Hay películas que regresan sin avisar y otras que vuelan de vuelta como si te estuviera persiguiendo la mismísima bruja del Oeste. Y luego está Wicked Parte 2, que vuelve a los cines como ese ex al que no estabas seguro de querer ver… pero al que al final terminas abriéndole la puerta solo para ver “qué tal les va”. Spoiler suave: llegan verdes, brillantes y con drama del bueno.
Desde el primer minuto te das cuenta de que esta segunda parte no viene a repetir los fuegos artificiales de la primera, sino a prenderle fuego a Oz entero mientras tú intentas decidir si te quedas por la música, por Cynthia Erivo… o por puro cotilleo emocional. ¿A ti también te pasa que a veces solo quieres ver cómo arde todo? Porque aquí arde.
Así arranca el gran lío esmeralda
Hay secuelas que se conforman con ser “más de lo mismo”. Esta no. Wicked Parte 2 arranca con Elphaba ya convertida en mito, villana, símbolo o lo que tú quieras según tu nivel de cinismo. Y eso molesta a medio Oz, que ya no sabe si temerle, llorarle o contratarla para su gabinete de comunicación.
Lo divertido es que la película no tarda ni cinco minutos en decirte: “relájate, aquí hemos venido a sufrir bonito”. Porque sí, esta historia es oscura, seria, intensa… pero de esa forma en la que empiezas a sonreír cuando alguien dice algo dramático mientras suena un temazo de fondo. Oz será muchas cosas, pero sutil, lo que se dice sutil, no.
Lo que sí mantiene es esa estética gigante, brillante y casi excesiva que ya conoces del primer capítulo, solo que ahora viene acompañada de una iluminación tan dura que en algunos planos parece que el Sol también pidió un cameo. Si te preguntas si de verdad era necesario iluminar una discusión romántica como si estuvieran en Mordor, la respuesta es curiosamente “sí”. Porque eso es Wicked: más es más.
El duelo que sostiene toda la película
Si algo salva, levanta y sostiene esta secuela con la fuerza de una balada en pleno clímax, es Cynthia Erivo. Lo suyo es presencia. Es energía. Es ese tipo de actuación que te hace pensar: “yo quiero lo que ella está teniendo”. Cada vez que aparece, te reordena la columna vertebral. Y cuando canta, directamente te recoloca el alma.
A su lado, Ariana Grande brilla como una Glinda más vulnerable, más rota, más humana… y sorprendentemente más peligrosa. Aquí no estamos ante la rubia adorable que repite frases ingeniosas. Aquí se convierte en la voz pública del régimen, y esa dualidad le da un filo precioso.
Lo mejor de todo es ver cómo ambas chocan, se buscan, se perdonan, se hieren y vuelven a necesitarse. La película funciona cuando ellas funcionan. Cuando se separan, tú lo notas. Cuando vuelven, el cine también suspira.
Un triángulo que nunca deja de girar
Y luego está Fiyero, interpretado por Jonathan Bailey, que entra en escena como ese personaje que dice “no estoy seguro de nada”, mientras todos sabemos perfectamente de qué está seguro: de que está enamorado de las dos. Y de que las dos están enamoradas de él.
El triángulo amoroso aquí no es un adorno. Es el motor emocional
de la historia, y además uno bien engrasado. Cuando Fiyero mira a
Glinda, entiendes por qué ella cree en él. Cuando mira a Elphaba,
entiendes por qué él cree en ella.
Cuando mira al horizonte con cara de “¿qué estoy haciendo?”,
entiendes por qué el público se ríe.
El efecto Jeff Goldblum

Hablemos del Mago de Oz. Jeff Goldblum no interpreta al Mago: Jeff Goldblum es el Mago. Un showman ambiguo, ladino, encantador, manipulador y absolutamente divertido. Una mezcla entre maestro de ceremonias y político de traje brillante al que no deberías creerle, pero al que inevitablemente escuchas.
Hay momentos en los que su presencia recuerda al “Darth Vader burocrático” que mencionan algunas críticas, pero en clave Goldblum: más sonrisa torcida, menos respiración metálica.
Los problemas que no se esconden
Sería fácil ignorarlos, pero no: Wicked Parte 2 no es perfecta, y en ciertos tramos se nota más de la cuenta. Le pesa su obligación de encajar con la película de 1939. Le pesa tener que explicar el origen del León, del Hombre de Hojalata, del Espantapájaros… y le pesa especialmente su tono: tan serio que a ratos parece que estás viendo una guerra, no un musical.
Pero aquí viene la cosa interesante: incluso cuando se atasca, la película sigue siendo magnética. No siempre brillante, pero sí siempre hipnótica. Y eso también tiene su encanto.
Cuando la música te salva la noche
Wicked sin sus canciones no sería Wicked. Aquí están Erivo y Grande regalando interpretaciones que te hacen olvidar media sala de los problemas. Cuando sus voces se entrelazan, la secuela se eleva, se ilumina y te arrastra.
Hay momentos en los que la música parece recordarte por qué esta historia funciona desde hace veinte años: porque es íntima, dolorosa, ambiciosa y llena de contradicciones. Como la propia Elphaba.
¿Y entonces? ¿Vale la pena el viaje?

Depende de lo que vengas a buscar. Si quieres una segunda parte más espectacular, más luminosa y más ligera… no lo es. Si quieres una historia que respire tragedia, amistad y destino, sostenida por dos actrices que se dejan la vida en pantalla… entonces sí, Wicked Parte 2 te lo da todo.
Y es curioso: cuanto más imperfecta es la película, más humana se vuelve. Y cuanto más humana se vuelve, más entiendes por qué seguimos volviendo a Oz después de tantas décadas: no por el camino amarillo, sino por quien camina sobre él.
¿La vería otra vez? Sí. ¿La recomendaría? También. ¿Es tan épica como debería? No siempre. ¿Pero te deja algo rondando en la cabeza cuando sales del cine? Eso te lo garantizo.
Así que sí: Wicked vuelve. Y aunque esta parte no sea tan deslumbrante como la primera, sigue teniendo ese toque mágico —verde, imperfecto y encantador— que hace que quieras quedarte un rato más mirando a ese cielo de Oz que nunca se apaga del todo.
Y ahora te toca a ti: ¿crees que esta parte de Wicked hace justicia al viaje de Elphaba o esperabas algo más luminoso? Cuéntanos en los comentarios y síguenos en Google News para no perderte ninguna crítica de Cinemascomics.
Wicked: Parte 2
NOTA CINEMASCOMICS
TOTAL
En esta secuela más oscura y emocional, Elphaba enfrenta el peso de su leyenda mientras Glinda lidia con el poder, la culpa y un Oz que se desmorona entre mentiras, magia y lealtades rotas.




