Hay películas que nacen con pinta de “continuación clarita”, y luego te sueltan un giro de guion fuera de la pantalla. Tron: Ares es justo eso: el típico título que suena a “parte 3”… pero resulta que no quiere llevar ese cartel colgado del cuello. Y el propio Joseph Kosinski tiene bastante que decir.
Tron: Ares no es Tron 3: es otra jugada dentro del tablero
La saga TRON arrancó en 1982 y volvió a la vida en 2010 con Tron: Legacy, dirigida por Joseph Kosinski. Ninguna fue un fenómeno de taquilla, pero las dos acabaron quedándose en la cabeza de mucha gente, como esas canciones que tarareas sin darte cuenta. Y claro, durante años se habló de una tercera.
Durante un tiempo, esa tercera película tenía nombre propio: Tron: Ascension. Era el plan de Kosinski para seguir la historia, con su estilo, sus ideas y esa sensación de “neón elegante” que Legacy tenía hasta cuando alguien respiraba. Pero el proyecto se pasó temporadas enteras atrapado en el famoso limbo de Hollywood: ese sitio donde los guiones envejecen y las fechas se evaporan.
Y ahí es cuando aparece Tron: Ares, ya con otro director (Joachim Rønning) y con Jared Leto como cara visible. Es decir: mismo universo, otra energía. Como cuando quedas con los mismos colegas, pero en un bar distinto y la noche sale rarísima.
La clave está en cómo lo define el propio Kosinski. En una entrevista reciente, dejó caer que no la ve como una secuela. Que sí, que hay elementos que vienen de lo que iba a ser Ascension (set-pieces, ideas visuales), pero que el enfoque se dio la vuelta y cuenta la historia desde un punto de vista completamente diferente. Dicho fino: más historia paralela que “continuación directa”.
Disney
Kosinski y la nostalgia de hacer cine “sin manual de instrucciones”
Aquí hay un detalle jugoso: Kosinski también recordó cómo fue hacer Tron: Legacy y lo soltó con un tono de “madre mía, qué suerte tuvimos”. Disney, según él, le dio libertad para lanzarse a la piscina: fichar a Daft Punk, apostar por un reparto que no venía de “mega-blockbusters” y levantar un mundo que, en aquel momento, no parecía hecho siguiendo una plantilla.
Y eso se nota cuando comparas el ADN. Legacy iba de recuperar a Kevin Flynn, de ese misterio del padre desaparecido y de la Red como un lugar casi místico. Tenía esa vibra de “tecnología con alma”, con el amanecer final como recordatorio de que lo humano sigue ganando por KO cuando le das espacio.
Kosinski lo dijo de forma muy clara: parte de lo especial es que eran “verdes”, que no tenían las reglas tan marcadas, que simplemente hicieron la película. Y eso explica por qué ahora mira Tron: Ares como algo separado: porque su “tercera” nunca llegó a existir tal cual, y lo que ha salido es otra cosa, nacida de otra etapa y de otro contexto.
Si te lo estás preguntando: sí, Tron: Ares referencia personajes y eventos de Legacy, y hasta deja migas de pan para Sam Flynn y Quorra. Pero una cosa es hacer guiños y otra que la película se construya como “capítulo siguiente” con la misma columna vertebral. Kosinski, vamos, no está diciendo “esto no cuenta”, sino “esto juega otra partida”.
Entonces, ¿de qué va Tron: Ares? La Red se cuela en el mundo real
La trama de Tron: Ares se sitúa en 2025, catorce años después del intento de Sam Flynn de traer a su padre de la Red. ENCOM y Dillinger Systems compiten por lo mismo: materializar construcciones digitales en el mundo real, pero solo aguantan 29 minutos antes de desintegrarse. Ese límite es el reloj que no deja respirar.
En ENCOM manda Eve Kim, que busca el famoso “código de permanencia” en una estación remota en Alaska vinculada a Kevin Flynn. Al mismo tiempo, Julian Dillinger presenta a su joya de la corona: Ares, un programa pensado como soldado prescindible… aunque el tipo empieza a mostrar autoconsciencia y curiosidad por cosas tan básicas (y tan humanas) como la lluvia.
A partir de ahí, el asunto se pone feo a velocidad de moto de luz. Julian lanza un ciberataque, Ares roba datos, la persecución salta a la ciudad y la película se divierte mezclando neón con asfalto. Eve intenta evitar que el código caiga en manos equivocadas, incluso si eso significa tirarlo al océano en plena huida.
Y cuando Eve termina dentro del sistema de Dillinger, Tron: Ares se transforma en una alianza imposible: ella necesita salir viva y él quiere algo más que cumplir órdenes. Ares, el “programa perfecto”, empieza a cuestionar a su creador. Y esa idea —un ser digital queriendo vivir de verdad— es la gasolina emocional que empuja el resto.
Y para entender el choque, toca mirar a Tron: Legacy
En Tron: Legacy, Sam Flynn vivía con el agujero de la desaparición de su padre, Kevin. Años después, un mensaje desde Flynn’s Arcade lo lleva a la supercomputadora oculta… y termina teletransportado a la Red. Allí no encuentra “un mundo de videojuegos”, encuentra una dictadura con Clu, el avatar creado por Kevin obsesionado con la perfección.
Sam se cruza con Quorra, llega al refugio de Kevin, y entiende el desastre: Clu se rebeló, arrasó con los ISOs y convirtió el sistema en una máquina de control. La huida hacia el portal es una carrera contra el tiempo, y el final es puro TRON: sacrificio, despedida y un amanecer que te deja pensando más de lo que esperabas.
Disney
Si lo comparas con Tron: Ares, se ve el “por qué” del debate. Legacy es, sobre todo, una historia de padre e hijo y de culpa creativa. Tron: Ares va más de choque entre corporaciones, militarización tecnológica y un programa que se despierta por dentro. Misma familia de ideas, distinta rama del árbol.
Por cierto: si te apetece verla o revisitarla, Tron: Ares ya tiene plan de aterrizaje doméstico. Se lanzó en digital el 2 de diciembre de 2025 y llega en 4K Ultra HD Blu-ray y DVD el 6 de enero de 2026. Así que sí: la Red también se instala en tu salón.
Las otras entregas de la saga están disponibles en Disney Plus.
Y ahora te toca: ¿te cuadra que Tron: Ares sea “historia paralela” en vez de secuela directa, o tú la meterías igual en la línea principal sin pensarlo? Déjalo en comentarios y, si quieres más noticias con chispazo y neón, síguenos en Google News.
