Segunda entrega de Night Club, los vampiros más “cool” del panorama del cómic americano de la mano de Mark Millar y Juanan Ramírez. Panini Comics retoma al divido grupo para darle una nueva vuelta de tuerca que apriete todavía más las clavijas de ese sentimiento tan difícil de gestionar, el amor.
Mi enemigo sigue siendo mi enemigo
Ya sabemos que Night Club va de un trío de vampiros adolescentes que han decidido colocarse del lado bueno de la ley, aunque ejercer como superhéroes no les da carta blanca absoluta con las fuerzas del orden, aunque esas máscaras de luchadores de wrestling mexicano les den un toque molón.
Algo se cuece en el barrio y no es solamente que Sam haya decidido irse por su cuenta, tras el desengaño amoroso con Amy, que prefirió elegir a Danny, el mejor amigo del anterior como novio presente, para desarrollar sus dotes en el baloncesto de instituto. Allí ganará popularidad, sí, pero eso también conduce a tener que batallar con otros elementos, como la envidia que despierta en Risso, el anteriormente acosador de ellos y que ahora parece mantenerse en un segundo plano reverenciando a Sam.
Pero el amor ha conseguido acercarse a Sam en la forma de Kendra, la chica más atractiva y apasionada del instituto. Todo parece irle muy bien, a pesar de seguir teniendo sentimientos por Amy. Tiene la admiración de sus compañeros de clase, a la animadora en sus brazos y una cohorte de seguidores para adularle. ¿Qué más puede pedir?
Seguramente que no terminen apuñalándolo de forma violenta. La confianza depositada en Kendra se volverá contra él de la forma más cruel, dando lugar al inicio de una pesadilla que le hará traspasar los muros de la muerte. Y mientras, Kendra, convertida en vampiro por petición propia, hará extensible su don a Risso y los demás.

La banda que supera al club
Un gran poder conlleva una gran responsabilidad, que diría Ben Parker en otro universo de ficción, pero un gran poder también lleva a la corrupción, a la búsqueda del dinero fácil, a encontrar la oportunidad de dominar cuando la oposición en el barrio se convierte en inexistente.
De aquello barros estos lodos, pues el padre de Risso también tiene algo que decir, aunque sea breve en ese instante. Una educación que parte de un ambiente de delincuencia que no se ve desarticulado en el fondo puede hacer estragos en la percepción de cualquier infante a su alcance. Los padres deberían mantener al margen de ciertas cosas a sus vástagos, pero como la vida misma nos enseña muchas veces, parece mejor triunfar con lo que parece poco esfuerzo que hacer muchos sacrificios por salir adelante de forma honrada.
Risso y los suyos eliminarán a la oposición que se encuentran en Rufus T. para lograr el dominio e iniciar sus planes para dominar sin problema la zona que queda bajo su influencia, incluso ampliarla lo antes posible, hacer un mayor negocio a costa de sangre ajena.
Su conversión en vampiros pasa por el efecto más típico, el del exceso y la extravagancia. La sangre va a correr a borbotones antes de que el Night Club pueda devolver las cosas a su orden natural, con un desenlace pasado por agua donde la superioridad de los rivales no es suficiente para que el ingenio pueda hacer su correspondiente parte.
El desenfreno habitual
Mark Millar ya nos tiene acostumbrados a este tipo de cómics en los que nos muestra una gran cantidad de fuegos de artificio, mucha acción, sangre, sexo y todo lo que pueda pareceros conveniente en las obras de su factura. Pero muchas veces no basta con rodearse de los grandes ilustradores que le acompañan, incluyendo a Juanan Ramírez entre ellos.
El barcelonés, producto de la Escola Joso, da el do de pecho a lo largo de los seis episodios que conforman este segundo arco de Night Club, mejorando la labor realizada en el volumen anterior. Su trazo difuminado combina a la perfección con callejones oscuros y azoteas mugrosas, otorga la suciedad suficiente a la sangre para hacerla parecer creíble.
Sin embargo Millar cae en este arco de Night Club en un tópico tras otro y nos emplaza a un continuará predecible en exceso, con la vuelta de tuerca habitual que ya nos anticipa quién será el enemigo de los siguientes números.
Solo parecen funcionarle bien los recursos cómicos que en pequeñas píldoras disemina a lo largo de la aventura pero tampoco podemos decir que eso salve al conjunto de ser un producto más, de esos que consumimos cuando no queremos tener que pensar en exceso, cuando solo buscamos entretenimiento puro sin pararnos mucho a contemplar el verdadero trabajo que hay detrás, aunque no termine de funcionar bien.
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NOTA
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Sexo, drogas, superhéroes, vampirismo. ¿Qué más puedes querer cuando tienes 18 años? Danny García disfruta de su nueva vida y muerde a sus amigos para que se unan a él cada noche. Pero los adolescentes acaban cayendo tarde o temprano y, después de que el mejor amigo de Danny introduzca a los deportistas del instituto en la secta, se desatará el infierno.




