En el planeta Tau Ceti 5 hace años que se estableció una colonia terrestre, con grandes ciudades pero también entornos salvajes donde solo los más osados sobreviven. ECC Comics nos trae Última frontera, la obra de Leo y Frank Picard (Icar) donde nos presentan a la nueva ley que impera en el pueblo de Erechim.
Los hermanos Malasombra
Seguramente a día de hoy a pocos les sonará ese nombre pero en los años setenta esos dos personajes eran parte de Los Chiripitifláuticos, por lo que permítase este guiño con aroma a viejuno, que los de ahora dirían “vintage”. Eran dos pistoleros que contaban con su propia canción y resultaban de lo más chapuceros. Leyendo Última Frontera se despierta cierto tufillo a rancio, a algo que ya hemos visto muchas veces antes. La llegada de los salvadores a un lugar remoto para poner a los malos en su sitio, para que dejen de hacer lo que les viene en gana abusando de los inocentes que quieren ganarse el pan sin tener que verse sometidos a amenazas.
Los hermanos Jane y John Jones no son los malos de verdad. Ellos son el nuevo brazo de la ley, nombrados sheriffs por el alcalde del asentamiento. Juntos tendrán que enfrentarse a ese terrateniente (Burton) que abraza la corrupción antes que las normas. El que se apoya en los esbirros malasombra, la estofa más corriente que solo piensa en satisfacer sus placeres tras sus servicios a su señor, sin importar el daño que provoquen ni las vidas que sufran por su comportamiento reprobable. Pero con los Jones ha llegado en cierta medida la horma de su zapato, por lo que ese dueño acaudalado que siembra terror entre sus vecinos buscará mejorar su seguridad y la de sus actividades de poca moralidad.
La narrativa que ya conocemos
En los últimos tiempos hemos podido disfrutar de otras obras de Leo publicadas por ECC Comics, de las cuales he podido leer The Mermaid Project y Mutaciones, donde se viven las aventuras de la policía francesa Romane. Última Forntera me recuerda poderosamente a la manera de contar las cosas de esas otras lecturas, a la excesiva y recargada cantidad de explicaciones poco necesarias, a los diálogos que redundan en lo que sucede, como si los personajes que rodean a los protagonistas apenas sirvieran en muchas ocasiones para servir como globos de pensamiento en voz alta.
Resulta tedioso tanto refuerzo de algo tan básico que podría suplirse de otras formas, como el dibujo. Pero a pesar de encontrarnos con este formato no podemos olvidar que se trata de BD, no de comics “mainstream” americano. Por lo que, sin ser aceptable navegar en esa falta de ritmo, nos hallamos ante otra forma de contar una historia, reforzado en una menor dosis de acción para detenerse en las reflexiones detectivescas de la investigación en curso, una suerte de discurso de Sherlock Holmes que coloca todas las pruebas y pistas sobre la escena antes de empezar a elucubrar un veredicto basado en el raciocinio, no en las peleas ni duelos, que resultan accesorios.
Poca aportación al género
Las aventuras que vivimos en Última frontera junto a Jane y John apenas sugieren nada novedoso. El entorno hostil y desértico, los malos de turno guiados por el más listo de ellos pero teniendo que acudir a expertos que le resuelvan el nuevo problema, intereses económicos corruptos… Casi podemos oler el polvo de Tatooine, las cantinas sucias, las granjas de humedad y a Luke Skywalker (Jane) junto a R2D2 (John). Con esto es fácil vislumbrar que este remedo de western de Serie B es el hermano pequeño y feo de Star Wars, pero a un nivel casi paupérrimo. La verdad es que el acercamiento resulta poco atractivo, más bien todo lo contrario.
Algunos detalles dicen muy poco del peso argumental de la trama, bastante tonta y repleta de clichés. El dibujo de Icar queda deslucido en el tamaño 17×24 cm. Algunas viñetas quedan muy reducidas respecto al original de 22,5×30 cm y eso hace que no destaque tanto una labor por otra parte bastante bien llevada a cabo, con algunos diseños para la fauna del planeta más que resultones. Tampoco es que hablemos de un trazo que despierte dinamismo a raudales pues la mayor parte de la narrativa recae en momentos de conversación, ya sea más o menos tensa. Última Frontera es más de lo mismo, con pocas sorpresas ante lo que resulta muchas veces evidente. Si se hiciese una adaptación fidedigna al cine estaríamos diciendo desde el principio que el asesino es el mayordomo, sin ánimo de equivocarnos.