Excalibur, el grupo de operaciones mágicas mutantes buscan calmar la ira de una diosa multiversal, pero la guerra parece inevitable
En Excalibur, Otro Mundo ya es parte de Krakoa, pero eso no significa que a los habitantes mágicos les guste ver mutantes en sus dimensiones. Y si una diosa como Saturnina les apoya, quizás haya nuevos capitanes Britania dispuestos a restablecer el orden.
Tini Howard sigue dispuesta a hacer que todos los que recordábamos al grupo de Claremont y Davis tengamos ganas de repasar toda esa etapa clásica de Excalibur con cada entrega de su serie. Esta vez es Luna Saturnina y la ciudadela, que aún nos lleva más atrás, hasta Alan Moore y su Capitán Britania, esta diosa del multiverso, poseía una guardia de capitanes Britania que defendían las realidades. Pero ya no hay cuerpo de capitanes, ya no hay multiverso que defender, o al menos, no debería.
La guionista sigue haciendo un gran trabajo con Excalibur, que se encuentra entre las más interesantes de Amanecer de X. Quizás su mejor valor es su lejanía con el resto de tramas, funciona perfectamente por sí sola, y crea su camino. Bebe de la historia clásica pero no las recrea, usa lo que hay, pero no repite tramas. Y así es como se hace crecer un mundo, aumentando las opciones del mismo. Y de paso, reparando cosas que se creían perdidas, recuperando personajes y ampliando el camino a seguir. Maravilloso trabajo el de Howard con Excalibur.
Y si me rindo en alabanzas con Howard, no puedo quedarme atrás con Marcus To. El artista nos ha planteado lo que hacía especial a la serie Excalibur con Davis, aventuras brillantes, poderes luminosos y espectaculares, y acción a mansalva: imaginación, fantasía y superhéroes. Marcus To tiene la capacidad de unir todo eso y hacer que funciones sin que dudes de que es magia, poderes mutantes, o puede que un poco de ambos.
Excalibur es una de las series que mejor funciona de esta regeneración mutante es l que menos tienen que ver con los asuntos mutantes, quizás, eso debería llamar la a atención sobre otras series que se dejan llevar tanto por la línea de Hickman, que pierden la personalidad que debería tener cada título.