Hay un viejo dicho que se repite en sobremesas y cafés: “cualquier tiempo pasado fue mejor”. Pero basta encender la pantalla para comprobar que el cine lleva décadas empeñado en demostrar justo lo contrario: que lo que viene siempre puede ser peor. El Apocalipsis es un género en sí mismo, un espejo deformado que se actualiza cada década con nuevas fobias globales y terrores colectivos. Y aunque cambien los efectos visuales o los héroes de turno, la idea de que todo puede acabarse mañana nunca pasa de moda.
El virus invisible y el enemigo interior
Ya en 2013 se hablaba de pandemias como amenaza principal. Años después, la realidad se encargó de recordarnos que no era solo un recurso de guion. Películas como Contagio (2011) se convirtieron en profecías incómodas, y títulos posteriores como Songbird (2020) mostraron un mundo roto por una mutación interminable del Covid-19.
La televisión también entró en el juego con The Last of Us (2023), donde un simple hongo es capaz de poner de rodillas a la humanidad. Y más recientemente, Infectados (2024) llevó al límite esa sensación de que el enemigo no está en los ejércitos, sino en cada persona que respira a nuestro lado.
The Last of Us 2 termina con un brutal enfrentamiento
Ricos en el espacio, pobres en la Tierra
Neill Blomkamp ya lo imaginó con Elysium (2013): la élite viviendo en estaciones orbitales mientras la Tierra se derrumba bajo el peso de la desigualdad. La idea sigue más viva que nunca. Los Colonos del Espacio (2024) retoma el concepto, mostrando cómo los poderosos se aferran a un futuro limpio mientras abajo solo quedan ruinas y violencia.
El ejemplo de culto es Snowpiercer (2013), esa locomotora infinita que recorre un planeta helado, metáfora brutal de un sistema social congelado en clases que jamás cambian de vagón.
El futuro bajo tierra: entre búnkers, refugios y mentiras enterradas
Cuando mirar al cielo deja de ser una opción, el cine y las series han empezado a excavar hacia el interior de la Tierra en busca de respuestas… o de escape. En este futuro alternativo no hay paisajes estelares ni viajes interplanetarios, solo túneles, silos y puertas blindadas que separan a los elegidos del caos exterior.
Fallout (2024) se ha convertido en el máximo exponente de esta tendencia reciente. Con su estética retrofuturista y humor negro, la serie de Prime Video nos lanza de lleno a un mundo donde los humanos llevan generaciones encerrados en búnkers sin saber muy bien por qué. El apocalipsis nuclear ya pasó, pero el trauma se quedó a vivir con ellos.
Muy pronto, Netflix se suma a esta corriente con Refugio Atómico, otra distopía subterránea donde las jerarquías son tan rígidas como las paredes de acero que los rodean. ¿Qué se oculta tras las normas? ¿Quién decide quién entra y quién no? Las respuestas, como siempre, están en el subsuelo.
Y no podemos olvidar Silo (Apple TV, 2023), que desde el primer capítulo nos obliga a preguntarnos si la verdad puede sobrevivir cuando está literalmente enterrada. Con un tono más dramático, esta historia nos muestra cómo la opresión puede ser tan efectiva bajo tierra como en la superficie… o más.
Para quienes prefieren el espectáculo absoluto, 2012 (2009) nos regaló un colapso global en formato blockbuster, con tsunamis, terremotos y la humanidad subiéndose en arcas secretas como quien espera turno en una atracción de feria. Allí también había refugios, pero solo para millonarios y políticos.
Así que ya lo sabes: si el mundo se acaba, corre. Pero no hacia arriba. Hacia abajo.
Extraterrestres, siempre extraterrestres
Si algo nunca falta son los visitantes del espacio. Desde La guerra de los mundos hasta Independence Day, siempre hay alguien allá fuera dispuesto a quedarse con nuestra casa. En los últimos años hemos tenido variaciones más sutiles: Arrival (2016) nos habló de comunicación y paciencia, A Quiet Place (2018 y 2021) nos obligó a guardar silencio para sobrevivir, y Nope (2022) reformuló el mito con un toque inquietante y original. El cielo, en el cine, nunca es un lugar seguro.
Monstruos desde lo profundo
Guillermo del Toro nos regaló en Pacific Rim (2013) un espectáculo de kaijus y robots gigantes que abrió la puerta a una nueva etapa de monstruos colosales. La saga Godzilla y Kong se encargó de mantener vivo ese rugido, hasta llegar a Godzilla Minus One (2023), una joya japonesa que devolvió al monstruo rey su lado más devastador y humano.
Y lejos de agotarse, el subgénero sigue expandiéndose: The Trench (2024) llevó el terror marino a otro nivel, recordándonos que, si no nos atacan desde el espacio, lo harán desde las profundidades más oscuras.
Godzilla: Minus One
Tierra abandonada, héroes solitarios
Cuando el planeta ya no puede sostenernos, la única opción es dejarlo atrás. Oblivion (2013) y After Earth (2013) lo plantearon, y pronto llegaron títulos como Interstellar (2014), que convirtió la ciencia en poesía, o Ad Astra (2019), con Brad Pitt buscando respuestas en el límite del sistema solar.
En los últimos años, Finch (2021) nos mostró a Tom Hanks acompañado únicamente de un perro y un robot en un mundo devastado, mientras The Creator (2023) mezcló distopía y dilemas sobre la inteligencia artificial en una guerra por la supervivencia.
Matrix, Akira y los clásicos inmortales
El futuro también pertenece a los mitos. Matrix Resurrections (2021) intentó reactivar la saga, demostrando que la fascinación por la píldora roja sigue intacta. Y Akira, a pesar de ser un proyecto eterno en los cajones de Hollywood, mantiene su corona como obra de culto capaz de influir en cada nueva generación de cineastas y en cada blockbuster que juega con distopías urbanas.
Son clásicos que no envejecen, porque cada década encuentra nuevas razones para citarlos.
akira live action cancelado
El presente como distopía
Lo más inquietante de todo es que ya no necesitamos esperar al año 2159 ni al despertar de monstruos marinos para sentir que vivimos dentro de un thriller apocalíptico. Entre crisis climáticas, tensiones nucleares, inteligencia artificial sin control y pandemias que parecen nunca acabarse, nuestro día a día ya tiene guion de ciencia ficción.
Quizá por eso el cine de desastres y futuros oscuros nunca pierde fuerza. Porque en el fondo funciona como ritual colectivo: nos asusta, nos advierte y, al mismo tiempo, nos permite imaginar cómo resistiríamos si todo se viniera abajo.
¿Y si el mañana ya estuviera escrito?
Cada nueva producción distópica es un recordatorio de que seguimos preguntándonos lo mismo: ¿somos capaces de sobrevivir a nosotros mismos? Neo sigue eligiendo entre pastillas, Godzilla ruge como advertencia, Katniss apunta su arco contra el poder, y los héroes solitarios recorren paisajes arrasados en busca de algo que merezca la pena salvar.
Quizá cualquier tiempo pasado no fuera mejor, pero al menos el cine nos da la oportunidad de ensayar todos los futuros posibles… antes de que lleguen.
Comentarios cerrados