La 78ª edición del Festival de Cannes ha coronado este año a tres cineastas de mirada profunda, compromiso firme y talento incontestable. Jafar Panahi se lleva por fin la ansiada Palma de Oro con It Was Just an Accident, una obra nacida desde el encierro y la memoria. Kleber Mendonça Filho triunfa con El agente secreto, llevándose Mejor Dirección, Mejor Actor para Wagner Moura y el premio FIPRESCI de la crítica internacional. Y Oliver Laxe pone a Teruel en el mapa global del cine con Sirat, ganadora del Premio del Jurado y aclamada como una joya mística rodada en los confines del alma.
En una edición marcada por la fuerza de las narrativas personales, el dolor político y la búsqueda espiritual, Cannes ha premiado lo que resiste, lo que arde y lo que trasciende.
Panahi: el cine como acto de supervivencia
It Was Just an Accident no es una simple película: es una cicatriz filmada. El cineasta iraní Jafar Panahi la ha construido desde la herida profunda de su experiencia carcelaria, imaginando un reencuentro imposible: el de un preso con su antiguo torturador, ahora convertido en padre de familia y ciudadano ejemplar.
La película, distribuida en España por La Aventura, recoge con sensibilidad y crudeza la sombra larga del trauma, pero también el desconcierto ante el olvido. Filmada en interiores opresivos, con una puesta en escena seca, casi documental, Panahi devuelve al cine su valor político más elemental: ser testigo cuando todo lo demás calla.
El director, condenado a prisión en Irán y con 20 años de veto a su carrera, ha sorteado la censura desde hace más de una década con inteligencia, valentía y creatividad. Esto no es una película, Taxi Teherán o 3 caras ya habían demostrado su capacidad para narrar desde el encierro. Con esta Palma de Oro, el festival reconoce por fin una trayectoria de resistencia artística que ha inspirado a generaciones.
Panahi no solo es uno de los grandes directores iraníes vivos, sino también uno de los cineastas más valientes del mundo. Su cine no clama, no grita, pero revela. Y en esta ocasión, ha transformado el dolor de su encierro en una historia íntima y demoledora sobre la memoria, el perdón y las heridas que nunca se cierran del todo.

El agente secreto: thriller, memoria y dictadura
La película del brasileño Kleber Mendonça Filho era una de las favoritas de la crítica. Y no ha defraudado. El agente secreto es un thriller político ambientado en 1977, durante los años más oscuros de la dictadura militar brasileña. Wagner Moura interpreta a Marcelo, un hombre perseguido por su pasado y por los tentáculos invisibles del poder.
Con un guion basado en años de investigación en archivos históricos, Mendonça Filho construye una película tensa, melancólica, profundamente humana. La interpretación de Moura, premiada como Mejor Actor, añade capas de dolor y dignidad a un personaje atrapado entre el miedo y el deseo de redención.
El director de Aquarius y Bacurau demuestra una vez más su capacidad para hablar de historia sin caer en el didactismo, y de política sin olvidar la emoción. El agente secreto, que llegará a España el 6 de junio gracias a Elastica y La Aventura, ha sido definida por la crítica como “una de las grandes películas latinoamericanas del siglo”.
Además del premio de dirección y del galardón a Moura, la película se alzó con el FIPRESCI de la crítica internacional, que destacó su mirada compleja sobre la herencia del miedo, la identidad fragmentada y la resistencia cotidiana. Mendonça Filho, que fue crítico antes que director, firma con esta cinta su obra más madura y ambiciosa.

Sirat: la mística de la tierra, la poesía del silencio
La gran sorpresa del palmarés llegó desde Teruel. Oliver Laxe ha conquistado el Premio del Jurado con Sirat, una película rodada en las sierras de Gúdar y ambientada en un universo espiritual y salvaje, donde el paisaje lo es todo.
La cinta sigue a un padre y un hijo en busca de Mar, hija y hermana desaparecida tras asistir a una rave en el desierto. Lo que empieza como una búsqueda se convierte en un descenso al alma, una travesía por senderos interiores tan áridos como las ramblas de Aliaga o Monteagudo del Castillo.
Rodada en árabe, castellano y aragonés rural, con actores no profesionales y una estética sin artificios, Sirat ha sido comparada por la prensa internacional con el cine de Tarkovski o Pasolini. La cámara de Laxe convierte cada encuadre en una plegaria visual. Es un cine que no representa, sino que revela: una experiencia sensorial donde lo espiritual y lo telúrico se funden en un mismo plano. Le Monde lo ha dicho sin rodeos: “Podría ser Irán, podría ser Sicilia. Pero es Teruel. Y eso emociona”.
Además de su valor cinematográfico, Sirat ha significado un punto de inflexión para el cine aragonés. Las tierras de Teruel, con su belleza seca y su luz cortante, se han convertido en protagonistas, en voz. El uso del paisaje como elemento narrativo —no solo como fondo— convierte a la cinta en una de las experiencias más inmersivas y radicales del cine europeo reciente.

Cannes premia lo radical
Lo que une a las tres películas premiadas es su compromiso radical con el arte como forma de exploración, denuncia o conexión espiritual. Panahi sigue haciendo cine desde el exilio interno. Mendonça Filho reconstruye con precisión los mecanismos del terror de Estado. Laxe convierte la geografía aragonesa en un umbral hacia lo sagrado.
No hay efectismo ni concesiones. Hay cine del que incomoda, emociona y permanece. Un cine que exige, que no se entrega a la inmediatez, que no busca contentar. Cannes ha demostrado que sigue siendo ese espacio donde lo incómodo y lo bello conviven. En tiempos de algoritmos, fórmulas y previsibilidad, estas películas apuestan por lo otro. Por la incertidumbre, por la lentitud, por el silencio, por la profundidad.
Un año para recordar
La 78ª edición del Festival de Cannes pasará a la historia como una de las más intensas, comprometidas y poéticas de las últimas décadas. La política ha estado presente, sí. Pero también el alma, la memoria, el paisaje y el misterio. Y aunque cada película premiada tiene su identidad propia, todas comparten una certeza: el cine aún puede cambiar la forma en la que vemos el mundo. Y eso, en estos tiempos, es una victoria.
De Irán a Brasil, de Teruel al mundo, Cannes 2025 ha dejado claro que el cine sigue vivo. Que no necesita fuegos artificiales, sino verdad. Y que esa verdad, aunque duela, puede ser profundamente transformadora.




