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Avatar 3 es El sentido del agua… otra vez

El estreno de Avatar 3 está generando un debate inesperado entre los fans de la saga. Cambian los elementos, pero no todos están convencidos de estar viendo algo realmente nuevo.
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Hay confesiones que, cuando salen de la boca del reparto, suenan casi a terapia colectiva. Y eso es exactamente lo que ha pasado con Avatar: Fuego y ceniza. Sus protagonistas han reconocido algo que muchos espectadores ya intuían desde el primer tráiler: se parece muchísimo a Avatar: El sentido del agua. Tanto, que separarlas mentalmente es casi misión imposible.

No lo dicen haters de Twitter, ni críticos con la ceja levantada. Lo dicen los propios actores. Literalmente. Y la razón es tan simple como peligrosa: se rodaron al mismo tiempo. A la vez. Mezcladas. Como si James Cameron hubiera decidido grabar una película de tres horas… y luego partirla en dos por mitosis cinematográfica.

El resultado es Avatar 3, una película que cambia el agua por el fuego… pero mantiene casi todo lo demás.

“Es difícil separarlas”: cuando Pandora se convierte en un déjà vu azul

Durante una entrevista reciente, varios miembros del reparto admitieron que no siempre sabían si estaban rodando escenas de El sentido del agua o de Fuego y Ceniza. Bailey Bass, Tsireya en la saga, lo dijo sin rodeos: como se filmaron a la vez, muchas veces no tenía ni idea de qué iba a acabar en cada película.

Trinity Jo-Li Bliss, la joven Tuk, fue incluso más clara. Había días en los que rodaban una escena de la segunda película por la mañana y otra de la tercera por la tarde. Mismo set, mismos personajes, misma familia Sully… distinto “tono”, sí, pero la sensación de estar en la misma historia era constante. Y aquí es donde salta la alarma friki. Porque cuando ni los actores distinguen bien una entrega de otra, algo chirría.

Fuego, ceniza… y mucha agua otra vez

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Uno podría pensar que Avatar 3 iba a ser el giro radical. El momento “ahora sí”. El cambio de elemento, de clan y de energía. Y en parte lo es: entran en escena los ceniza, una tribu Na’vi mucho más agresiva, liderada por la imponente Varang. Más violencia, más tensión, más conflicto interno.

Pero luego miras el metraje y… sorpresa: hay muchísima agua otra vez. Batallas acuáticas, criaturas marinas, inmersiones largas y ese amor casi obsesivo de Cameron por los entornos submarinos. Pandora sigue siendo azul, húmeda y resbaladiza durante buena parte del metraje.

De hecho, el clímax vuelve a apoyarse en un gran enfrentamiento que recuerda demasiado al de la segunda película. Cambian algunos detalles, sube la adrenalina, pero la estructura es sospechosamente familiar. Como si Cameron hubiera dicho: “si funciona, no lo toques… solo préndele fuego”.

La saga que se copia a sí misma sin pudor

Aquí entra el debate incómodo. Porque Avatar: Fuego y ceniza no es mala película. De hecho, vista de forma aislada, probablemente sea la más intensa, la que mejor ritmo tiene y la más espectacular de las tres. El problema es el contexto. El peso de sus hermanas mayores.

La historia avanza repitiendo casi el mismo esqueleto dramático, solo que cambiando el elemento dominante. Una vez más, Spider es capturado, de nuevo convertido en una pieza incómoda dentro del conflicto humano–Na’vi, y otra vez su situación funciona como detonante emocional para varios personajes, especialmente para Jake y Neytiri. En la segunda película, su cercanía con Quaritch y su decisión final generaban una fractura moral evidente; en la tercera, ese rol vuelve a activarse, reforzando la idea de Spider como personaje puente… y como problema recurrente que nunca termina de resolverse.

El paralelismo se hace aún más evidente en el arco de Jake Sully. En El sentido del agua, Jake sobrevive al clímax final gracias a la intervención directa de sus hijos, especialmente Lo’ak, que se lanza a salvarlo cuando el enfrentamiento ya parecía decidido. Fire and Ash repite esa dinámica: Jake vuelve a ser salvado por uno de sus hijos, insistiendo en el mismo mensaje que Cameron ya había subrayado antes. El líder guerrero, el padre experimentado, ya no es el héroe autosuficiente de la primera película, sino alguien que necesita ser rescatado por la nueva generación. Narrativamente es coherente, pero también reiterativo, porque el momento cumple exactamente la misma función emocional que en la película anterior.

avatar: fuego y ceniza

Además, la estructura del conflicto final vuelve a calcarnos la fórmula. En El sentido del agua, la batalla se concentraba en un gran enfrentamiento prolongado, con rescates encadenados, separaciones familiares, un antagonista aparentemente derrotado y una resolución que parecía definitiva… aunque no lo fuera. Fire and Ash vuelve a apostar por ese mismo crescendo, cambiando el entorno y el tono —más agresivo, más incendiario— pero manteniendo el patrón: amenaza externa, familia dividida, captura de un ser querido, sacrificios parciales y cierre emocional que da la sensación de final absoluto.

La sensación que deja la película, vista desde este ángulo, es que Cameron no está contando una nueva historia, sino una variación más intensa de la anterior. El fuego sustituye al agua, los Ceniza reemplazan a los Metkayina como fuerza cultural dominante, pero las decisiones clave, los puntos de giro y las resoluciones emocionales siguen el mismo camino. No es que Avatar 3 no tenga identidad propia, es que está tan atada a la segunda entrega que cuesta no verla como su reflejo directo.

Al final, Fire and Ash no da la sensación de ser una película nueva, sino una vuelta más al mismo circuito, ejecutada con más músculo técnico y menos pudor. Cameron no repite porque no sepa hacerlo mejor, repite porque puede permitírselo. Pandora sigue deslumbrando, el espectáculo es incuestionable y la maquinaria funciona como un reloj suizo, pero el viaje empieza a parecerse demasiado al anterior. No es que el fuego no queme; es que ya sabemos exactamente dónde va a arder y quién acabará saliendo de las llamas.

Lo nuevo funciona… pero no basta

nuevo tráiler de avatar: fuego y ceniza

Nuevo tráiler de Avatar: Fuego y ceniza

Eso no significa que Avatar 3 no tenga elementos interesantes. Los Ceniza aportan una energía distinta a Pandora. Son más crueles, más impredecibles y menos espirituales. Varang, interpretada por Oona Chaplin, es una antagonista potente que pone en aprietos tanto a Jake Sully como a Quaritch.

También hay más protagonismo para los jóvenes Na’vi, que siguen siendo lo mejor de la saga en términos interpretativos. Su naturalidad contrasta con algunos problemas ya clásicos, como la decisión de mantener a Sigourney Weaver interpretando a una adolescente, algo que, por muy mágico que sea el motion capture, empieza a cantar más de la cuenta.

El gran truco de Avatar: que lo bonito parezca profundo

Aquí está el quid de la cuestión. Avatar sigue jugando la misma carta desde 2009: si se ve increíble, perdonamos casi todo lo demás. Y Cameron lo sabe. Por eso cada plano es una locura técnica, cada criatura parece real y cada escenario te invita a alargar la mano para tocarlo.

Pero si despojas la película de su envoltorio visual, lo que queda es una historia de ciencia ficción bastante estándar. Conflictos familiares, invasores humanos, dilemas morales básicos y el eterno mensaje ecológico envuelto en épica. Funciona, sí. Impresiona, sin duda. Pero empieza a sentirse repetitivo, incluso para los fans más fieles.

¿Y ahora qué pasa con Avatar 4 y 5?

Lo más curioso de Fuego y ceniza es que su final cierra tantas tramas que uno se pregunta para qué hacen falta más películas. Todo parece resuelto, o al menos encarrilado. Y eso genera una mezcla extraña de satisfacción y preocupación.

Si las próximas entregas rompen de verdad con esta estructura, puede ser emocionante. Si no, corren el riesgo de convertirse en variaciones cada vez más caras de la misma película.

Por ahora, Avatar 3 es como volver a Pandora y pensar: “me encanta este sitio… pero juraría que ya he estado aquí”. Y la pregunta es inevitable: ¿te sigue bastando con que sea espectacular, o empiezas a pedir algo más?

Te leo en los comentarios. Y no, no pasa nada si amas Avatar… y aun así reconoces que se está repitiendo.

carlos gallego guzmán

Carlos Gallego Guzmán

Carlos Gallego Guzmán ISNI: 0000 0005 1791 9571 es fundador y director de Cinemascomics.com, medio líder en información de cine, series, cómics y cultura pop en español. Con más de una década de experiencia en el sector digital, ha desarrollado una línea editorial centrada en grandes franquicias como Marvel, DC, Star Wars, ciencia ficción y animación. Su trabajo ha sido referenciado por múltiples plataformas y bases de datos internacionales, consolidando su identidad digital a través de identificadores oficiales como Wikidata e IMDb.

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