Probablemente por su condición de obra insuperable, pasaron varios años hasta que se retomó el tema. De 1941 es El hombre que vendió su alma (The Devil and Daniel Webster/All That Money Can Buy), de William Dieterle, cuyo verdadero nombre era Wilhem y que había actuado en el Fausto de Murnau. En ella, el pobre granjero Jabez Stone vende su alma al Diablo que se le aparece encarnado en un tal Mr. Scratch a cambio de siete años de buena suerte, pero cuando llega el momento de cumplir su parte del trato se siente estafado y acude a Daniel Webster, un amigo abogado, para que le defienda de las malas artes del Maligno. En 1949, en pleno pánico nuclear, el francés René Clair dirigió La Beauté du Diable, donde Fausto utiliza sus poderes demoníacos para desarrollar nuevas armas, convirtiéndose en un despiadado dictador. En una visión de su propio futuro se ve conquistando y finalmente destruyendo el mundo.
Y es que el colectivo de los músicos ha sido uno a los que, clásicamente, se ha acusado de tener tratos con el Maligno. De Niccolò Paganini (1782-1840) se decía que había vendido su alma al Diablo a cambio de su prodigioso talento con el violín, y el poeta alemán Heinrich Heine llegó a afirmar en sus Noches florentinas que había visto al mismísimo Belcebú dirigiendo su brazo durante una actuación. Del líder de Led Zeppelin, Jimmy Page, se dijo que había convencido a sus compañeros para firmar el infame pacto a cambio del éxito, y que fueron pioneros en la técnica del backmasking, es decir, la grabación de mensajes subliminales exhortando a Satán que podían oírse haciendo girar el disco al revés en canciones como Stairway to Heaven. Se dijo que las trágicas y misteriosas muertes del hijo de Robert Plant y de su batería, John Bonham, fueron el pago de la deuda contraída con Satanás. Siguiendo su estela, podría decirse que todos los grandes del heavy, desde Black Sabbath a Iron Maiden, pasando por Venom, W.A.S.P, AC/DC, Judas Priest, Slayer o Kiss fueron acusados en algún momento de satanistas, algo que no se molestaron demasiado en desmentir dada la legión de fans amantes del Lado Oscuro que les proporcionaba su diabólica fama. Una leyenda menos conocida es la de Robert Johnson (1911-1938), considerado uno de los mejores bluesman de todos los tiempos, de quien se dijo que como no tenía demasiado talento, hizo un pacto con el Diablo a medianoche en la intersección de las autopistas 49 y 61 en Clarksdale, Mississippi, adquiriendo de este modo las habilidades que deseaba y asombrando a todos los que acudían a sus conciertos. Murió joven, envenenado por un marido celoso, pero lo que se dijo fue que el Diablo se había cobrado su deuda antes de lo esperado. Basándose en su historia, Walter Hill dirigió en 1996 la notable Crossroads, en la que un joven guitarrista blanco conoce a un anciano músico de blues negro que en su juventud firmó un pacto con el Diablo y que teme que le ha llegado la hora de entregar su alma. Cuando finalmente aparece, el Príncipe de las Tinieblas es un afro-americano que se hace llamar Mr. Scratch, en un claro homenaje a El hombre que vendió su alma. En esta ocasión es el amor y la admiración que el joven siente por el viejo y el poder de la música lo que acaba burlando al Maligno.
Del año siguiente es la interesante Faust, una auténtica obra de arte donde el director checo Jan Svankmajer combinó actores reales, animación y marionetas para contar la inquietante, surrealista y mágica historia de un hombre que en la Praga actual es atraído al backstage de un extraño teatro, donde comienza a leer el libro de Goethe. De repente, se encuentra metido en el papel de Fausto, dentro y fuera del escenario, enfrentado a las fuerzas del mal y a demonios con la forma de marionetas vivientes. Finalmente muere en un misterioso accidente de coche y un nuevo Fausto es elegido para repetir su trágico destino en un diabólico círculo sin fin… 1997 fue el año de Pactar con el diablo, de Taylor Hackford, una fábula faústica moderna en la que el Diablo, encarnado en John Milton, el elegante, seductor e ingenioso jefe de un reputado bufete de abogados (interpretado por un histriónico Al Pacino) pone a prueba la ambición del joven letrado Kevin Lomax (Keanu Reeves), lo que acabará costándole la vida a su esposa Mary Ann (Charlize Theron). Milton pretende así preparar el terreno para que Kevin (que es en realidad su hijo) deje embarazada a su hermanastra, Christabella, y que ésta dé a luz al Anticristo. En el último momento Kevin se suicida, creyendo frustrar así los planes del Maligno. Pero el juego vuelve a empezar…Magnífico el monólogo final de Pacino: “¡Soy un devoto del hombre!, ¡Soy un humanista!, puede que el último humanista…”, en contraposición a Dios, que mientras lleva a los humanos “como marionetas, de un lado a otro”, “¡Se descojona! ¡Se parte el culo de risa! ¡Es un payaso! ¡Es un sádico! ¡Es el peor casero del mundo!”