Han pasado más de diez años desde que The Walking Dead llegó a nuestras vidas y, sin embargo, hay algo que sigue igual: el episodio piloto sigue siendo una puñetera obra maestra. Así lo piensa Andrew Lincoln. Y, la verdad, también lo pienso yo. Porque todos los que fuimos arrastrados por la serie desde el primer minuto sabemos que Days Gone Bye no era solo un capítulo de televisión. Era una declaración de intenciones.
Y ahora que el propio Lincoln ha confirmado que ese es, de entre los 125 episodios que protagonizó, su favorito, es el momento perfecto para volver a esa Atlanta en ruinas, a ese hospital silencioso… y a ese sheriff desorientado que se convertiría en uno de los personajes más icónicos del siglo XXI.
El principio de todo
Lincoln no lo dudó ni un segundo cuando le preguntaron por su episodio favorito de The Walking Dead: el primero. El piloto. Days Gone Bye. ¿Y cómo culparle? Frank Darabont no solo escribió y dirigió ese capítulo: lo elevó a la categoría de cine. Lo que vimos aquella noche de Halloween de 2010 no fue una serie de televisión más. Fue una película. Una de zombis, sí, pero con el corazón de una tragedia humana.
Rick Grimes despertando del coma en un hospital devastado. Las luces parpadeando. La sangre seca en las paredes. La puerta marcada con un “Don’t Open. Dead Inside” que nos puso la piel de gallina mucho antes de ver siquiera a un caminante. Esa primera media hora, con apenas diálogos, fue puro Hitchcock post-apocalíptico. Y no necesitaba más. Era The Walking Dead diciéndonos: “esto no va de zombis, va de lo que pasa cuando todo se rompe”.

El momento que nos atrapó
Todos tenemos ese instante en el que supimos que estábamos enganchados. Para Andrew Lincoln fue cuando cabalgó en solitario por el centro de Atlanta. Para muchos fue ese plano aéreo de Rick rodeado por cientos de zombis. Para mí, fue algo más pequeño. Fue ver a Morgan Jones explicándole a su hijo que la madre que ahora golpea la puerta no es su madre. Que ya no queda nada de ella. Esa escena, con Lennie James rompiéndose por dentro, fue devastadora. En mitad del espectáculo y la tensión, The Walking Dead nos dejaba claro que su prioridad era otra: los personajes. La emoción. El duelo. El vacío.
Sí, había acción. Y sí, había sangre. Pero lo que te mantenía viendo, lo que te hacía quedarte, era el dolor contenido en cada mirada. Era ese momento en el que Rick apunta con su rifle al primer caminante que ve de cerca: una niña. Una niña zombi. Y duda. Solo un segundo. Y luego dispara. Y tú, como espectador, ya sabes que esta serie no se va a andar con tonterías.
El recuerdo de Lincoln
Cuando Lincoln recuerda ese capítulo, habla de euforia. De vértigo. De la sensación de estar construyendo algo que nadie esperaba. Y es lógico. Venía de hacer comedias británicas, de Love Actually, de una televisión muy distinta. Y de repente estaba montado a caballo por calles desiertas, perseguido por quinientos extras maquillados como zombis bajo un sol abrasador. ¿Cómo no marcarte de por vida?
Él mismo admite que aún estaba “encontrando al personaje”. Que todavía no sabía del todo quién era Rick. Pero ese desconcierto es justo lo que hace que Days Gone Bye funcione. Porque Rick tampoco sabe quién es. Ni dónde está. Ni qué ha pasado. Y esa confusión, esa vulnerabilidad, es lo que lo vuelve humano desde el minuto uno.
Una adaptación imposible (que salió perfecta)

Adaptar The Walking Dead no era tarea fácil. El cómic de Robert Kirkman tenía su propio ritmo, su propio tono, y mucha más violencia de la que uno pensaría posible en televisión. Pero Darabont entendió algo clave: el apocalipsis era solo el contexto. El foco, el alma, estaba en la transformación de sus personajes.
Y por eso el episodio piloto no se obsesiona con la carnaza ni con explicar lo que pasó. No hay flashbacks del brote. No hay científicos ni mapas del mundo. Solo hay silencio. Soledad. Y una historia profundamente íntima sobre un hombre buscando a su familia. Todo lo demás —la fotografía, la música, la tensión— gira en torno a eso.
¿El mejor piloto de la historia?
Mucha gente compara el primer episodio de The Walking Dead con el de Lost. Y con razón. Ambos tienen ese arranque impactante. Ese mundo extraño. Ese protagonista desubicado. Pero hay una diferencia importante: Lost quería hacerse preguntas. The Walking Dead quería que sintieras el peso de cada respuesta.
En Days Gone Bye no hay misterio. Sabemos lo que pasó: la humanidad colapsó. Lo que no sabemos es si puede reconstruirse. Y ahí entra Rick. Como símbolo. Como pregunta. Como esperanza.
El episodio termina con él encerrado en un tanque, rodeado por zombis, sin salida aparente. Y entonces… la radio suena. «Eh, imbécil. ¿Estás en el tanque?» Esa voz es Glenn. Y ese momento es pura vida. Porque incluso en el peor de los escenarios, The Walking Dead nos recordaba que nunca estás completamente solo.
Lo que nos enseñó ese primer capítulo
Puede que después vinieran capítulos más espectaculares. Más sangrientos. Más trágicos. La muerte de Shane, la prisión, Negan, la guerra con los Salvadores, Alpha y los Susurradores… Pero todo eso solo fue posible porque Days Gone Bye nos dio el punto de partida perfecto.
Nos enseñó que esta serie iba de vínculos. De decisiones imposibles. De dilemas morales. Y sí, también de cabezas aplastadas y tripas en el suelo, porque es The Walking Dead, no Downton Abbey. Pero siempre desde el respeto a sus personajes. A su humanidad.
El piloto no solo presentó a Rick. Presentó a Morgan, a Carl, a Lori. Plantó semillas de conflictos que tardarían temporadas enteras en florecer. Y lo hizo sin prisa, sin gritar, sin subrayar. Simplemente confiando en el espectador.
El legado de un arranque perfecto
Hoy, con The Ones Who Live cerrando el arco de Rick y Michonne, y con más spin-offs en camino, sigue siendo revelador volver a aquel primer episodio. Porque ahí está todo. El tono. El estilo. El alma.
Cuando Andrew Lincoln dice que Days Gone Bye es su favorito, no es por nostalgia. Es porque ese episodio tiene algo que muchos shows pierden al poco tiempo: claridad. Propósito. Una visión clara de qué quieren contar y cómo.
No es solo el mejor episodio de la serie. Es el espejo en el que deberían mirarse todos los spin-offs. Y todas las series que quieran contar historias humanas en mundos inhumanos.
Y tú, ¿también caíste rendido con Days Gone Bye? ¿Recuerdas dónde estabas cuando lo viste por primera vez? Te leemos en los comentarios. Y si quieres revivir ese arranque o descubrir cómo continúa la historia de Rick Grimes, recuerda que puedes ver todas las temporadas de The Walking Dead en Disney+, la plataforma definitiva para fans del apocalipsis… y de las grandes historias.




