Misión Imposible: Sentencia final no solo eleva la acción a niveles estratosféricos, también se atreve a cerrar un ciclo emocional que empezó en 1996. Entre explosiones, persecuciones imposibles y traiciones con sabor a déjà vu, la última entrega de la saga recupera personajes olvidados, ajusta cuentas pendientes y lanza una revelación inesperada que conecta directamente con el origen de todo.
Y ese giro, cuidadosamente reservado hasta bien entrada la película, convierte a esta secuela en una de las más significativas de toda la franquicia. Ethan Hunt no solo se enfrenta a una amenaza nueva… también a las consecuencias de su propia historia (AVISO DE SPOILERS).
Jim Phelps: de mentor a sombra permanente
Volvamos al principio. En Misión Imposible (1996), Jim Phelps era el mentor de Ethan, su guía dentro del IMF. Pero la traición cambió todo: Phelps resultó ser “Job”, el agente doble que vendía secretos al mejor postor. Su caída no solo dejó una marca en la agencia, también marcó a Hunt para siempre. Desde entonces, Ethan desconfía de todo. Incluso de sus propios aliados.
Durante décadas, la saga ignoró a Phelps. No se volvió a mencionar. No había consecuencias visibles. Pero Sentencia final cambia esa narrativa y demuestra que hay heridas que nunca cicatrizan del todo.
Briggs: el legado que nunca pidió

Briggs apareció en Misión imposible: Sentencia mortal como un agente incorruptible, obsesionado con cazar a Ethan Hunt. Sus métodos eran legales, fríos y estrictos. Al principio, parecía solo otro funcionario del sistema, incapaz de comprender a un hombre como Ethan. Pero ahora sabemos por qué lo perseguía con tanta intensidad. Era algo personal. Briggs es hijo de Jim Phelps. Y aunque no siguió el mismo camino que su padre, carga con el peso de su apellido. En un sistema donde las lealtades lo son todo, ese legado es una mancha imborrable.
Un choque de valores que esconde una herida
A lo largo de Sentencia final, Ethan y Briggs chocan constantemente. Donde uno ve riesgo necesario, el otro ve insubordinación. Pero, curiosamente, ambos buscan lo mismo: proteger al mundo. Lo hacen desde enfoques opuestos, y esa tensión es justo lo que hace que su relación funcione.
Ethan representa el instinto, la moral por encima del protocolo. Briggs, en cambio, simboliza la estructura, la ley como guía absoluta. Y entre ambos, hay una historia no contada: la de un hijo intentando honrar el uniforme que su padre traicionó, mientras lucha contra el hombre que lo desenmascaró.
El círculo se cierra
Este giro en Misión imposible no es gratuito. James Phelps Jr., alias Briggs, no solo aporta una nueva capa a la narrativa. También recontextualiza la saga entera. Ahora sabemos que Ethan no solo lucha contra amenazas globales. También lo hace contra el eco de sus decisiones pasadas. Su enfrentamiento con Phelps padre no terminó con la explosión del tren en 1996. Continuó, silencioso, durante años, hasta estallar finalmente en este último capítulo.
El hijo del traidor, convertido en agente ejemplar, termina trabajando junto al hombre que arruinó el nombre de su padre. Y en el proceso, ambos se redimen. Ethan encuentra comprensión. Briggs entiende que su padre fue un hombre roto, no un modelo a seguir.
El perdón como arma secreta

Uno de los temas más potentes de Misión imposible: Sentencia final es el perdón. No el perdón fácil, sino ese que cuesta. El que requiere entender al otro desde el dolor. Briggs perdona a Hunt, no porque lo admire, sino porque al fin ve la verdad. Jim Phelps no era un héroe incomprendido. Fue un hombre egoísta que quiso huir de todo, incluso de su familia. Cuando Ethan lo confrontó en ese tren, Phelps estaba dispuesto a dejar atrás a su hijo por un maletín lleno de dinero.
Y sin embargo, Briggs —que nunca conoció la verdad completa— elige romper el ciclo. No repite la traición. No se convierte en su padre. Elige el camino difícil. El de hacer lo correcto.
Un legado que sí importa
Misión Imposible: Sentencia final convierte a la primera película en el verdadero corazón de la saga. No es solo un origen. Es la semilla de todo. La caída de Phelps, el nacimiento del Ethan desconfiado, la expulsión de Donloe tras el robo en Langley, todo resuena aquí. Y esa resonancia se siente más poderosa que cualquier acrobacia en helicóptero.
Al traer de vuelta a personajes como Kittridge o Donloe, y al revelar el parentesco oculto de Briggs, la película logra algo poco habitual en el cine de acción: coherencia emocional.
El verdadero final de Misión Imposible
Puede que haya más secuelas en el futuro. Puede que Tom Cruise vuelva a correr, saltar y colgarse de aviones. Pero Sentencia final cierra algo fundamental. Cierra el ciclo de Ethan Hunt con su pasado. Con sus errores. Con su historia.
Y en ese cierre, el hijo del hombre que lo traicionó se convierte en su inesperado aliado. Como si la saga estuviera diciendo: incluso en el mundo del espionaje, donde nada es lo que parece, siempre hay espacio para el perdón.




