¿Quién no se imaginó de pequeño perdido en un bosque y, aun así, convencido de poder llegar a casa a tiempo para el abrazo de la abuela? Angelo, 10 años, explorador en prácticas y zoólogo “cuando sea mayor”, se lanza a esa odisea cuando sus padres, en plena prisa, se lo dejan olvidado en un área de servicio. A partir de ahí, lo que parece un accidente cotidiano se convierte en un viaje iniciático tan tierno como gamberro.
Así empieza Angelo en el bosque misterioso: realidad en 3D, imaginación en 2D (y más)
Vincent Paronnaud y Alexis Ducord entienden algo clave: la imaginación infantil no tiene un solo trazo. Por eso Angelo en el bosque misterioso cambia de piel constantemente. La vida real se modela en 3D contemporáneo, mientras que las fantasías de Angelo estallan en 2D clásico, blanco y negro musicado “a la antigua” y guiños cartoon desatados. El resultado no es postureo técnico: cada estilo separa con claridad lo que Angelo vive de lo que sueña, y ahí está parte de la gracia. La realidad y la fantasía chocan a cada rato, y eso es justo lo divertido.
La película no teme el exceso. Un ejército de hormigas marciales, robots tala-árboles, una nube con mala idea y verborrea de mafioso, una rana filosófica y Fabrice, una ardilla que quiere volar como un pájaro y que, cada vez que planea, nos recuerda que intentarlo ya es una victoria. Hay un villano de manual, Ultra, con aires de tirano caricaturesco, tan narcisista que se besaría en el espejo; y está Goouh, un ogro-gólem vegetal que parece escapado de un sueño húmedo de Miyazaki visto por un dibujante punk.
Entre guiño y guiño, la peli se marca referencias traviesas: “Terminator” en una entrada electrificada, la espada del rey Arturo convertida en pizza, ecos de Lucky Luke y esa tradición francesa que mezcla sátira y cuento con desparpajo.
Risas, carrera y… la abuela
La razón de todo el periplo es la abuela de Angelo. El niño repite como un mantra que “un mundo sin la abuela no es posible”, y esa frase atraviesa la película como brújula emocional. La imaginación aquí no es escapismo, es un salvavidas para mirar de frente lo que duele sin caer en la oscuridad absoluta. Cuando Angelo se cae, se levanta. Cuando se asusta, inventa. Y cuando inventa, crece.
Paronnaud (sí, el de Persepolis) y Ducord (Zombillénium) pisan el acelerador del ritmo y prefieren el relato en marcha antes que la gran lección subrayada. La película corre, tropieza, se sacude el polvo y sigue. A veces se le nota tanto entusiasmo que abre demasiadas subtramas y personajes secundarios que entran y salen como si el bosque fuera un desfile. Pero ese caos tiene sentido: es la cabeza de un crío funcionando a máximo volumen.
Humor para peques, doble fondo para mayores
Angelo en el bosque misterioso funciona de maravilla el humor físico y absurdista para los más pequeños: setas pedorras, coreografías con hormigas, persecuciones y chistes de gesto. Y, en paralelo, dardos para adultos: ese GPS con crisis existencial que suelta “lo importante es el viaje” mientras pierde el norte; o el subtexto ecológico que aparece sin sermón, recordando que el bosque se defiende si nos empeñamos en escucharlo.
La música y el montaje ayudan a hacer scroll sin mirar el reloj: secuencias que cambian de estilo con fluidez, números musicales que entran por los ojos y un uso del silencio que, cuando toca, deja respirar el corazón.
Un cuento de iniciación con firma y carácter
Angelo no busca derrotar a un dragón, busca saber quién es. Y eso se cuenta de A a B, como prometen sus autores, sin obsesionarse con grandes clímax prefabricados. Hay espacio para la ingenuidad, para la torpeza, para la valentía torpe que es la más honesta. Y hay espacio para Zaza, contrapunto rebelde y espejo del propio Angelo, que aporta energía de resistencia y aterriza la fábula en lo colectivo: cuando el bosque se une, Ultra deja de ser invencible.
¿Todo funciona? Casi siempre. En algún tramo el metraje se “atasca” en su propio parque de atracciones y olvida el impulso inicial, pero vuelve a encontrar el camino cuando regresa al hilo emocional de la abuela. El final luminoso puede parecer conservador, sí, pero la película no va de moralejas, va de acompañar a un niño que, en 81 minutos, entiende un poco mejor el mundo.
Veredicto Cinemascomics
Angelo en el bosque misterioso es una aventura chispeante, con barro en las zapatillas, ojos bien abiertos y un lápiz distinto para cada emoción. Cuando se desboca, es porque la imaginación también lo hace; cuando se detiene, es para escuchar a la familia; y cuando ríe, ríe con todos, sin paternalismos.
Si buscas animación con personalidad, que mezcle locura visual, ternura sincera y mensaje verde sin dar lecciones, aquí tienes una apuesta que en la sala de cine funciona de maravilla y que a los peques les va a dejar con ganas de salir a explorar… aunque sea en el parque de al lado.
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Angelo en el bosque misterioso
NOTA CINEMASCOMICS
TOTAL
Angelo, de 10 años, sueña con convertirse en explorador y zoólogo. Cuando emprende el viaje con su familia para visitar a su querida abuela, sus padres, distraídos, lo dejan atrás en un área de servicio. Dejado a su suerte, Angelo decide atravesar el bosque en busca de su familia. Se adentra en un mundo oscuro y misterioso habitado por extrañas criaturas, algunas más amigables que otras...
