LOKI, el dios de las historias, de las mentiras, el rey de los Gigantes de hielo, no quiere quedarse en su trono. Vuelve el asgardiano más irreverente y lo hace a lo grande: ¡Para ser un héroe legendario!
No es la primera vez que vemos a Loki intentando hacer algo bueno, en su encarnación infantil y juvenil y en su papel de Agente de Asgard ya buscó una redención de todo el daño hecho. Pero esta vez no es redención, es por algo mucho más importante, ha conseguido todo lo que quería, y se aburre enormemente de todo ello.
Puede que no sea la primera vez que vemos al dios de las historias jugar el papel de héroe, y nunca se le ha dado bien que se diga. Ha cometido errores, ha sido víctima de su interior malvado, y ha caído víctima de las profecías que han guiado su destino. ¿Qué ha cambiado? Pues que ya no hay más relatos ni cuentos sobre Loki, y el dios más molesto del universo Marvel no se va a conformar con ser una vieja historia.
Así empieza Daniel Kibblesmith su aventura a los mandos de la nueva serie de Loki. Se saca de la chistera dos nuevas deidades cósmico- temporales, y con ellas rompe la placida existencia de Loki, que ya anda aburrido de haber ganado por fin y tener unas responsabilidades con las que nunca contó. Es en ese detalle donde se sustenta el inicio del guionista, en que ser rey no es algo fácil, y a nuestro pequeño gigante nunca se le ha dado bien eso de hacerse cargo de nada. Se aburre. Y sabe que algo falla. Kibblesmith lo deja claro, si sigue siendo responsable, dejará de ser leyenda, así que Loki necesita hacer algo nuevo, por ejemplo, ¡ser parte de los Héroes más poderosos de la Tierra!
El escritor se deja llevar por el divertimento puro, no deja que la historia baje y siempre tiene un giro que resulta ingenioso, y sobre todo, gracioso. Porque es la base de esta serie, pasarlo lo mejor posible, él escribiéndola, y nosotros leyéndola. Y lo consigue, y no es fácil, necesita de varios vengadores, de Pesadilla, el enemigo del Doctor Extraño, y de un muñeco de nieve gigante para lograrlo. Pero lo logra. Y de paso recupera a un personaje que se hizo querido en la anterior serie del dios de las historias, para poder ver que ha cambiado, para descubrir la transformación, y si es real, o si por el contrario, es una mentira que Loki se cuenta a sí mismo.
Acompañando a Kibblesmith encontramos a Oscar Bazaldúa al dibujo y a su colorista Carlos López. Y su trabajo está a la altura de la historia. Su versión de Loki y de cómo ve el mundo es luminosa, brillante, con un punto de sit com que hace que nadie pueda evitar sonreír, como mínimo. Si bien hace una representación heroica de Loki, no deja que eso le quite ese toque gracioso y sexy que tiene un ser pansexual que no sabe muy bien que quiere ser cuando sea mayor (contando que peina canas desde hace siglos). Bazaldúa se ha propuesto que leamos una historia en la que potencia el texto disponible para dar un trabajo excelente y muy enfocado en dar un espectáculo notable.
Loki en su nueva encarnación tiene muchos problemas, y seguramente aumentaran con cada entrega, y los lectores vamos a estar esperándolo con ganas, porque cuanto peor es el lío en el que se mete, más disparatada parece que va a ser la salida que tome para resolverlo.