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PREDATOR: BADLANDS

Crítica de Predator: Badlands — La redención del cazador en el planeta más letal del universo

Dan Trachtenberg transforma la saga con un Predator que aprende a sentir. Una aventura visualmente impactante y sorprendentemente emotiva.
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Dimitrius Schuster-Koloamatangi as Dek in 20th Century Studios' PREDATOR: BADLANDS film. Photo courtesy of 20th Century Studios. © 2025 20th Century Studios. All Rights Reserved.

Dan Trachtenberg lo ha vuelto a hacer. Después de reinventar la franquicia con Prey y expandir su mitología en Predator: Killer of Killers, el director nos lleva ahora hasta los confines del cosmos con Predator: Badlands, una película que rompe las reglas sin perder el ADN de la saga. Esta vez, el protagonista no es un humano acorralado por un cazador intergaláctico, sino el propio Predator. Y sorprendentemente, funciona.

Lo más impactante de Badlands no es su acción, ni su espectacular ambientación alienígena, sino su corazón. Porque sí, esta entrega tiene alma. O al menos, algo que se le parece mucho. Trachtenberg apuesta por una historia de crecimiento, empatía y autodescubrimiento en medio de una jungla extraterrestre plagada de monstruos, trampas biológicas y criaturas que harían palidecer al mismísimo Xenomorfo.

Un Predator diferente

El protagonista es Dek, un joven Yautja (nombre de la especie de los Predators) que ha sido rechazado por su propia tribu por ser demasiado pequeño, demasiado joven… y, según su padre, demasiado débil. Marcado por la humillación, decide probar su valía cazando a la criatura más temible del universo: el Kalisk, una bestia gigantesca que devora a todo lo que respira en el planeta Genna, también conocido como “El Planeta de la Muerte”.

Desde los primeros minutos, la película deja claro que Badlands no es solo una historia de caza, sino un viaje de redención. Dek no busca solo matar, sino entender qué significa ser un verdadero guerrero. Y en esa búsqueda, encontrará algo que ningún Predator había experimentado antes: amistad.

Elle Fanning, el alma sintética del filme

En medio de su odisea, Dek conoce a Thia, una androide interpretada por Elle Fanning que redefine lo que significa tener humanidad. Thia fue enviada al planeta por la corporación Weyland-Yutani (sí, la misma de Alien) en una misión fallida para capturar criaturas hostiles. Tras ser mutilada por el Kalisk, sobrevive solo con la mitad de su cuerpo, desplazándose con los brazos como una gimnasta imposible. Su encuentro con Dek cambia el rumbo de la película.

Fanning entrega una interpretación fascinante: dulce, excéntrica y trágicamente humana. Su química con el Predator es pura magia de ciencia ficción. Lo que empieza como una alianza forzada se convierte en una extraña amistad que recuerda a los mejores dúos improbables del cine. Thia es la chispa emocional del relato; con ella, el cazador aprende empatía, vulnerabilidad… y algo parecido al cariño.

Entre Prey y Avatar: un espectáculo visual brutal

Trachtenberg demuestra que su talento visual sigue en plena forma. La recreación del planeta Genna es una locura de diseño: selvas bioluminiscentes, desiertos con tormentas de ácido, criaturas que lanzan fuego o se camuflan con el entorno… Cada rincón del planeta parece vivo, respirando, acechando.

Hay ecos evidentes de Avatar y Annihilation, pero el tono es más sucio y brutal. Las criaturas no son simples decorados: son parte de un ecosistema coherente, donde cada especie se alimenta, ataca y se defiende siguiendo su propio código biológico. Y cuando Dek y Thia aprenden a leer ese lenguaje natural, la película alcanza momentos de puro asombro.

Un Predator con corazón (y con sentido del humor)

Uno de los mayores riesgos de Badlands era darle voz y alma a un Predator sin caer en el ridículo. Sin embargo, Trachtenberg y el actor Dimitrius Schuster-Koloamatangi logran el equilibrio perfecto. Dek sigue siendo un cazador salvaje, pero ahora también es un personaje con dudas, con heridas emocionales y con una necesidad profunda de demostrar su valor.

Hay incluso pequeños toques de humor que humanizan al monstruo: su torpeza inicial con Thia, su incomodidad cuando ella le pregunta si “mastica con los colmillos exteriores o con los dientes interiores”, o sus silenciosos intentos de entender los gestos de su compañera androide.

Por primera vez en la saga, el público siente empatía por un Predator, y eso es un logro gigantesco.

Entre la tradición y la evolución

predator: badlands tendrá precuela

Predator: Badlands tendrá precuela

Badlands funciona como una evolución natural de lo que Prey inició: menos testosterona, más emoción. Aquí no hay comandos musculosos ni junglas terrestres; hay un relato casi filosófico sobre la vulnerabilidad como fortaleza.

El guion de Patrick Aison y Brian Duffield introduce conceptos nuevos en la mitología Yautja, como el Código del Cazador, una especie de Biblia ancestral que regula el honor y los rituales de caza. Este detalle amplía la cultura de los Predators sin sobreexplicarla, dejando espacio para el misterio.

Y aunque la película evita la violencia extrema de sus predecesoras —en parte por su clasificación PG-13—, la acción sigue siendo contundente. Dek pelea con criaturas de todos los tamaños, improvisa armas con huesos, ramas y ácido, y protagoniza combates visualmente hipnóticos. Es un espectáculo menos sangriento, pero igual de intenso.

Un toque Disney (sin perder el filo)

El hecho de que Badlands esté producida bajo el sello de Disney ha despertado escepticismo entre los fans más puristas. Pero sorprendentemente, el enfoque más amable no traiciona la esencia del universo Predator. Sí, hay un tono más luminoso, con incluso un pequeño ser adorable llamado Bud, una criatura simiesca que se convierte en compañera de la pareja protagonista. Pero lejos de ser un elemento infantil, Bud aporta un contraste emocional que funciona dentro de esta fábula galáctica.

No hay que olvidar que Predator nació como una saga de supervivencia. Y Badlands, aunque cambie las reglas, mantiene ese espíritu intacto: cada decisión tiene un precio, cada victoria deja cicatrices.

Dan Trachtenberg, el nuevo arquitecto del universo Yautja

Con tres entregas a sus espaldas, Trachtenberg se consolida como el mejor arquitecto que la saga ha tenido desde John McTiernan. Sus películas funcionan como una trilogía espiritual: Prey era la caza primigenia, Killer of Killers exploraba la mitología, y Badlands da el paso definitivo al mostrar la cultura desde dentro.

La dirección es precisa, elegante y consciente del legado que maneja. Cada encuadre cuenta una historia. Cada criatura parece haber sido diseñada con una mezcla de ciencia y poesía. Y lo más importante: hay una intención narrativa real detrás de cada secuencia, no solo acción vacía.

Elle Fanning, MVP absoluta

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Elle Fanning as Thia in 20th Century Studios’ PREDATOR: BADLANDS film. Photo courtesy of 20th Century Studios. © 2025 20th Century Studios. All Rights Reserved.

Fanning merece un reconocimiento especial. Su interpretación como Thia —y también como su versión “hermana” Tessa, otro androide del mismo modelo— es tan matizada que uno olvida que está actuando junto a un Predator. Su mirada transmite curiosidad, miedo y ternura, todo en una misma escena. Es la primera vez en esta franquicia que una actriz aporta un nivel de sutileza emocional comparable al de Sigourney Weaver en Alien.

Su presencia equilibra la brutalidad de Dek con una sensibilidad que eleva el conjunto. Si Prey fue la historia de una cazadora humana que se enfrentaba al monstruo, Badlands es la historia de un monstruo que aprende lo que significa ser humano gracias a una androide rota.

El mensaje oculto tras las garras

Bajo toda su capa de acción, Predator: Badlands es una metáfora sobre la identidad y la diferencia. Dek no encaja entre los suyos, Thia no encaja entre los humanos, y ambos deben aprender a sobrevivir siendo lo que son, no lo que los demás esperan. Es un mensaje que resuena con fuerza en estos tiempos y que convierte a Badlands en la entrega más emocionalmente madura de toda la franquicia.

El clímax, sin entrar en spoilers, es tan épico como introspectivo: no se trata solo de derrotar al Kalisk, sino de aceptar que a veces la mayor victoria es renunciar a la caza.

Una caza diferente, un legado intacto

Predator: Badlands no busca ser la película más sangrienta ni la más espectacular de la saga. Busca ser la más significativa. Y en eso, acierta de lleno.

Puede que algunos fans echen de menos el rugido salvaje y la violencia sin freno de los clásicos, pero lo que Trachtenberg ofrece aquí es algo mucho más difícil: una historia sobre el alma detrás de la máscara.

Con una ambientación alucinante, personajes memorables y una dirección impecable, Badlands es una de las sorpresas del año. Una cinta que demuestra que, incluso después de casi cuarenta años, Predator todavía tiene mucho que contar… y mucho corazón que mostrar.

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Predator: Badlands

NOTA CINEMASCOMICS

TOTAL

En un planeta letal donde hasta las plantas matan, un joven Predator llamado Dek busca probar su honor enfrentándose a la criatura más temible del universo. Pero su encuentro con una androide rota, Thia, cambiará su concepto de fuerza y humanidad para siempre.

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Carlos Gallego Guzmán

Carlos Gallego Guzmán ISNI: 0000 0005 1791 9571 es fundador y director de Cinemascomics.com, medio líder en información de cine, series, cómics y cultura pop en español. Con más de una década de experiencia en el sector digital, ha desarrollado una línea editorial centrada en grandes franquicias como Marvel, DC, Star Wars, ciencia ficción y animación. Su trabajo ha sido referenciado por múltiples plataformas y bases de datos internacionales, consolidando su identidad digital a través de identificadores oficiales como Wikidata e IMDb.

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