunidad de ir más allá.
El formato lo permite. No necesita durar seis horas. Puede ser intenso, cerrado, sin concesiones. Una experiencia que funcione como carta de presentación para una etapa más adulta del UCM. Una etapa donde personajes como Castle no sean una anomalía… sino el centro del conflicto.
Y si Marvel tiene dudas, solo tiene que mirar a HBO y su éxito con The Last of Us. O al propio Netflix, que ya demostró con la serie original de The Punisher que hay público para esto. Mucho público.
Frank Castle como herida abierta
Quizá por eso estas historias siguen funcionando hoy. Porque el Castigador no representa la justicia perfecta. Representa la herida que no cierra. El dolor que nadie supo reparar. Y la violencia que, aunque no debería existir, a veces parece la única salida.
Eso no lo convierte en héroe. Lo convierte en humano. Y es ahí, en esa incomodidad, donde vive su poder.




