Continúa la serie del hombre que caza a los que cazan mutantes ‘Magneto’. Y esta vez va tras un ‘pez gordo’ el actual gobernador de Genosha, Cráneo Rojo.
Erik Lensherr no es lo que fue y desde luego no va a permitir la situación, al menos no sin luchar. Con S.H.I.E.L.D. pisándole los talones el rebelde mutante decide solucionar una historia pasada, Genosha. Su antigua utopía mutante hace mucho que fue erradicada, y ahora una nación nueva y esclavista se alza en la isla.
Nueva entrega múltiple de la serie de Magneto que durará otros cinco meses. El otrora líder mutante se infiltra en una mafia que usa mutantes como luchadores de foso, pero hay mucho más que unas peleas a muerte en dicha organización, algo más oscuro y aberrante. Pero no es ese el plato fuerte de este número. Magneto vuelve a Genosha para asesinar a Cráneo Rojo. El actual líder de la isla africana ha convertido su paraíso mutante en una nación totalitaria en la que los hijos del átomo vuelven a ser esclavos, y en algún caso incluso amos.
El recuerdo de los campos, ser un «sonderkommando», judío elegido en los campos de exterminio para trabajar en los hornos crematorios, una venganza nunca ejecutada, el dolor del recuerdo de como un sueño se convirtió en la mayor masacre mutante de la historia. Todo se aglutina en la mente de Magneto y nos conduce a un acto ya no de libertad para los mutantes sino de venganza aparcada, de asco y quizás de redención. Cerrar el círculo que el amo del magnetismo guarda con el nazismo y con Genosha: matando a Cráneo Rojo
La única pega que el lector podría tener en esta tercera entrega sería que cuando la serie parecía avanzar por buen camino, Cullen Bunn, hace una pequeña parada para retomar su planteamiento en el primer número y se deja la trama que parecía empezar en anterior ejemplar en un lado del camino. El ataque a Cráneo Rojo respondía a la actitud pre-merodeadores, parece un poco fuera de sitio en este punto, a no ser que haya un plan detrás del que el autor esconde, e igual ocurre con el caso de las peleas ilegales y la hormona de crecimiento mutante.
Sí que dentro de la trama encajan, la búsqueda de sus poderes perdidos con la droga, y resarcirse de su pasado y de un criminal antimutante, pero parece mal colocado en el global al ocurrir, sobre todo tras el número donde Magneto acaba dominando el proceso de clonación de los Merodeadores. Puede que sea cosa mía, pero el orden en este caso si afecta al producto. Produce un efecto de paso atrás, como si Erik de repente se pensara lo que hace para empezar otro camino, pero según los textos de Cullen Bunn no es así. Esperemos que sólo sea parte de la trama que el autor haya colocado a propósito para dar un golpe de efecto y un par de sorpresas extra en futuros números.
Continuamos con el mismo equipo creativo, dos dibujantes que se van turnando para poder contar la historia de Magneto. Gabriel Hernández Walta, más clásico y al que cada día le encuentro más puntos en común con Klaus Janson o el Romita Jr. del Daredevil de Nocenti, y Javier Fernández, de trazo más dinámico y tenso. Ambos cumplen de sobra contando la historia de Lensherr. Walta con más espíritu y gestos pequeños, con más potencia y violencia abierta Fernández.
Magneto es una serie que llega, temporalmente hablando, tarde, ya que es pre Secret Wars. Pero con su nuevo punto de vista minimalista del villano mutante más grande de la historia Marvel, merece la pena visitarlo, como mínimo para ver desde dentro como un hombre que fue un dios se enfrenta a tener que pelear cada batalla poco a poco, hombre a hombre, cuando antes podía destruir naciones con un gesto. Siempre interesante Cullen Bunn, mantiene el nivel de la serie.