Con la llegada de Predator: Asesino de Asesinos a Disney+ este 6 de junio y el esperado estreno de Badlands el próximo 7 de noviembre en cines, la franquicia Predator vive un nuevo renacimiento. No es la primera vez que alguien entierra a esta saga ni será la última, pero lo cierto es que el cazador alienígena ha demostrado tener más vidas que sus víctimas. Tres décadas después del estreno del clásico de 1987, Predator sigue reinventándose.
Y no, no todas sus encarnaciones han sido igual de gloriosas. Algunas entregas han dado vergüenza ajena, mientras que otras han reavivado la pasión por una criatura que combina brutalidad, tecnología y un código de honor que la hace aún más fascinante. Esta es la historia de cómo el Depredador ha sobrevivido a los cambios de tono, directores y expectativas… y cómo ha logrado seguir siendo relevante.
Una criatura nacida en la jungla (y en los ochenta más salvajes)
En 1987, el director John McTiernan y el productor Joel Silver dieron forma a una película que parecía otra cinta más de acción testosterónica. Pero Predator escondía un giro brillante: no eran rebeldes ni soldados enemigos los que acechaban a los protagonistas, sino una criatura extraterrestre con una tecnología letal y un sentido del juego muy particular.
Con Arnold Schwarzenegger como protagonista y Stan Winston al mando del diseño de la criatura, Predator combinaba lo mejor del cine de acción con una tensión propia del horror más físico. La jungla era una trampa perfecta, y uno a uno los rudos soldados iban cayendo sin entender qué les acechaba. El duelo final entre Dutch y el Depredador ya es historia del cine.
Predator (1987)
Las secuelas: entre la jungla y el desierto de ideas
Pero como ocurre con tantas franquicias, el éxito trajo secuelas. Algunas valientes, otras olvidables. En 1990, Predator 2 trasladó al cazador al caos urbano de Los Ángeles, cambiando la selva por una ciudad violenta y corrupta. Aunque fue una apuesta arriesgada, no logró el mismo impacto. Sin embargo, expandió el universo y nos regaló una de las mejores escenas postcréditos de la época: el cráneo de un xenomorfo en la nave del Depredador. Ahí nació el sueño (o pesadilla) de Alien vs Predator.
Y así llegamos a 2004, cuando Paul W.S. Anderson decidió hacer realidad ese crossover. La primera Alien vs Predator es un experimento curioso: no tan mala como se esperaba, pero tampoco memorable. Cumple su función como espectáculo: humanos en medio, monstruos por todas partes y un respeto superficial por las dos mitologías. La secuela, Requiem, fue directamente un error de cálculo. Oscura hasta lo incomprensible, brutal sin sentido, y con un guion tan desastroso que parece escrita en una servilleta. La franquicia entró en coma. Pero no murió.
Fotograma Alien vs Predator
El intento fallido de Shane Black y el renacer inesperado
En 2010, Predators quiso volver a los orígenes llevando a un grupo de asesinos a un planeta controlado por Depredadores. La idea era buena, el tono más cercano al original y Robert Rodríguez como productor aportaba algo de personalidad. No fue un bombazo, pero sí una entrega digna que recordaba por qué amamos a estos cazadores intergalácticos.
Pero el verdadero golpe llegó en 2018 con Predator, dirigida por Shane Black, uno de los actores del filme original. Lo que podría haber sido un regreso triunfal se convirtió en una parodia fallida: más humor que tensión, personajes que rozaban lo grotesco y una historia que intentaba expandir el universo sin entender qué lo hacía funcionar. El superdepredador y el niño con superpoderes fueron la gota que colmó el vaso para muchos.
Y cuando nadie lo esperaba, llegó La Presa.
Predator: La Presa, la película que devolvió el respeto a la saga
Estrenada directamente en Disney+ en 2022, Predator: La Presa (Prey) fue un soplo de aire fresco. Ambientada en el siglo XVIII entre las tribus comanches, la cinta dirigida por Dan Trachtenberg no solo ofreció un enfoque distinto, sino que devolvió a la saga la tensión, el ritmo y la brutalidad que habían desaparecido.
La protagonista, Naru, es una joven guerrera que se enfrenta al depredador con ingenio, valor y sin recurrir a estereotipos. El entorno natural, el uso del silencio, el respeto por las culturas nativas y un nuevo diseño del Depredador más primitivo crearon una experiencia cinematográfica que no solo homenajeaba al clásico original, sino que lo elevaba. Fue un éxito crítico, con una audiencia entusiasta y una consecuencia clara: Predator volvía a ser relevante.
Fotograma de PREY
El presente: antologías, historias cruzadas y nuevas apuestas
En junio de 2025, Predator: Asesino de Asesinos abre un nuevo frente. Esta película animada antológica propone tres historias en distintas épocas: una vikinga en busca de venganza, un ninja enfrentado a su hermano samurái y un piloto de la Segunda Guerra Mundial. Cada uno se convertirá en presa del cazador más despiadado de todos.
La idea es brillante: mostrar cómo el Depredador se adapta a cualquier cultura, momento o conflicto. Y con la animación como herramienta, la violencia, los combates y el estilo visual prometen llevar la saga a otro nivel. ¿Funcionará? Si mantiene el tono de La Presa y apuesta por el respeto al lore, puede ser una nueva joya.
Y en noviembre, Badlands llegará a los cines con una nueva y sorprendente premisa: la historia se desarrolla en un planeta remoto en el futuro, donde un joven Predator (interpretado por Dimitrius Schuster-Koloamatangi), rechazado por su propio clan, se alía con una humana llamada Thia (Elle Fanning) para emprender un viaje lleno de peligros en busca del adversario definitivo. Dirigida por Dan Trachtenberg y producida por John Davis, Marc Toberoff, Ben Rosenblatt, Brent O’Connor y el propio Trachtenberg, la película apuesta por una narrativa más introspectiva, centrada en el vínculo improbable entre presa y cazador. Se aleja del enfoque clásico de supervivencia para explorar el conflicto interno del monstruo y las fronteras de la empatía. Un giro audaz que puede redefinir el corazón emocional de la franquicia.
¿Por qué Predator sigue enganchando?
No es solo una cuestión de nostalgia. El Depredador es una figura mítica que conecta con nuestras pulsiones más primitivas: la caza, el sigilo, la supervivencia. Pero también con lo moderno: la tecnología, el código de honor, la evolución constante.
A diferencia de otras criaturas, el Depredador no mata por matar. Observa. Analiza. Escoge. Valora a su enemigo. Y eso lo convierte en un monstruo complejo. No es un asesino: es un retador. Y eso da lugar a historias que, bien contadas, siguen funcionando.
Además, el universo Predator se presta al cruce de géneros: puede ser una cinta de acción, una de horror, un drama de época o incluso una animación hiperestilizada. Esa versatilidad lo hace inmortal.
El futuro de la saga
Tráiler de Predator: Killer of Killers
Con Asesino de Asesinos y Badlands, parece que la franquicia ha entendido por fin lo que quiere el público: respeto al original, innovación con lógica y una narrativa sólida. El tono épico, el diseño del monstruo, las reglas del juego y la tensión deben mantenerse. No necesitamos 20 personajes secundarios gritando, sino uno que se enfrente al monstruo con inteligencia y valentía.
¿Veremos más antologías? ¿Series limitadas? ¿Un regreso a los cómics y crossovers? Todo es posible si se mantiene la calidad.
El Depredador nunca se fue, solo necesitaba cazar mejor
Han pasado casi 40 años desde que ese ser invisible acechó por primera vez en la jungla. Y hoy, sigue aquí. Cambiando de entorno, de forma, de tono. Pero siempre cazando. Porque hay monstruos que no se olvidan. Y Predator es uno de ellos.
Su legado sigue expandiéndose. Y lo mejor, es que aún queda mucha caza por delante.




