Cuando Al Simmons, Spawn fue al infierno vendió su alma por la mujer que amaba, el diablo le engañó. La batalla por su alma comenzaba. Pero en medio de todo aquello hay espacio para amigos nuevos, venganzas, deudas, ya algo de inocencia.
‘Spawn. Edición integral volumen 4’ retoma la edición de este personaje ya legendario, creación del también legendario Todd McFarlane.
La historia de Al Simmons se complicaba en el anterior volumen, había más detrás de su muerte y de sus causantes, Jason Wynn era solo una pieza. Violator disfruta jugando al gato con el futuro general infernal, y lo hace por envidia, porque su legitimo puesto como vástago infernal es liderando y no siguiendo a un humano. Mientras, Sam y Twitch siguen su pelea contras los poderes detrás de su jefe, y tienen armas, unos documentos que tienen que ver la luz para lanzar la mierda sobre los indicados. Si la vida de Al no fuera tan complicada en el terreno profesional, ser un engendro infernal es un trabajo a jornada completa, en el personal no anda mejor. Su mujer, su viuda para ser exactos, comienza a tener dudas e muchas cosas, de dónde salió el dinero para su proyecto, por qué su actual marido, Terry, dedica tanto tiempo a su trabajo, y sobre todo, quién es ese extraño ser que los protege, qué quiere. Y Terry, sigue su búsqueda para detener a Wynn, compite con un monstruo por la mujer que ama, y le han diagnosticado cáncer.
Todd McFarlane añadía cada vez más ingredientes al gran estofado que era Spawn, era el año 1996, y aún quedaba mucho para arreglar todo lo que iba planteando. Y por si fuera poco las ideas de Alan Moore y Neil Gaiman en aquellos números únicos y las miniseries de Violator y Ángela empezaban a producir semillas en la trama del americano, y eso significaba que aún habría más cosas que contar, que usar, y que la historia se complicaba aún más.
Pero dentro de este océano de tramas, subtramas, conceptos y futuras historias existen pequeñas islas. Lugares pequeños, pero bonitos, donde descansar, y ver a lo lejos, y descubrir una palmera que nos de sombra, un concepto que deberíamos haber visto y de repente surge de la calma de descansar a la sombra de un árbol tropical. Así funcionan dos historias dentro de este volumen. Una pequeña sobre la navidad, la imaginación, la fe y la esperanza, y una segunda sobre lo difícil de ser niño, de ser importante, o quizás solo ser un héroe por un momento. Y de repente, ves que el traje de Spawn esconde una M de Malebolgia en la que pocos se habían fijado, para eso sirve pararse a descansar bajo una palmera.
El pequeño relato de un niño que todavía cree en la navidad abre el Volumen IV y deja una pequeña esperanza en el corazón, que quizá creer sea la calve para que las cosas buenas ocurran. Aunque tu Santa Claus sea un tipo muerto que ha vuelto con poderes desde el infierno para crear el caos. La segunda historia entra dentro del continúo para dar algo de brillo a un camino que cada vez pinta peor para Spawn, la de un niño que adora los superhéroes, y cree que Simmons es uno de ellos. La visión infantil de lo que debe hacerse y como unos seres que son peligrosos pueden ser iconos útiles para hacer lo correcto, u obligarnos a ser mejores personas, aunque sea sólo un poquito mejores. Es curioso como el uso de la infancia como fuente de bondad contrasta con el personaje de Spawn, que es oscuro desde sus inicios, y como en lugar de contrastar y crear a un ser aún más atemorizante y perverso, le añade esas pequeñas notas de humanidad, que ni su lucha contra el infierno consigue fácilmente mostrar.
Contando aparte estos pequeños destellos, la historia del engendro sigue avanzado por el camino más oscuro en este tomo. El traje necesita oscuridad, y que te desmembre un psicópata religioso como La Maldición no ayuda mucho. Curar el cuerpo, da el poder al traje sobre la simbiosis. De repente esa lucha interior de Simmons se convierte en una lucha física completa, y no parece que pueda ganarla.
Son las tramas secundarias las más interesantes en este tomo, la lucha de Simmons se ve extendida a lo largo de tantos números, que deja el interés y el crecimiento psicológico sobre las espaldas del resto de personajes. Wanda y Terry tienen poca evolución, pero el cáncer que sufre añade la guinda a la desesperación de Spawn, que se sacrifica por su ex amigo, por su viuda, para que la vida no sea tan amarga como ha sido con él. Mientras, Sam y Twitch siguen peleando, y perdiendo, con el sistema burocrático y legal, cada victoria acaba devolviéndoles una bofetada, pero no cejan, y se levantan para poder crecer, y buscar un nuevo comienzo.
Pero si en cuanto a calidad gráfica, Spawn siempre ha destacado, Todd McFarlane siempre ha sido un gran dibujante, como escritor siempre ha necesitado ayuda, o como mínimo alguien que le empujara, ya que sus tramas no suelen tener mucho peso o poseen un desarrollo demasiado pausado, creando una sensación de vacío, de que la historia nunca avanza. El arte en este tomo ya está en posesión de Greg Capullo, con algo de ayuda de McFarlane, el artista que ha revolucionado la serie de Batman con Scott Snyder, y de Tony Daniel, otro bat dibujante y bat escritor, que con Grant Morrison a las palabras ha dado algunas de las mejores historias del hombre murciélago de las últimas décadas. Aunque Daniel sólo se ocupa de un par de capítulos, demuestra como avanzaba su estilo, espectacular y físico a más no poder, que posteriormente mejoraría en narración. Capullo, estaba mucho más crecido, y con el apoyo de McFarlane, mostraba unas páginas magnificas, poderosas, de gran impacto, pero como ocurría con la historia, contaba poco, el americano se esforzaba en crear atmósferas, grandes escenas y secuencias de acción, ya que los textos estaban todavía poco trabajados.
A partir de estos números la trama avanzará de manera exponencial, ya que cuando el infierno llama a la puerta de casa, no puedes dejarlo esperando. A partir de este punto la guerra del Cielo y el Infierno, el destino de la humanidad y de Al Simmons se centran, y la oscuridad y la luz tendrán que decidir el destino del engendro infernal.