Una semana explosiva en los cines: magia, terror, fantasía y grandes apuestas internacionales
El 14 de noviembre llega con un montón de estrenos de cine que obligan a elegir muy bien el plan del fin de semana. Magia, thriller, anime, terror desatado, cine español de autor, blockbusters que vuelven por la puerta grande y hasta un ciervo vengativo dispuesto a colarse en tus pesadillas. Es la típica semana en la que cada sala parece competir por el título de “la película más comentada del viernes”, y donde da igual si buscas evasión, sustos, risas o emociones fuertes: hay un estreno perfecto esperándote. ¿Quieres descubrirlos todos? Pues siéntate, porque traemos un menú cinematográfico de los que dejan huella.
Ahora me ves 3
Ahora me ves 3
Ruben Fleischer reúne a los Cuatro Jinetes con una hornada nueva de ilusionistas y un plan que, por supuesto, empieza pareciendo imposible y termina retorciendo la realidad… o lo que el público cree que es la realidad. Con Jesse Eisenberg, Woody Harrelson, Dave Franco e Isla Fisher marcando el pulso del grupo y fichajes potentes como Rosamund Pike, Morgan Freeman, Justice Smith o Ariana Greenblatt, la tercera entrega apuesta por el truco dentro del truco: set-pieces coreografiadas como atracos, persecuciones que esconden misdirections y un clímax que juega con la “magia” digital y la vieja escuela de la prestidigitación práctica.
La saga siempre ha funcionado como un heist-movie con barniz de espectáculo en vivo; aquí redobla la escala, salta entre ciudades y deja que la química entre veteranos y “novatos” suba el nivel de vaciles y giros. ¿La clave? Elevar el wow factor sin que el público sienta que “todo vale”: hay reglas, hay límites… y hay un último volteo que recontextualiza lo visto. Ideal para sala llena y palomitas: ritmo, humor, trucos y ese regusto de “te lo creíste, ¿verdad?”. Si te gustaron las dos primeras, esta entra sola; si eres nuevo, te engancha en dos escenas.
Todos los lados de la cama

La comedia coral con ADN español vuelve por la puerta grande: Samantha López Speranza dirige una secuela espiritual de aquel universo de parejas cruzadas, amistades que se envenenan (por amor, por miedo, por ego) y canciones que dicen lo que los personajes no se atreven. Aquí, Ernesto Alterio y Pilar Castro encarnan a dos “ex” que enloquecen al descubrir que sus hijos quieren casarse. ¿Choque generacional? Y tanto: lo que para los padres fue “transgresión” hoy para los hijos es normalidad y nuevas reglas del juego.
Entra en escena el club de secundarios soñados (Natalia Verbeke, Alberto San Juan, Secun de la Rosa, María Esteve…) para montar el festival de malentendidos, sabotajes afectivos y confesiones a destiempo. La película se mueve con ligereza musical (números integrados en la trama, no como paréntesis), luz cálida y ese humor agridulce que remata en emoción. Funciona por dos vías: como espejo generacional (quiénes fuimos y quiénes son) y como comedia romántica traviesa que se ríe de nuestras certezas. Te va a hacer sonreír, tararear y quizá pensar en alguna conversación pendiente.
La larga marcha

El relato distópico que nos enseñó Stephen King aquí adopta el pulso físico y psicológico de una prueba brutal: cien adolescentes deben caminar sin parar; detenerse es morir. Con Francis Lawrence en la silla, el film busca la sensación de resistencia continua —la carretera como purgatorio— y la tensión de un reality mortal televisado sin cámaras visibles: el control está, aunque no lo veas. Cooper Hoffman, David Jonsson, Charlie Plummer y Roman Griffin Davis encarnan perfiles distintos de una misma pregunta: ¿cuánto vale “ser el último”?
La puesta en escena abraza el minimalismo (espacio abierto, reglas sencillas) para que el peso recaiga en la alianza/competencia entre los chicos, las microtraiciones, los pactos que no se pueden cumplir y la aparición del miedo en forma de cansancio. El guion respeta la crueldad del concepto, pero le suma miradas contemporáneas sobre explotación, espectáculo y consentimiento. No es un thriller de tiros, es una prueba de aguante donde la épica surge de seguir adelante cuando todo grita “para”.
El mejor

En clave de thriller deportivo, Justin Tipping nos mete en la cabeza de Cameron Cade, quarterback predestinado que lo tiene todo… hasta que lo pierde en un suspiro: un ataque le deja con un trauma cerebral y la carrera en jaque. Aparece el ídolo absoluto, Isaiah White, mezcla de leyenda deportiva y gurú de la cultura pop, para ofrecerle “salvación” en un centro de entrenamiento privado que huele a templo… o a secta.
Protagonizan Marlon Wayans, Julia Fox y Tyriq Withers, con el sello Monkeypaw (la compañía de Jordan Peele) latiendo en la atmósfera: aquí hay código moral, fama, masculinidad, dinero y el miedo pánico a no ser “suficiente”. El entrenamiento se convierte en gaslighting físico: carisma que asfixia, exigencias que rozan lo inhumano, rendimiento como religión. Lo mejor: cómo filma el cuerpo como máquina y prisión, el sonido de la respiración al límite, y el giro que desvela qué cuesta convertirse en “el mejor” cuando tu identidad depende de ello. No va de touchdowns; va de quién te conviertes cuando todo arde.
Die My Love
Jennifer Lawrence en Die My Love
Con Lynne Ramsay adaptando a Ariana Harwicz, la película se instala en el borde donde la mente se quiebra y crea belleza a la vez. Jennifer Lawrence y Robert Pattinson ponen rostro a una pareja que huye de Nueva York a la calma del campo buscando recomponerse… y descubren otra clase de tormenta. Ramsay filma sensaciones: piel, hambre, sueño, culpa, deseo, maternidad como guerra interior y como salvación.
La fotografía de Seamus McGarvey va del grano áspero al resplandor hipnótico; la música late como un corazón nervioso. El texto es feroz y poético: la protagonista no pide permiso para sentir, amar mal o renacer. Es cine de heridas abiertas y, al mismo tiempo, de imaginación que salva. Si te atrapó We Need to Talk About Kevin, aquí hay más silencio, más cuerpos cerca y una electricidad que duele. Es una de esas pelis que te acompañan días: no por lo que cuenta, sino por cómo te lo hace sentir.
Jujutsu Kaisen: Ejecución

Noche de Halloween en Shibuya. Un velo desciende. Civiles atrapados. Satoru Gojo entra en el avispero sabiendo que hay una trampa perfecta esperándole. Este arco une el Incidente de Shibuya con el arranque del Culling Game y empuja a Yuji Itadori hacia un destino imposible: ser blanco de ejecución, con Yuta Okkotsu en el papel más duro de su vida.
El largometraje funciona como set-piece colosal de MAPPA: animación que exuda potencia, coreografías de maldiciones que parecen conciertos y una escritura que equilibra espectáculo con dolor de personaje. Para fans, es puro canón “grande”; para recién llegados, una ventana a por qué esta saga se volvió fenómeno: carisma, tragedia, humor cortante y peleas que cuentan cosas. Lleva escena postcréditos y material que adelanta el tono de lo que viene. Se disfruta doblada o en VO con subtítulos… y se comenta durante semanas.
Gaua

Paul Urkijo regresa al folclore vasco con una historia nocturna en el siglo XVII: caza de brujas, bosques que murmuran y una mujer, Kattalin, escapando de un destino que otros ya escribieron por ella. Lo fantástico no entra a lo bruto; se insinúa en cuentos al pie del río, en lo que se dice que pasó y en lo que quizá está pasando ahora. Maite Arroitajauregi y Aránzazu Calleja visten la noche con música que te abraza y te inquieta; la cámara de Gorka Gómez Andreu encuentra magia en la humedad y la piedra.
Es cine de atmósfera, de relatos transmitidos que se vuelven realidad si los crees lo suficiente. Urkijo continúa su trilogía no-oficial de lo ancestral con una pieza que es a la vez denuncia (miedo como control) y canto a las voces silenciadas. Si te gustaron Errementari o Irati, aquí hay menos épica y más hechizo.
Los colores del tiempo

Cédric Klapisch se permite un juego delicioso: en 2025, una familia descubre que hereda una vieja casa; al inventariarla, cuatro primos tiran del hilo de Adèle, una joven que en 1895 dejó Normandía por un París en plena revolución cultural. Dos épocas dialogan —impresionismo, nacimiento de la fotografía, modernidad— mientras los vivos intentan entender quiénes son descifrando a sus muertos.
Con Suzanne Lindon, Vincent Macaigne, Cécile de France, Olivier Gourmet y un reparto repleto de rostros queridos del cine francés, la película mantiene el tono ligero y humano del director de Una casa de locos, pero con más juguete histórico. El viaje no es solo por objetos y cartas, es por identidades: lo que heredamos sin saber y lo que elegimos conservar. El montaje alterno convierte cada hallazgo en pista y cada conversación en espejo. Sales con ganas de mirar fotos antiguas y llamar a ese primo con el que ya casi no hablas.
Urchin

Debut en largo de Harris Dickinson tras la cámara para retratar a Mike, un joven sin hogar en Londres que pelea por sobrevivir sin perderse del todo. La ciudad no es postal: es bordillo, puerta trasera, hostilidad y oasis esporádicos de humanidad. Con fotografía de Josée Deshaies, la puesta en escena apuesta por el cuerpo en espacio real: mano al hombro, distancia corta, sonido que no embellece.
El guion evita el truco del “ángel salvador” y también el miserabilismo: Mike no es santo ni símbolo, es un chaval con contradicciones que encuentra (y pierde) oportunidades. La música de Alan Myson late como una ciudad-máquina. Es cine social que escucha y no pontifica; deja momentos de luz que, por llegar en la oscuridad, pesan el doble. Sencilla de premisa, poderosa de mirada.
Bambi: La venganza

El cuento bucólico sufre un giro slasher: el cervatillo deja de ser inocente para convertirse en depredador. La idea puede sonar a broma, pero el enfoque apuesta por el tono grindhouse: sangre, persecución, bosque como laberinto y la pulsión de venganza como motor. Roxanne McKee lidera el reparto humano en un survival que entiende el meme… y aun así trata de que la tensión funcione por sí misma. El metraje contenido (en torno a 80 minutos) ayuda: poco relleno, mucho impacto.
¿Es para todos? No: es terror de nicho, autoconsciente y con guiños a la cultura pop. Si entras en su juego (y aceptas su desparpajo), sales con una sonrisa torcida. Si vas esperando Disney oscuro, no es eso: es serie B descarada con colmillo.
La Patrulla Canina en Navidad

Plan redondo para peques (y familias) en modo fiesta navideña. La misión: Santa está KO y el alcalde Humdinger quiere birlar la Navidad; Rubble sueña con un taladro láser y el equipo deberá repartir regalos y salvar el día dos veces, contando el episodio adicional de los Jr. Patrollers. La peli especial mantiene lo que funciona de la serie: ritmo claro, humor amable, valores (cooperación, amistad, responsabilidad) y canciones pegadizas.
Dura lo justo para aguantar atenciones cortas y está pensada como primer contacto de muchos peques con la experiencia de cine en sala. Para los mayores, la recompensa está en ver al público mini vibrar con cada rescate y en el guiño meta sobre hacer el bien… aunque eso signifique renunciar al taladro láser de tus sueños.
De De Pyaar De 2

El Bollywood de risas, líos amorosos y números musicales regresa con la secuela de un éxito que mezclaba rom-com y choque generacional. Este segundo capítulo apunta a subir la apuesta: malentendidos de alta escuela, padres e hijos opinando demasiado de la vida de los otros, y un humor que juega con tabúes contemporáneos (citas, segundas oportunidades, relaciones no lineales) sin perder el tono familiar. A nivel formal, esperas set-pieces musicales con coreografías vistosas, colores a tope y esa mezcla de sentimental y travieso que Bollywood domina.
Si la primera te funcionó por carisma y química, la segunda va por ahí… con el plus de conocer ya a los personajes y poder reírte de sus manías. Plan perfecto para ir en grupo y comentar después.
Te protegerán mis alas

Drama de superación con ancla en África occidental: Wentinam, un niño huérfano de Kara (Togo), encuentra un horizonte en la “Ciudad de los Muchachos” de la mano de un misionero español. La película evita el exotismo y se centra en los vínculos: hambre, calle, miedo… y también juegos, amistad, fe, rutina que salva. El dispositivo es clásico —progresión de obstáculos, figura tutelar, decisiones difíciles— y el tono, esperanzador sin edulcorar.
La música de Jesús Calderón abraza; la fotografía de Jorge L. Rodríguez Azogue prioriza el rostro y la luz natural. Es cine que cree en la segunda oportunidad y en la comunidad como red. Llega a salas en un otoño cargado de cine adulto: aquí el público sale sonriendo un poco más.
La doncella del lago

En el Japón de 1958, un pueblo vive bajo la amenaza de los tifones y de una leyenda: una joven ahogada en el lago de la montaña cuyo dolor desata inundaciones. Masakazu Kaneko cuenta la historia desde un niño, Yucha, que decide subir al lago cuando se acerca la tormenta. Fantástico delicado, más de atmósfera que de susto: agua, viento, madera que cruje, rostros que guardan culpas antiguas. La música de Takagi Masakatsu es puro arrullo inquietante. Hay ecos de mito y de rito de paso; también una reflexión sobre memoria colectiva y cómo las comunidades fijan su identidad en relatos que quizá alguien deba reescribir. Visualmente es un caramelo: verdes profundos, niebla que dibuja, el lago como espejo.
La invasió dels bàrbars

Doble tiempo: 1939 y hoy. En la posguerra, Esperanza, conservadora del Museo del Prado, es interrogada por la desaparición de un cuadro que un coronel quiere incautar. Ochenta años después, su nieta Aurora busca sus restos en una fosa común. Vicent Monsonís adapta la obra de Chema Cardeña y construye un drama que une arte, memoria e impunidad. La puesta en escena juega con espacios, archivos, cartas y el silencio espeso de la burocracia que todo lo tapa. El reparto (con Olga Alamán, Pep Munné, Pepa Juan) sostiene una narración que confía en el poder del detalle: una etiqueta, una firma, una grieta. No hay sermón, hay preguntas: qué guardamos, qué perdimos, qué estamos dispuestos a mirar de frente.
Soñando con leones

Comedia dramática que arranca en el lugar más oscuro —la enfermedad y el deseo de morir— y se atreve a hablar de ello con ternura y humor. Gilda busca respuestas en una organización clandestina que debate eutanasia; allí encuentra a Amadeu y, con él, una posibilidad de sentido. La película mezcla Portugal, España y Brasil en producción y refleja esa diversidad en el tono: hay melodía, ironía suave, personajes secundarios que arropan. La música de Toni M. Mir acompaña sin subrayar. No es un panfleto; es una invitación a conversar sobre decisiones íntimas sin tabús. En tiempos de polarización, se agradece el tacto.
Historias de Halloween

Antología española de terror de Kiko Prada que sigue a Luis en la tarde de truco o trato hasta un anticuario donde algo no encaja. Con Macarena Gómez, Javier Botet y David Pareja, la peli abraza el espíritu festivo del 31 de octubre con relatos cortos que combinan humor negro y susto juguetón. No es grandilocuente: es artesanal, de ideas, de atmósferas de bolsillo bien resueltas. Perfecta para quienes echan de menos el cuento de miedo sencillo que se disfruta con amigos y palomitas. Te reirás, te taparás los ojos, y querrás contar “esa vez” que te pasó algo raro.
No estás loca (Documental)

Golpe directo al pecho. María Bestar reúne más de cuarenta testimonios —mujeres, niños, jueces, psicólogos, periodistas— para mirar a la cara la violencia vicaria, cuando los hijos se usan como arma para destruir a las madres. Con apoyo de Naciones Unidas y los Ministerios de Igualdad e Infancia, y con voces conocidas sumándose a amplificar el mensaje, el documental evita el morbo, se toma tiempo, y construye dignidad desde la escucha. El título es declaración y abrazo: no estás loca. Es cine necesario, incómodo, esperanzador en su voluntad de cambiar cosas. Para ver, pensar y hablar después.
Dios lo ve (Documental)

Pieza de no ficción que busca lo espiritual desde lo cotidiano. En lugar de sermonear, observa: rostros, gestos, fragilidades, pequeñas epifanías que aparecen en esquinas inesperadas. Interesa cómo el montaje traza correspondencias: una vela y un móvil, una plegaria y un grito en la calle. Invita a reconciliarse con una palabra grande —Dios— despojándola de ruido para quedarse con lo humano. No hace falta creer para entrar; hace falta mirar con calma.
j-hope Tour ‘Hope on the Stage’ in Japan: Live Viewing (12 de noviembre)

Proyección especial en cines del concierto de j-hope en Japón, diseñada para sala: sonido que te pega al asiento, cámaras que te colocan en escenario y una edición que respeta los silencios con los fans. Para ARMY, es fiesta absoluta; para curiosos, es una masterclass de performance pop: precisión, carisma y un público que canta de memoria cada detalle. Como live viewing, la gracia está en verlo con más gente y sentir que el estadio se traslada a tu ciudad por una noche.
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