Frank Miller redefinió a Batman para siempre. Aunque muchos asocian su nombre con The Dark Knight Returns, hay un arco que incluso los lectores más exigentes consideran su obra maestra y el mejor cómic de Batman de la historia, hablamos de Batman: Year One.
Publicada en 1987 y desarrollada junto al dibujante David Mazzucchelli y la colorista Richmond Lewis, esta historia en solo cuatro números cambió todo. No solo el origen del Caballero Oscuro, sino la forma en que Gotham, Jim Gordon, Selina Kyle y el propio Bruce Wayne serían retratados durante décadas. Y lo mejor de todo es que, casi 40 años después, sigue siendo una lectura vibrante, brutal y emocionalmente compleja.
Una ciudad nueva para un héroe roto
Después de Crisis on Infinite Earths, DC buscaba un nuevo comienzo. Fue el momento ideal para reiniciar el mito de Batman. Frank Miller, conocido por su trabajo en Daredevil, aceptó la misión con ciertas dudas. Pero el resultado fue una historia precisa, afilada y muy humana, condensada en apenas 80 páginas.
Le acompañaron Mazzucchelli, con su trazo económico y expresivo, y Richmond Lewis, que con su paleta sucia y emotiva, dio a Gotham un aspecto reconocible: una ciudad real, decadente, que casi podías oler desde la página.
Gordon y Batman: dos miradas sobre Gotham
Lo más revelador de Year One es que no trata solo de Batman. Desde el primer número, Gordon toma tanto protagonismo como Bruce. Mientras uno llega desde el cielo, el otro pisa el barro. Bruce regresa a Gotham como un millonario con una misión; Gordon como un policía que intenta resistir al sistema. Y en ese contraste, la historia cobra cuerpo.
La narrativa de Miller fluye entre ambos puntos de vista, y eso permite al lector descubrir la ciudad desde dos perspectivas enfrentadas. Bruce está probándose a sí mismo, tanteando los límites de su nueva identidad. Gordon lucha contra la corrupción de sus propios compañeros, su matrimonio, y su conciencia.
Sus caminos apenas se cruzan hasta el final, pero cuando lo hacen, la alianza que nace es el germen de todo lo que vendrá después. Batman necesita a Gordon tanto como Gordon necesita creer en alguien como él.
El mito nace del error
Year One también funciona como una historia sobre errores. Batman no es infalible: fracasa, sangra, queda atrapado. Hay una secuencia memorable donde es rodeado por la policía en un edificio abandonado. Sin gadgets, sin salida, debe improvisar. Y lo hace: invoca una bandada de murciélagos, confunde a sus perseguidores y escapa. Ahí deja de ser un hombre disfrazado y se convierte en un mito.
El arte que lo cambia todo
El trabajo de Mazzucchelli y Lewis eleva esa escena, y muchas otras, a la categoría de clásico. La Gotham que dibujan está llena de texturas, mugre y detalles que cuentan tanto como los diálogos. Cada rincón está pensado.
Las escenas de Gordon son oscuras, con tonos marrones, verdes apagados. Las de Bruce, frías, llenas de blanco, como si estuviera desconectado del mundo. Esa narrativa visual acompaña la historia de forma invisible pero poderosa.
Decisiones que marcan
Hay viñetas que se te quedan grabadas: el campo de tiro, donde Gordon habla del niño que espera mientras dispara; el momento en que Bruce, desangrado, se arrodilla y decide que se convertirá en murciélago; o la imagen final, sin traje, salvando al hijo de Gordon. No necesita el uniforme para ser héroe. Solo su decisión.
Selina Kyle también aparece, y su transformación en Catwoman es uno de los gestos más potentes del relato. No nace de un accidente ni de un trauma: se inspira en Batman. Su decisión es personal, activa. Y eso, aunque se cuenta en pocas escenas, dice mucho del efecto que el murciélago empieza a tener sobre Gotham.
Un final contenido, perfecto
El arco entero tiene una tensión constante. Cada página avanza algo. No hay relleno. Todo está medido. Y el final lo ata todo sin necesidad de explícitos giros dramáticos. Gordon, ya convencido del valor de Batman, decide no mirar. «No puedo ver bien sin mis gafas«, dice, y en esa frase está el respeto, la alianza y la complicidad.
El legado de Year One
Year One influyó en el cine, en los videojuegos, en las series y en los cómics durante décadas. Nolan, Reeves y muchos otros han bebido directamente de su estructura, su tono y sus personajes. Pero más allá de eso, sigue siendo un relato sobre la decisión de hacer el bien en un mundo que no quiere ser salvado.
Bruce no se convierte en Batman porque quiera venganza. Lo hace porque quiere que ningún otro niño pase por lo que él pasó. Y Gordon no se une a él porque esté convencido de su misión, sino porque no tiene a nadie más en quien confiar.
Eso es lo que hace que Year One funcione tan bien: no habla de superhéroes perfectos, sino de personas rotas que deciden no rendirse. Casi cuarenta años después, sigue siendo la mejor puerta de entrada al universo de Batman. Y el testamento definitivo de que Frank Miller, cuando quiso, supo escribir desde las tripas. Desde la ciudad. Desde la sombra.
