Episodio final de la miniserie Los Estados Unidos del Capitán América, ha llevado a Steve Rogers, y al resto de personajes que alguna vez han portado el escudo y el uniforme en cualquiera de sus variantes, a enfrentarse al Aborrecedor y sus secuaces. Panini Comics recupera el escudo para colocarlo en la vitrina que se merece.
El alma negra de un dictador
Podemos debatir durante horas sobre los peores gobernantes que sometieron a sus naciones a un poder absoluto y dictatorial que acabó con mayor o peor fortuna. Desde reyes de la antigüedad a pérfidos personajes que solo buscaban su mayor gloria personal, enriquecimiento y derrochaban vanidad, son muchos los nombres que nos vienen a la cabeza. Pero de un listado enorme hay algunos nombres que aparecerían en casi todas las listas, siendo uno de ellos el que pondría más de acuerdo a la población en general, el de Adolf Hitler.
Suya es la base para la creación del Aborrecedor, un clon creado en su día por Arnim Zola, en los albores de la derrota alemana en la Segunda Guerra Mundial, al que fue transferida la conciencia del Fuhrer para que pudiera continuar con sus planes, con el odio como su mayor arma. Desde entonces se ha convertido sobre todo en uno de los enemigos más peligrosos a los que se han enfrentado Los Cuatro Fantásticos desde su primera aparición en el número #21 del cuarteto, llegando a provocar la transformación de Susan Richards en Malicia durante la muy recordada etapa de John Byrne.
Los objetos que se convierten en emblemas de una nación
De nuevo los autores de este comic nos dejan perlas históricas breves que merece la pena inspeccionar aunque sea de forma rápida. La exposición para la que iba a cederse el escudo del Capitán América, que fue robado al principio de la trama que nos envuelve, incluye piezas tan interesantes como el mostrador de Queensboro, el sombrero de Abraham Lincoln, el vestido casero de Rosa Parks, el megáfono de Harvey Milk… Merece la pena recrearse en esos episodios de la historia de los Estados Unidos pues todos ellos hablan de la lucha por los derechos inherentes a la condición humana, sea cual sea la raza o la condición sexual.
En realidad de eso ha ido todo esto de Los Estados Unidos del Capitán América, de la diversidad, de aceptar a cada cual como es sin perder la identidad de cada uno. De respeto por todo y por todos, de una cuestión de educación que no nos hace mejores por tener un color de piel o por dar la mano a alguien de nuestro mismo sexo mientras damos un afable paseo. Todos tenemos cabida en este mundo cada vez más dado a la crítica visceral y al enfrentamiento por ideas sibilinas, orquestadas por gente ajena a la calle, que busca imponer tendencias de opinión como si por nosotros mismos no fuéramos capaces de darnos cuenta de lo bello que es compartir nuestras vidas con los demás y no tener que justificar si somos creyentes, tenemos una condición sexual determinada o defendemos la libertad como un miembro más de la red de Capitanes América.
El camino hacia la gloria
La lectura de múltiples medios ayuda a abrir la mente y eso también incluye los comics. El que suscribe igual se pierde entre las páginas de Marvel como en sus libros de Historia de todas las épocas, en los diarios digitales de noticias y en revistas del corazón, entre las obras de Michael Moorcock, Brandon Sanderson o Robin Hoob. Christopher Cantwell debe tener también sus lecturas pero es un enamorado del buen hacer a través de sus guiones y está sorprendiendo muy positivamente no solo en esta miniserie que no solo nos ha llevado por diversos lugares de la geografía estadounidense sino que al mismo tiempo nos ha ayudado a entender que tenemos mucho más en común de aquello por lo que estamos en desacuerdo.
Su carrera en el mundo del comic está siendo por el momento un revulsivo y no solo ha sido capaz de ofrecernos un Doctor Muerte excepcional junto a Salvador Larroca sino que su obra está destinada a brillar con luz propia. Personalmente no pienso perderle de vista y, aunque para gustos hay muchos colores, espero que el próximo artista que embellezca sus textos le haga enriquecerse aun más pues Dale Eaglesham, sin ser ni mucho menos un mal ilustrador, no ha estado a la altura que merecía una reunión de Capitanes América tan integradora como esta.