Hay películas que parecen destinadas a convertirse en un acontecimiento incluso antes de estrenarse, y este es uno de esos casos. Frankenstein de Guillermo del Toro por fin tiene fecha confirmada, y lo hace acompañado de dos posters que nos muestran a los protagonistas. Pero lo más curioso es que el proyecto no se conformará con un lanzamiento en Netflix: también pasará por cines antes de aterrizar en la plataforma. Y eso cambia por completo el juego.
¿Por qué un largometraje pensado para streaming se estrenará en salas? ¿Qué tiene de especial esta nueva versión del monstruo más famoso de la literatura? Y, sobre todo, ¿cómo ha conseguido Del Toro darle un aire fresco a una historia que lleva más de dos siglos fascinando a generaciones enteras?
Vamos paso a paso.
La fecha que marca el regreso de Frankenstein
El misterio ya se ha resuelto: Frankenstein llegará primero a cines selectos el 17 de octubre y después dará el salto a Netflix el 7 de noviembre. Una estrategia que no es casual. El director ya probó esta fórmula con Pinocho, que primero se dejó ver en pantalla grande para poder competir en los Oscar y terminó cosechando premios por todo el mundo, desde la Academia de Hollywood hasta los BAFTA. Ahora, parece que quiere repetir la jugada.
Este doble estreno no solo busca taquilla o reconocimiento: también ofrece al público la posibilidad de experimentar la historia en dos formatos distintos. Y hay que reconocerlo: ver Frankenstein de Guillermo del Toro en una sala oscura, con sonido envolvente, tiene pinta de ser una experiencia inolvidable.
Frankenstein de Guillermo del Toro
Frankenstein de Guillermo del Toro
Los rostros detrás de la tragedia
El reparto es uno de los grandes atractivos. Oscar Isaac será el atormentado Víctor Frankenstein, un científico brillante que se cree capaz de vencer a la propia naturaleza. Jacob Elordi, que no para de acumular proyectos tras Saltburn y Priscilla, se mete en la piel de la criatura. Y Mia Goth, cada vez más asociada al cine de terror, completa el triángulo principal.
Junto a ellos, nombres de peso como Felix Kammerer (Sin novedad en el frente), Lars Mikkelsen (The Witcher, Ahsoka), David Bradley (Harry Potter, Pinocho), Charles Dance (Juego de Tronos) o Christoph Waltz, dos veces ganador del Oscar. Solo con leer la lista, ya se entiende que Del Toro no ha escatimado en talento.
El legado de Karloff y la influencia en Elordi
Uno de los detalles más interesantes lo reveló el propio Elordi en una entrevista reciente. Al principio, dudaba si ver las interpretaciones clásicas de Boris Karloff en el Frankenstein de 1931 y sus secuelas. Tenía miedo de que lo condicionaran. Pero Del Toro fue directo: «¿Qué demonios quieres decir con eso? ¡Claro que tienes que verlos!».
Así que el actor se lanzó a maratonear todas las películas y descubrió algo que le marcó. “Hay algo en la mirada de Karloff, en su forma de moverse… Quería empaparme de eso”, confesó. No se trata de copiar, sino de absorber una esencia y luego reinterpretarla. Y eso, viniendo de un director que siempre ha sabido equilibrar lo clásico con lo innovador, promete un resultado muy especial.
Guillermo del Toro y su fascinación por los monstruos
Lo cierto es que Frankenstein de Guillermo del Toro no es una sorpresa total. El cineasta lleva décadas mostrando su obsesión por los monstruos, no como simples villanos, sino como metáforas de lo humano. En El laberinto del fauno o La forma del agua ya vimos cómo les da dignidad y profundidad. Ahora, con el monstruo más célebre de todos, tiene la oportunidad de ofrecer su versión definitiva sobre lo que significa ser diferente.
Del Toro nunca ha ocultado que se siente identificado con estas criaturas incomprendidas. Y el relato de Mary Shelley es, en esencia, una historia sobre la soledad, la arrogancia y la búsqueda desesperada de amor y aceptación. Un terreno perfecto para que despliegue todo su arsenal visual y narrativo.
¿Por qué Frankenstein nunca pasa de moda?
La novela de Shelley se publicó en 1818, pero más de dos siglos después seguimos hablando de ella como si hubiera salido ayer. ¿Por qué? La respuesta está en la fuerza universal de su mito. Frankenstein es, en realidad, una parábola sobre los límites de la ciencia, la ambición desmedida y las consecuencias de jugar a ser dioses.
Cada generación encuentra en esa historia un reflejo de sus propios miedos. En los años 30, las películas de Karloff captaban la angustia de una época marcada por la depresión económica. En los 70 y 80, el personaje se reinterpretó desde la óptica de la rebeldía y la marginación. Y hoy, en un mundo donde la inteligencia artificial y la biotecnología avanzan a toda velocidad, la idea de crear vida artificial vuelve a ser más relevante que nunca.
Además, está el componente emocional: el monstruo no es un simple villano. Es un ser que sufre, que ansía ser aceptado y que termina siendo rechazado por todos, incluido su creador. Esa dualidad entre horror y compasión lo convierte en un mito eterno.
Un estreno que apunta a los premios
Que Netflix haya apostado por este lanzamiento híbrido no es casual. Con Pinocho, Del Toro demostró que podía transformar un clásico en un triunfo absoluto de crítica y premios. Ahora quiere ir más allá. Frankenstein de Guillermo del Toro tiene todas las papeletas para ser uno de los títulos fuertes de la temporada de otoño y para colarse en la carrera hacia los Oscar.
Si logra combinar la fidelidad al espíritu de Shelley con el sello inconfundible del director, esa mezcla de poesía macabra y espectáculo visual, estaremos ante una de las películas del año.
El monstruo nunca muere
La fecha ya está marcada: el 17 de octubre en cines selectos y el 7 de noviembre en Netflix. La espera será corta, pero la expectación es enorme. Al final, lo que hace especial a esta nueva adaptación no es solo el talento de sus actores o la calidad de sus imágenes, sino la forma en que Guillermo del Toro rescata a Frankenstein para recordarnos que los monstruos no siempre son los que pensamos.
Quizá por eso, dos siglos después, seguimos sin poder apartar la mirada de esa criatura que camina torpemente en busca de un lugar en el mundo. Y es que, en el fondo, todos llevamos un poco de Frankenstein dentro.




