Hay películas que empiezan con un aviso y no necesitas nada más para sentir el pánico en el estómago. Sin oxígeno arranca recordándonos que el buceo de saturación es uno de los trabajos más peligrosos del planeta. Dicho de otra forma: si bajas al fondo del Mar del Norte a 300 metros de profundidad, estás más cerca del espacio exterior que de tu casa. Y, a partir de ahí, el espectador se prepara para contener la respiración durante 93 minutos.
Un accidente imposible de olvidar
La película de Alex Parkinson adapta su propio documental de 2019 (Last Breath), basado en hechos reales ocurridos en 2012 frente a las costas de Aberdeen. El trabajo parecía rutinario: reparar una tubería submarina para garantizar calefacción en Escocia. Pero lo que debía ser un encargo más se convirtió en una pesadilla a contrarreloj.
Chris Lemons (Finn Cole), un joven buzo escocés lleno de ilusión, baja a trabajar con David Yuasa (Simu Liu), un profesional frío y calculador. Desde la campana de buceo, un veterano de 20 años llamado Duncan Allcock (Woody Harrelson, con su inconfundible carisma) supervisa la operación. Todo va bien… hasta que una tormenta hace que la nave madre pierda estabilidad, el cable vital de Chris se rompe y queda varado en la oscuridad, con apenas unos minutos de oxígeno. Y sí, solo leerlo ya corta la respiración.
Parkinson, del documental al thriller
Lo que más llama la atención es cómo Alex Parkinson traduce la crudeza de su documental al cine de ficción. No hay villanos de opereta ni giros forzados: aquí el antagonista es la propia naturaleza, el mar embravecido y la cuenta atrás del oxígeno. La película se siente casi periodística, detallando el trabajo de los buzos con precisión milimétrica: cámaras, válvulas, mezclas de gases, cables que parecen cordones umbilicales.
Esa obsesión por el detalle convierte a Sin oxígeno en un thriller distinto, mucho más realista que la media. Y cuando llega el accidente, el espectador no puede evitar tensar el cuerpo en la butaca.
Harrelson y Liu: dos polos opuestos bajo presión
El reparto es uno de los grandes atractivos. Woody Harrelson interpreta a Duncan, el supervisor de campana, un tipo curtido y cercano a su retiro. Su manera de transmitir experiencia con solo una mirada da peso a cada escena.
Simu Liu, por su parte, se aleja del tono ligero de Shang-Chi para encarnar a Yuasa, un buzo profesional con un muro emocional que lo hace parecer casi una máquina. Ese contraste con la vulnerabilidad de Chris (Finn Cole) da equilibrio al trío protagonista.
Harrelson aporta humanidad, Liu la frialdad del profesional y Cole el miedo tangible del novato atrapado. La combinación funciona como engranaje perfecto.
El terror del reloj
Pocas cosas generan tanta angustia en pantalla como ver cómo baja una cuenta atrás de oxígeno. Parkinson lo sabe y lo explota con maestría. Primero es un cronómetro que marca cuántos minutos de aire quedan. Después, se convierte en un “tiempo sin oxígeno” que avanza cruelmente, sumergiendo al espectador en la desesperación.
El resultado es un clímax visual y sonoro que te obliga a respirar al mismo ritmo que los buzos. Y cuando la cámara muestra la inmensidad negra del fondo marino, el cine se convierte en claustrofobia pura.
Entre el rigor y la emoción

Aunque la acción ocurre principalmente bajo el agua, la película no olvida las emociones en superficie. La prometida de Chris, Morag (Bobby Rainsbury), añade un componente íntimo y humano que eleva el drama. Es un recordatorio de que detrás de cada traje de buzo hay alguien que espera en casa.
El director tampoco cae en el sensacionalismo. No hay discursos grandilocuentes ni lágrimas fáciles. La tensión y la humanidad surgen de los gestos contenidos, de las miradas de los compañeros y del silencio incómodo cuando nadie sabe si Chris seguirá con vida.
Una película que sabe dónde está su fuerza
Lo mejor de Sin oxígeno es que no se distrae. No busca subtramas innecesarias ni giros de guion de manual. El film confía en que la historia real ya es suficientemente poderosa. Y lo es.
Sí, los personajes no tienen un desarrollo profundo fuera del trabajo, pero eso no importa. Aquí el foco está en el proceso, en la supervivencia y en la colaboración. Es un thriller de manual en el mejor sentido: va a lo esencial, sin adornos.
La música que corta la respiración
El score de Paul Leonard-Morgan merece mención aparte. Sus notas van marcando el ritmo de la angustia: suaves y solemnes cuando la calma parece posible, brutales y tensas cuando el oxígeno se agota. Es un ejemplo perfecto de cómo la música puede convertirse en un pulso dramático que acompaña cada respiración del espectador.
Cuando el cine se convierte en experiencia

Más que una película, Sin oxígeno es una experiencia física. El espectador siente el peso del agua, la presión de las profundidades y la impotencia de estar a cientos de metros de la superficie sin salida posible.
Es cine inmersivo en el sentido literal: te arrastra al fondo del mar y te obliga a vivir el accidente como si fueras parte de la tripulación.
Un thriller que deja huella
En un panorama lleno de thrillers superficiales, Sin oxígeno apuesta por lo contrario: sencillez, rigor y tensión auténtica. No necesita artificios para ser emocionante, porque la historia real ya lo era todo.
Woody Harrelson brilla como veterano en las sombras, Simu Liu sorprende con un registro contenido y Finn Cole se convierte en el corazón de la película. Puede que no sea perfecta —el epílogo se siente algo apresurado—, pero cuando los créditos aparecen, lo único que puedes pensar es que has estado 90 minutos conteniendo la respiración.
Sin oxígeno (2025)
NOTA CINEMASCOMICS
TOTAL
SIN OXÍGENO es un thriller de acción cargado de adrenalina que narra la increíble historia real de Chris Lemons (Finn Cole), un buzo profesional que, tras un extraño accidente, queda atrapado en el fondo del Mar del Norte. Con tan solo 10 minutos de oxígeno de emergencia y a más de media hora de cualquier esperanza de rescate, esta es la lucha imposible de un hombre por sobrevivir a 90 metros de profundidad. Mientras tanto, en la superficie, sus compañeros Duncan (Woody Harrelson) y Dave (Simu Liu) lucharán contra una feroz tormenta y harán todo lo posible por rescatarlo con vida.




