En el año 2000, el cine de superhéroes estaba al borde de la irrelevancia. Tras los fracasos de Batman & Robin (1997), Steel (1997) y Spawn (1997), el género había perdido el favor del público y la confianza de los estudios. Las adaptaciones de cómic eran consideradas muy arriesgadas, costosas y, peor aún, infantiles. Nadie quería poner dinero en ellas. Hasta que X-Men llegó para demostrar lo contrario.
Un antes y un después en el cine de superhéroes
A diferencia de lo que vemos hoy, donde cada mes hay un nuevo estreno de Marvel o DC, a finales de los 90 las películas de superhéroes eran vistas con escepticismo. El éxito de Superman (1978) y Batman (1989) parecía haber quedado atrás. El género estaba en crisis, necesitado de una historia que demostrara su valía. X-Men fue esa historia. Llegó con un enfoque diferente: más realista, más político, y con personajes que se sentían humanos pese a sus poderes extraordinarios. Fue la primera película que tomó el material original en serio, sin burlarse de sus orígenes ni recurrir al exceso caricaturesco.
El largo camino hasta la pantalla grande

La idea de adaptar X-Men al cine existía desde los 80, pero pasó por numerosos intentos fallidos. La compra de los derechos por parte de Fox fue el primer paso firme, pero el proyecto se topó con muchas dudas. Fue el inesperado éxito de Blade (1998), protagonizada por Wesley Snipes, lo que dio confianza a los ejecutivos para invertir en una historia sobre mutantes.
La elección de Bryan Singer como director fue arriesgada. Provenía del cine independiente y no tenía experiencia con efectos especiales. Sin embargo, su visión encajó perfectamente con el tono que buscaba la película: una historia con peso, reflexión y drama. Singer supo rodearse de guionistas como David Hayter y de un reparto capaz de equilibrar acción con emoción.
El casting que redefinió a los héroes del cine
Hoy en día resulta imposible imaginar a otros actores en los papeles principales. Patrick Stewart como Charles Xavier fue una elección aclamada desde el principio. Ian McKellen como Magneto aportó una gravedad shakespeariana al personaje. Anna Paquin (Rogue), James Marsden (Cyclops), Famke Janssen (Jean Grey) y Halle Berry (Storm) completaron un reparto diverso y funcional.
Pero el verdadero hallazgo fue Hugh Jackman. Llegó al rodaje con apenas tres semanas de preparación, sin haber leído los cómics, y convirtió a Wolverine en una figura legendaria. Su trabajo definió la imagen del personaje para toda una generación. No solo fue físicamente imponente, sino que transmitió la rabia, el dolor y el carisma del mutante con garras. Lo que empezó como un reemplazo de emergencia terminó siendo la piedra angular de la franquicia.

Un rodaje complicado pero exitoso
El rodaje de X-Men comenzó con un presupuesto moderado y muchas restricciones. Singer tuvo que luchar contra el escepticismo del estudio, que quería reducir riesgos al máximo. Los trajes de cuero negro, que fueron criticados por los fans, nacieron de esa necesidad: eran más baratos y «realistas» que los coloridos uniformes de los cómics. Incluso se hizo una broma interna sobre eso en la película: «¿Preferirías licra amarilla?».
Los efectos especiales fueron limitados pero efectivos. El enfoque estaba en los personajes y sus dilemas morales. Las escenas de acción, aunque contenidas, tenían fuerza gracias a la tensión emocional que las acompañaba. El enfrentamiento entre Xavier y Magneto no era solo un choque de poderes, sino de filosofías de vida.
El mundo cambió para siempre
Cuando X-Men se estrenó, recaudó casi 300 millones de dólares. Fue un éxito rotundo, pero más importante aún fue su influencia. Demostró que el género podía ser rentable y respetado. A partir de ahí, comenzaron a producirse proyectos como Spider-Man (2002), Hulk (2003), Batman Begins (2005) y toda la avalancha que culminaría en el UCM.
El enfoque de X-Men también se notó en el contenido: hablaba de minorías, de derechos civiles, de miedo al otro. Magneto era un superviviente del Holocausto. Xavier representaba la tolerancia, mientras que su contraparte creía en la autodefensa. El conflicto entre ambos era sofisticado y relevante, incluso para el público que no conocía los cómics.
Una franquicia con altibajos… y un legado imborrable
Magneto en Primera generación
La saga X-Men se expandió en las dos décadas siguientes con secuelas (X2, The Last Stand), precuelas (First Class, Days of Future Past, Apocalypse, The Dark Phoenix), y spin-offs como Logan, considerada por muchos la mejor película de superhéroes de la historia. También dio pie a Deadpool, que revolucionó el género con su enfoque irreverente y ultraviolento.
No todas las entregas fueron igual de exitosas, pero incluso en sus momentos más flojos, la franquicia X-Men mantuvo un nivel narrativo superior al promedio. Y siempre volvió a lo esencial: los mutantes como espejo de nuestras sociedades rotas.
Críticas, elogios y reevaluación
En su momento, X-Men recibió críticas positivas pero no entusiastas. Se valoró su enfoque adulto y su seriedad, aunque algunos señalaron que el ritmo era irregular o que le faltaba más acción. Hoy, 25 años después, se ve con otros ojos. Es el punto de partida del cine moderno de superhéroes. Sin ella, no existiría Infinity War, ni The Boys, ni WandaVision. Todo comenzó aquí.
Incluso Disney, actual dueña de los derechos, ha empezado a recuperar a los personajes originales en el UCM: Patrick Stewart volvió como el Profesor X en Doctor Strange en el multiverso de la locura, Kelsey Grammer como Bestia en The Marvels, y Hugh Jackman se reencuentra con Ryan Reynolds en Deadpool y Wolverine. Y eso no es todo: varios mutantes clásicos aparecerán en Los Vengadores: Doomsday, el gran evento que iniciará el cierre de la saga del multiverso.
Un legado que no se puede ignorar
Deadpool y Wolverine marvel rentable dinero
X-Men no solo fue una buena película. Fue una declaración de intenciones. En un momento en que nadie creía en los superhéroes, demostró que podían ser profundos, relevantes y emocionantes. Lanzó carreras, inició una franquicia, cambió Hollywood.
Veinticinco años después, sigue siendo una película imprescindible. Y su mensaje sobre la aceptación, la diversidad y el poder del individuo nunca ha sido más necesario.
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