Llevada a cabo en 1978 por Ralph Bakshi y realizada mediante técnicas de animación y una en su momento muy novedosa rotoscopia. ‘El señor de los anillos’ de 1978 era una película que vi cuando era pequeño y de la que poco o nada recordaba, así que volví a visionarla con el miedo de encontrarme con un producto de bajísima calidad y dudoso interés. Me equivoqué.
Sin ser una película magistral, sí que tuve claras dos cosas tras los créditos finales: es una versión olvidada y por ello infravalorada, que muestra respeto y fidelidad a la novela en lo que cuenta y por otro lado, no tengo la menor duda de que Peter Jackson encontró en ella el patrón a seguir para su versión cinematográfica. Tal es así que hay planos literalmente copiados del film de Bakshi. Gran seguidor del trabajo de J.R R. Tolkien, Ralph Bakshi hizo varias intentonas de llevar a cabo la versión animada cinematográfica, hecho que consiguió finalmente a través de la productora United Artist, la cual le obligó a reducir su idea de tres películas a tan solo dos, por lo que hubo de comprimir todo aquello que Bakshi quería contar.
Para las voces en la versión original destacar la participación de John Hurt como Aragorn y de Anthony Daniels (el mítico C3PO en la saga de ‘Star Wars’) como Legolas. A destacar también el compositor de la banda sonora, que no es otro que Leonard Roseman, autor de la partitura para ‘Barry Lyndon’ de Stanley Kubrick entre otras (y por la que se llevó el Óscar a casa).
La película se llevó a cabo con un presupuesto en torno a los cuatro millones de dólares, recaudando más de 30. Hoy día, a juicio de todos, sería un éxito que contaría con segunda parte sin ninguna duda. Pero no así por aquel entonces, donde las críticas también importaban y que tras recibir lamentablemente comentarios un tanto dispares, la productora decidió no dar luz verde a la segunda parte del díptico en origen planeado, una auténtica lástima que hizo de esta más que digna película, una obra inacabada. Como última curiosidad, comentar que el doblador en la versión española de la película del personaje de Bilbo Bolsón es el mismo que en la versión cinematográfica del siglo XXI.
La película funciona bien y se entiende, si bien en algunos momentos la acción es muy atropellada y no cuenta con escenas de transición que dejen reposar la mente del espectador y que hagan fluir la narración. No vamos a hacer aquí una sinopsis de la historia ya que hoy día es poco más que inverosímil encontrar a alguien que diga no saber de qué trata dicho filme, así que nos centraremos en la crítica de la película como tal. En los primeros diez minutos exactamente (quitando los títulos de crédito), ya se ponen sobre la mesa los elementos con los que se van a jugar, y la premisa es clara, así como el objetivo que es deshacerse del anillo de poder.
Es esta la parte más interesante quizás, donde por muy resumido que esté todo para los fanáticos del libro la historia es comprensible y la acción avanza con gran habilidad. Recordemos una vez más que un libro es un formato y una película otro; qué manía con criticar lo que se pone o lo que se quita de una película que ha sido basada en un libro. Hay que ver una película como lo que es, y por tanto, tiene que ser entendible como única obra. La parte de Bree y “el pony pisador” es la primera en la que nos hacemos eco de la manera en la que está integrada la rotoscopia en la película, sin duda alguna una de las más curiosas novedades que tiene esta cinta, si bien no por ello la hace mejor. En opinión muy personal, esto es de hecho algo que hace frenar la narración y que consigue que la película sea más oscura de lo que debería ser en una cinta de animación (recordemos que es 1978) haciendo que esta no tenga un claro receptor, si niño o adulto, lo que posiblemente hizo que en su día la gente se viese confundida por el experimento.
Por otro lado, los jinetes negros son un gran acierto en el filme, ya que son tan amenazadores y perturbadores como bien deberían ser, aunque en mi opinión es en Bree donde cobran más importancia, para después pasar a un segundo plano muy secundario, ya que los orcos son otro de los grandes problemas, puesto que no son tan amenazadores (debido a la rotoscopia) como los jinetes.
La aventura sufre a mi parecer un enorme bajón un poco antes de mitad de película debido a esas escenas atropelladas de las que hablábamos antes, ganando de nuevo interés con la aparición de un nuevo personaje, Gollum, del que solo habíamos oído hablar en el prólogo y del que conocemos una interesante doble personalidad y una ambigüedad que nos causa interés en saber qué ocurrirá con nuestros protagonistas hobbits. Destacar también la aparición de Gandalf, ya como Gandalf el blanco (jamás entendí ni en una película ni en otra, como consigue tal honor propio de juego de rol) en la que se montan varias ilustraciones o imágenes sin movimiento para hacernos entender la batalla contra el Balrog y que son de nuevo novedad.
Se trata de una obra con grandes aciertos y grandes errores, una obra irregular pero digna de su visionado y una película de animación que nunca supo a quién debía dirigirse, pero qué duda cabe de que fue un gran espejo en el que mirarse para cineastas que vinieron posteriormente, como el propio Peter Jackson o el realizador texano Richard Linklater.