No fue con Troya, ni con El club de la lucha, ni siquiera con Doce monos. Lo que de verdad cambió la vida de Brad Pitt fue una historia oscura, incómoda y brutal. Una película de culto que lo obligó a mirarse al espejo y decidir si de verdad quería seguir actuando o dejarlo todo.
Treinta años después, el propio Brad Pitt lo ha confesado sin rodeos: fue esa historia de crimen, pecado y desesperación la que lo salvó del abismo. Y no, no estamos hablando de un papel de galán ni de acción. Hablamos de algo mucho más profundo. Algo que aún hoy nos revuelve el estómago y nos clava en el sofá.
Brad Pitt casi deja la interpretación… hasta que llegó la película de culto: Se7en (1995)
En plena promoción de F1, su nueva superproducción sobre Fórmula 1, Brad Pitt ha recordado en el podcast Armchair Expert uno de los momentos más bajos de su carrera. Un verano perdido, muchas dudas, cero motivación. «Me levantaba, me daba un bajonazo, me bebía cuatro Coca-Colas con hielo y no comía nada. Me pasaba el día viendo el juicio de O.J.», dijo. Y así, día tras día, sin saber hacia dónde tirar.
Hasta que recibió un guion. Uno que empezaba como cualquier thriller barato, con un detective viejo y un compañero novato. Lo que no esperaba era cómo ese texto y el director que había detrás, le volarían la cabeza y le devolverían las ganas de hacer cine. Se trataba del libreto de Se7en, escrito por Andrew Kevin Walker y dirigido por un entonces poco conocido David Fincher.
Seven (1995)
«Leí siete páginas y pensé que era un cliché… hasta que lo terminé»
Brad Pitt no lo tuvo claro desde el principio. «Llamé a mi manager y le dije: ¿En serio? ¿Un policía retirado y el joven impetuoso otra vez?. Y ella solo me dijo: Acábalo». Por suerte, lo hizo. Porque detrás de ese inicio clásico se escondía una historia perturbadora, brutal, impredecible y con los años se ha convertido en una película de culto.
Y entonces conoció a Fincher. «Hablaba de cine como nunca había escuchado a nadie hacerlo. Me volvió a entrar el gusanillo. Encontré eso que me faltaba». Con esa chispa recuperada, Brad Pitt se lanzó de lleno a la película que cambiaría su forma de entender la interpretación.
Antes de Se7en, Brad ya era famoso… pero no era una mega estrella de Hollywood
Es fácil olvidarlo, pero en 1994, Brad Pitt ya era una estrella en ascenso. Venía de protagonizar Entrevista con el vampiro y Leyendas de pasión, dos éxitos que lo habían puesto en el radar de Hollywood como el nuevo sex symbol. Pero Pitt no quería ser solo una cara bonita. Quería que lo tomaran en serio. Quería papeles duros, complejos, que lo obligaran a llegar al límite.
Y Se7en fue eso, y mucho más.
Un thriller infernal que aún hoy nos persigue
Esta película de culto se estrenó en 1995 y dejó al público sin aliento. Dirigida con precisión quirúrgica por David Fincher, cuenta la historia de los detectives Somerset (Morgan Freeman) y Mills (Brad Pitt), que investigan una serie de asesinatos inspirados en los siete pecados capitales.
Lo que parecía un caso más se transforma en una pesadilla. Un asesino meticuloso y enfermo pone a prueba no solo su inteligencia, sino también su resistencia emocional. Cada crimen es más retorcido que el anterior. Cada pista, más perturbadora. Y el final… bueno, ya sabemos lo que hay en esa caja.
El personaje de Mills: furia contenida hasta la explosión final
Pitt interpreta al joven detective Mills, impulsivo, orgulloso, lleno de rabia. Lo opuesto al calculador Somerset de Freeman. Y es precisamente en ese contraste donde Pitt brilla. En los momentos de tensión, de frustración, de impotencia. En cada escena, va construyendo a un personaje que se va desmoronando poco a poco, hasta que explota.
La escena final, esa escena, no solo es uno de los clímax más impactantes del cine moderno y convirtió a Se7en en una película de culto. Es también el momento en que Brad Pitt se ganó el respeto de toda la industria. Con solo unos minutos de ira, desesperación y angustia, lo dijo todo.
Una trama que aún hoy no podemos olvidar
Por si hace años que no la ves, o nunca te atreviste a verla, vale la pena recordar la trama. Se7en empieza con Somerset a punto de jubilarse, cuando le asignan como compañero al recién llegado Mills. Juntos deben resolver una serie de asesinatos en los que el asesino representa cada pecado capital: gula, avaricia, pereza, lujuria, soberbia, envidia e ira.
El asesino, John Doe (Kevin Spacey), juega con ellos como si fueran marionetas. Cada víctima está elegida, cada crimen meticulosamente planeado. Y mientras ellos intentan detenerlo, él ya ha calculado todo. Incluso el final.
Cuando Doe se entrega voluntariamente, lleva a los detectives al desierto para revelar sus dos últimas víctimas. Y es entonces cuando se desata el infierno. Somerset abre una caja. Mills escucha una verdad que lo destruye. Y el destino de todos cambia para siempre.
Película de culto de los 90 marcó la carrera de Brad Pitt (Seven – Se7en)
Un final que no fue fácil de aceptar… ni de rodar
Pocos saben que ese final, tan arriesgado, tan devastador, estuvo a punto de cambiarse. El estudio quería algo más «positivo». Pitt y Fincher se negaron. Ambos sabían que la historia necesitaba ese cierre. «No había otra forma», diría después el actor. Y tenía razón.
Porque sin ese final, sin esa escena donde Mills se rompe del todo, Se7en no sería lo que es, una de las películas de culto de los 90 más recordada. Y Brad Pitt quizás no se habría convertido en el actor que es hoy.
Después de Se7en, todo cambió para Pitt
Ese mismo año, Pitt también estrenó 12 Monos, por la que recibió su primera nominación al Oscar. Y a partir de ahí, su carrera despegó sin frenos: El club de la lucha, Snatch, Babel, Troya, Moneyball, Once Upon a Time in Hollywood…
Pero el punto de inflexión, el momento donde dejó de ser promesa para convertirse en leyenda, fue Se7en.
Se7en cumple 30 años y sigue siendo un puñetazo al alma
Treinta años después, Se7en no ha perdido ni un gramo de fuerza. Sigue siendo incómoda, inquietante, adictiva. El diseño visual, la música, los silencios, la atmósfera… todo funciona. Y su mensaje sigue resonando: en un mundo podrido, incluso los mejores pueden caer.
Fincher demostró que el horror no necesita monstruos. Solo necesita mostrar lo peor de nosotros mismos. Y Pitt, con esa mezcla de rabia y vulnerabilidad, demostró que era mucho más que un rostro bonito. Que tenía algo que decir. Y que estaba dispuesto a llegar hasta el fondo para hacerlo.
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