Habemus Centinela de la Libertad, ocultando bajo el uniforme a la figura de James Buchanan Barnes, tras un camino arduo y que hemos disfrutado bastante. Panini Comics ya nos presentó su debut pero ahora es cuando Bucky ejerce de forma más consciente, siendo el foco de atención principal, sin la sombra de Rogers.
Es mi momento
No sabemos lo que debió pensar Ed Brubaker a la hora de afrontar esos episodios del Capitán América, pero el personaje empezaba a encontrarse cómodo, viviendo sus propias aventuras con vínculos en el pasado, no teniendo que estar pendiente de lo que hizo su antecesor, ni de vengar sus cuitas ni nada que se os pueda pasar por la cabeza.
Este es el nuevo Capitán América y le tocaba demostrarlo, integrar su caracterización como Soldado de Invierno mientras pisaba fuerte con sus botas de corte pirata, su uniforme homenajeando al primer escudo y la pistola sujeta al cinturón. Para ello y a modo de flashback había que contar sucesos del pasado lejano, de la época de la Guerra Fría, aunque el origen de todo se hallase durante la Segunda Guerra Mundial, con Bucky haciendo de Bucky y con alguno de Los Invasores de por medio.
En esa mezcolanza de tramas tocaba dar entidad al conjunto y se hizo colocando a dos enemigos principales, uno que nos enlaza completamente al entorno del Capi clásico, Batroc el Saltador, y otro que se nos presenta aquí por primera vez en un ejercicio de retrocontinuidad, de tiempos pretéritos y más ligado al Soldado de Invierno.
Ambos perseguirán a Bucky para terminar demostrando que nos encontramos ante un personaje que no solo se ha convertido en el nuevo Centinela de la Libertad sino que todavía tiene mucho margen para evolucionar, sin olvidar nunca el bagaje que trae de su época al servicio de los intereses soviéticos y lo que vivió tras la caída del Telón de Acero bajo las órdenes de los que fueron sustituyendo al régimen comunista.
Muy grande para no tener amigos
Y eso es lo mejor, Barnes no tiene porqué pelear solo. No lo hacía en sus comienzos como adlátere del Capitán América, ni durante la Segunda Guerra Mundial, en la que se integró en Los Invasores. Ahora cuenta con una aliada principal que al mismo tiempo calienta sus sábanas, Natasha Romanoff, La Viuda Negra.
Hay otros secundarios del Capi habituales que no tienen presencia en este tomo, pero si lo hace el Príncipe Namor de Atlantis, permitiendo recordar el pasado y fijar quién es en realidad el actual portador del escudo. Entre Nat, Namor y Barnes, vestido sin el uniforme de Capitán, emprenderán un viaje que servirá para homenajear a otro de los personajes de la Edad de Oro, La Antorcha Humana Original.
El androide que todos conocemos desapareció de nuestro radar hace un tiempo y aquí se le recupera para rendirle un tremendo homenaje, devolver su memoria al lugar que debería haber ocupado mucho antes, aunque sea el de descansar en una tumba en Arlington, el cementerio donde reposan los grandes héroes que han contribuido al Ejército de los Estados Unidos de América.
Quizás sea mucha dosis de Antorchas Humanas al mismo tiempo que alguien conviva con Johnny Storm en el Universo Marvel y por eso personajes con Jim Hammond o Toro no tengan cabida habitual en las páginas de los cómics para no restar protagonismo al miembro de Los Cuatro Fantásticos.
Todos eran maestros
El elenco de autores que se hicieron cargo de todos estos números de la colección seguía demostrando una fuerza creativa inusual. El plan original de Brubaker había quedado dinamitado muy pronto ante el gran éxito de esta etapa pero los resultados estaban fuera de toda duda.
Ver a Barnes mantener unida su mente, recogiendo todas y cada una de sus experiencias, demostrando que se puede ocupar el lugar de Steve Rogers y su esencia sin necesidad de dejar de ser uno mismo, son una muestra de la buena forma de hacer de un guionista, que además sabe conjugar la nostalgia para devolver a nuestra memoria otros tiempos que aportaron una profundidad a la historia de la editorial.
Luke Ross, Steve Epting y y el recientemente fallecido Butch Guice, continúan dejando ese aspecto oscuro que tan bien le sienta tanto a la trama como a un Capitán América más acostumbrado a moverse entre las sombras.
Con la noche como un protagonista más, muy propia de misiones que requieren del entorno más adecuado para la infiltración, pero también para mostrarnos a una figura oculta, tenebrosa, fanática, que podría coincidir con la figura del Hombre sin Rostro pero que encaja mucho más con la de ese chaval al que Bucky salvó en 1942 y cuyo servicio a la República Popular China le llevó a ocupar el cargo de un importante científico, de ese tipo al que podemos colocar la coletilla entrecomillada de “loco”.¿Te ha gustado esta reseña?
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NOTA CINEMASCOMICS
TOTAL
Bucky ha sobrevivido a la mayor prueba en su papel como Capitán América, pero ahora ha regresado un viejo enemigo de los años de la Segunda Guerra Mundial, del tiempo en el que Bucky actuó como el Soldado de Invierno. Así comienza un relato de espionaje en el que los lectores veteranos del Centinela de la Libertad se reencuentran con algunos rostros conocidos del pasado. El aclamado dibujante Luke Ross se une al equipo creativo, pero Steve Epting tampoco ha querido perderse este alucinante tomo.
