Durante años, los fans soñaron con una secuela directa de El Hombre de Acero. Una película que llevara a Henry Cavill a lo más alto como Superman, con una historia que explorara sus dilemas, emociones y, por fin, lo humanizara. Esa película existió. Al menos en papel. Y su enfoque era tan ambicioso como devastador.
La idea que nunca veremos: Superman como nunca antes lo habías visto
Christopher McQuarrie, director de Misión Imposible: Sentencia final y colaborador habitual de Tom Cruise, ha revelado recientemente qué tenía en mente para una secuela de Superman protagonizada por Cavill. Lo hizo durante el pódcast Happy Sad Confused, y su descripción basta para desear que alguien en Warner recupere ese guion inmediatamente.
“Los primeros cinco minutos eran como la película Up de Pixar”, explicó McQuarrie. “Sin una sola palabra. Solo imágenes. Pero cuando terminaba esa secuencia, ya sabías exactamente qué hacía que Superman funcionara… y qué era lo que más temía”.
Así es. El hombre más poderoso del planeta, el invulnerable kryptoniano, iba a enfrentarse no a una amenaza cósmica o a un villano artificialmente más fuerte. No. Iba a enfrentarse a sí mismo.
El miedo oculto del último hijo de Krypton

¿Qué puede temer alguien que puede volar, parar balas y levantar rascacielos? McQuarrie no lo dice directamente, pero deja caer una verdad demoledora: los mayores enemigos de Superman no están fuera de él, sino dentro.
No se trata de kryptonita, ni de Darkseid, ni siquiera de Lex Luthor. Según McQuarrie, lo que define al personaje no es su poder, sino sus elecciones. Y su mayor miedo sería perder aquello que lo hace humano. En palabras del director: “Lo importante de Superman no es superar el obstáculo más grande del universo… sino entender que él mismo es su mayor reto”.
Una película épica… en solo cinco minutos
El director quería que el espectador quedara atrapado desde el inicio. En apenas cinco minutos, planeaba construir la base emocional de toda la película. “Después de esa escena”, dice McQuarrie, “entendías por qué Superman tomaba las decisiones que tomaba. Y lo que vendría después sería aún más épico”.
No hablamos de una simple secuela de acción. No era otra batalla más. Habría sido una introspección, una exploración cinematográfica de lo que significa ser un símbolo de esperanza en un mundo roto. Y eso es exactamente lo que se perdió.
Henry Cavill y su visión: algo más grande que el DCEU
McQuarrie y Cavill trabajaron juntos en Mission: Impossible – Fallout, y fue ahí donde surgió la conversación sobre Superman. “Henry tenía una visión. Quería ir más allá de los puñetazos. Quería hacer una película que inspirara, que hiciera sentir algo real”, cuenta el director.
Ambos veían paralelismos entre los personajes que interpretaban sus actores estrella: Ethan Hunt y Superman. Hombres solitarios, definidos por decisiones imposibles, siempre cargando con el peso del mundo (literal o figuradamente).
La idea era hacer un Superman diferente. Uno que no necesitara vivir bajo la sombra de la versión de Richard Donner o el tema de John Williams. Uno que, como dice McQuarrie, “transmitiera esperanza y alegría sin depender de referencias pasadas”.
Warner y el eterno ‘casi’
Warner Bros. Pictures
La historia de las películas canceladas del DCEU ya es legendaria. Entre los proyectos descartados estuvieron secuelas de Man of Steel, una película centrada en Lobo, otra sobre Nightwing, y varios intentos fallidos con Green Lantern. Esta visión de McQuarrie y Cavill es una de las grandes perdidas. Una historia personal, profunda y visualmente espectacular, enterrada bajo decisiones corporativas y reestructuraciones constantes.
Mientras tanto, el nuevo DCU de James Gunn esta a punto de presentar otro Superman, y Henry Cavill ya ha dejado el personaje atrás. Pero lo que pudo haber sido… sigue resonando.
¿Qué habría pasado si…?
Imagina un inicio sin palabras. Solo música, montaje y emociones. Superman flotando en el espacio, viendo cómo la Tierra gira bajo él. Recuerdos de su infancia en Kansas. La muerte de sus padres adoptivos. Un momento de duda. Un grito silenciado. Y entonces, la mirada. Esa mirada que lo dice todo. Lo que más teme. Lo que más quiere proteger. Eso era lo que McQuarrie tenía en mente. Y según él, habría funcionado. Porque era cine puro. Porque era Superman como símbolo, no como arma.
La importancia de lo emocional en el cine de superhéroes
El director deja claro algo que pocos cineastas del género comprenden: sin emoción, no hay historia. “No importa cuántas explosiones pongas”, dice. “Lo que la gente recuerda es cómo se sintió”.
Y eso es justo lo que buscaba. No otra pelea más. No otra ciudad destruida. Sino una película que dejara al público con una sensación: la de haber visto algo bello, poderoso… e inolvidable.
La película de Superman de Henry Cavill y Christopher McQuarrie pudo haber sido un antes y un después. Un retrato íntimo del superhéroe más icónico. Un viaje a su alma. Pero quedó en el cajón. Y aunque ahora sea parte del universo de las películas que nunca existieron, su concepto —Superman enfrentando sus propios miedos— es quizás la mejor historia jamás contada.




