Rian Johnson ha cambiado la luz del Mediterráneo por la penumbra de una parroquia en mitad de la nada. Y vaya si se nota. Wake Up Dead Man: A Knives Out Mystery llega a Toronto con Daniel Craig de nuevo como Benoit Blanc y una pregunta que resuena entre bancos de madera y vitrales: ¿puede una saga de whodunit reinventarse sin traicionarse? Las primeras reacciones dicen que sí… y que además se atreve a coquetear con la fe, la culpa y los milagros, sin perder el tono juguetón que la hizo famosa.
Así arranca: del sol de Glass Onion al frío de las criptas
Después del especial soleado y satírico de Glass Onion, Johnson baja la temperatura y vuelve con Wake Up Dead Man a una atmósfera gótica, invernal y cerebral. El escenario es una pequeña comunidad religiosa en el estado de Nueva York, donde el Monseñor Jefferson Wicks (un Josh Brolin en modo líder de secta a golpe de homilía) domina a su congregación con mano de hierro y sermones incendiarios. A ese avispero llega Jud Duplenticy (Josh O’Connor), un joven sacerdote con pasado de boxeador y presente de penitente, enviado como correctivo por la jerarquía eclesiástica. Y, claro, cuando alguien muere de forma imposible dentro de una habitación cerrada… aparece Benoit Blanc.
Un misterio con olor a incienso, tinta y sangre
Johnson arma una habitación cerrada de manual y la llena de sospechosos deliciosos: una feligresa todopoderosa y misteriosa (Glenn Close), un doctor con vida familiar en ruinas (Jeremy Renner), una abogada que guarda más de un secreto (Kerry Washington), un escritor en declive existencial (Andrew Scott), una violonchelista quebrada por el dolor (Cailee Spaeny) y un guardián de terrenos con silencios de granito (Thomas Haden Church). Cada uno trae su cofre de culpas, deseos y rencores. La gracia no está solo en quién empuña el arma, sino en por qué todos podrían haberlo hecho.
¿Qué dicen los críticos de Wake Up Dead Man? Spoiler: Craig hipnotiza, O’Connor roba planos
La primera ola de reseñas de Wake Up Dead Man subraya que Johnson regresa a la esencia de Knives Out con una capa nueva: ahora el rompecabezas no solo habla de pistas y coartadas, también de racionalidad versus fe, de cómo un cuento criminal puede funcionar como homilía laica. Daniel Craig afina a un Benoit Blanc menos histriónico y más contemplativo, que mira el crimen como si fuese un misterio teológico. Pero la gran sorpresa es Josh O’Connor, a quien muchos sitúan como el corazón y la grieta de la película: un sacerdote hecho de dudas, furias domadas y humor inesperado, que se convierte en compañero de investigación y espejo moral de Blanc.
Hay consenso en que la puesta en escena es un festín: cementerios con mármol gastado, un vestuario que cuenta cuentos y una fotografía que convierte cada sombra en amenaza. Y, como en toda buena entrega de la saga, el guion se guarda golpes de efecto de los que hacen murmurar a media sala antes de estallar en carcajadas nerviosas.
El bloque que te interesa: primeras valoraciones, sin rodeos
Variety se rinde al equilibrio en Wake Up Dead Man al ingenio lúdico y la reflexión, celebrando que la película vuelva al “truco de trampilla” de la primera entrega mientras sube la ambición con su debate sobre fe y razón. IndieWire aplaude el tono Poe que rezuma el metraje y defiende la dupla Blanc–Jud como hallazgo, remarcando que la oscuridad no se come el placer del juego.
Deadline pinta a Wake Up Dead Man como la más inteligente desde el debut, y The Wrap directamente la proclama la mejor de la trilogía por su mezcla gloriosa de gothic horror y comicidad traviesa. The Hollywood Reporter, más cauto, advierte que el puzzle a ratos se enreda en su propia brillantez, pero concede que O’Connor está descomunal y que Craig se reserva un desenlace de aplauso y genuflexión.
Lo que la hace distinta (y por eso peligrosa)

Aquí no hay islas de ricos ni cuchicheos de herederos alrededor de una herencia. Hay sermones que suenan a campaña, confesiones que queman y un pueblo donde la ausencia de un crucifijo es metáfora de algo roto más grande que la iglesia. Johnson juega a comparar el whodunit con un evangelio torcido: los feligreses leen novelas de habitación cerrada y, a la vez, son parte de una; Blanc, ateo declarado, acaba persiguiendo milagros de lógica; y el relato se pregunta por qué nos fascinan tanto los relatos de traición, muerte y redención. El chiste es que aquí la resurrección no es exactamente lo que crees.
Craig, O’Connor y una corte de sospechosos deliciosos
Daniel Craig entrega su Benoit Blanc más rico en matices: menos diva y más médium del comportamiento humano. Su drawl sureño ya es un masaje auditivo, pero lo que sorprende es su escucha, su manera de leer almas sin tocar a nadie. Josh O’Connor le da la réplica con un personaje que podría haber sido un cliché y que aquí es dinamita emocional: boxea con su fe, teme su pasado y encuentra en Blanc un aliado improbable.
Glenn Close entra en escena y te preguntas cómo demonios hizo Johnson para no escribirle una serie entera; Josh Brolin disfruta con un pastor que predica con fuego y escupe hielo; Washington, Scott, Renner y Spaeny aportan capas que el guion sabe cuándo rascar.
¿Wake Up Dead Man funciona como misterio? Sí. ¿Solo como misterio? No.
El mecanismo criminal es puro relojero, con trucos de puesta en escena que van de lo elegante a lo macabramente divertido. Pero lo que de verdad te retiene es que cada giro abre un tema: el poder como liturgia, la información como fe de carbonero, la culpa como motor que todo el mundo quiere ocultar bajo la alfombra del confesionario. Y cuando llega el gran discurso final, Johnson se regala un momento tan excesivo como brillante que, admitámoslo, Benoit Blanc se ha ganado.
Wake Up Dead Man es la confirmación de que la saga puede mutar sin perder su ADN. Es más oscura, sí; también más juguetona en lo filosófico. Si buscas la comodidad de la primera o el espectáculo de la segunda, las vas a encontrar… filtradas por un cristal gótico que hace que todo se vea más grande y, a la vez, más humano. Puede que en algún tramo el relato se regodee en su inteligencia, pero cuando Craig y O’Connor se encienden, la película respira, ríe y late como un cuerpo vivo.
Apunta fechas: estreno limitado en cines a finales de noviembre y desembarco en streaming en diciembre. Hasta entonces, bienvenidos a misa: traed lupa, sentido del humor y espacio para la duda. Porque en la iglesia de Rian Johnson, creer y deducir quizá sean el mismo acto.




